Cada Navidad, desde Cáritas Diocesana de Zaragoza sentimos la necesidad de mirar de frente la realidad que nos rodea. No para caer en el desánimo, sino para recordar algo fundamental: vivir con dignidad no debería ser una cuestión de suerte. Tener un hogar, un empleo decente, acceso a la salud, a la educación o a una vida en paz no puede depender del azar. Son derechos humanos que deberían estar garantizados para todas las personas.
Sin embargo, para demasiadas familias en Aragón la dignidad sigue siendo frágil. Por eso, la campaña de Cáritas de este año, “Hagamos que tener una vida digna deje de ser cuestión de suerte”, quiere ser una llamada a vivir la Navidad desde el compromiso. No como un tiempo de buenos deseos pasajeros, sino como una invitación a situar la dignidad en el centro de nuestras decisiones personales y colectivas.
Los datos del IX Informe FOESSA, cuyo análisis regional hemos presentado recientemente, nos obligan a tomar conciencia de una realidad preocupante. Entre 2018 y 2024, el número de personas en situación de exclusión social ha aumentado en Aragón más que en el conjunto del Estado.
Detrás de las cifras hay problemas muy concretos. El acceso a la vivienda se ha convertido en uno de los principales factores de exclusión: casi una de cada cinco personas en Aragón soporta gastos excesivos relacionados con su hogar. A ello se suman las dificultades para acceder a tratamientos médicos o medicamentos, que afectan a muchas familias. Cuando derechos básicos dejan de estar garantizados, la desigualdad se cronifica.
El empleo tampoco asegura hoy una vida digna. Aunque los datos generales de ocupación sean positivos, la exclusión social vinculada al trabajo afecta a un 15% de la población aragonesa. En Cáritas lo comprobamos a diario: cada vez más personas acuden a nosotros a pesar de tener empleo, atrapadas en la precariedad y los bajos salarios. Trabajar ya no es sinónimo de estabilidad ni de seguridad.
A pesar de este panorama, hay motivos para la esperanza. En lo que va de año, Cáritas Zaragoza ha acompañado a más de 7.400 personas gracias al compromiso de cientos de personas voluntarias, socias, empresas colaboradoras y profesionales. Su implicación demuestra que la solidaridad sigue siendo un valor vivo en nuestra sociedad.
Esta Navidad, más allá de los gestos puntuales, necesitamos reforzar un compromiso duradero. La dignidad no puede depender de la suerte ni de la caridad ocasional. Depende de decisiones personales, sociales y políticas que garanticen derechos y promuevan vidas dignas para todas las personas.
Porque mientras haya personas dispuestas a comprometerse, habrá esperanza. Y porque una sociedad que cuida a quienes más lo necesitan es, sin duda, una sociedad más justa y más humana.