Opinión

Susana Pérez

Hacia una Iglesia Sinodal

Comunidad, Espíritu y Misión. Jubileo de los equipos sinodales

15 de diciembre de 2025

El jubileo en Roma del 24 al 26 de octubre de 2025 convocó a los equipos y organismos de participación sinodales, congregando a unos 2.000 participantes. Asistimos cuatro personas de la diócesis de Zaragoza.

Fuimos recibidos en el Auditorio Pablo VI el viernes 24 por los secretarios del Sínodo: Cardenal Mario Grech, Monseñor Luis Marín y Hna. Nathalie Becquart: “Hemos conocido a aquel que sostiene el futuro, y por eso lo enfrentamos sin miedo, la iglesia le pertenece y Él acabará lo que hemos empezado: el futuro está asegurado. La esperanza ama lo que aún no ha venido y que será pleno en la vida eterna“ (Crd Grech).

Después el Santo Padre apoyó presencialmente y sin dudas el camino sinodal que la iglesia universal ha emprendido. El Papa León insistió en que “la sinodalidad tiene que ser un estilo de Iglesia” y lamentó que la escucha se haya perdido en algunos sectores. “Aunque los diferentes ritmos de recepción e implementación son propios de cada iglesia, todos estamos invitados a reflexionar y a vencer las resistencias, debidas probablemente a falta de conocimiento de qué es la sinodalidad”. Insistió en la importancia de la oración y el discernimiento para saber a qué nos llama el Espíritu y nos aconsejó entrenarnos en la “conversación en el Espíritu”. (Aquí se pueden seguir las homilías y programa completo con las sesiones de trabajo originales).

El sábado por la mañana el obispo Luis Marín, nos acompañó en la procesión jubilar: “alegría! pues hemos sido salvados por Cristo. El es el centro y el camino… En el amor que nos une, las diferencias se presentan como riquezas, y el Espíritu Sinodal no se conforma con que hagamos y digamos a los otros, es necesario SER con ellos”

Durante el resto del día se desarrollaron las ponencias teológicas, el ejercicio de conversación espiritual, seminarios, grupos de trabajo y concreciones prácticas en distintos países.

Las ponencias mostraron que la sinodalidad va madurando en nuestra iglesia, dando lugar a saberes teológicamente estructurados:

“La sinodalidad como profecía social” de la ponente María Aparecida Venancio, Teóloga y doctora en Estudios Literarios por la Universidad UFJF (Brasil) que expuso cómo la cultura sinodal de la que hemos de ser misioneros, es alternativa necesaria a la cultura social dominante.

“El significado de las relaciones en la vida de la iglesia” por el catedrático de Eclesiología de la Universidad de la Santa Croce (Roma), el sacerdote Miguel de Salis Amaral, se refirió a la conversión de las relaciones en el seno de la iglesia, como a un modo de concretar institucionalmente la escucha mutua de todos los miembros del Pueblo de Dios, ya que los vínculos que nos unen estrechamente son sacramentales y por el bautismo somos todos hermanos. La fraternidad bautismal nos une en Cristo y nos capacita para la misión, por eso el único sacerdocio operativo en la vida de la iglesia, el de Cristo Jesús, solo puede hacerse presente cuando el sacerdocio común y el específico caminan juntos.

“La sinodalidad ante las tensiones en la iglesia” por el cardenal polaco y profesor Grzegorz Rys, arzobispo de Lodz, expuso que la mala comunicación es el principal problema en los conflictos intraeclesiales. La tensión yo/nosotros no ocurre por las diferencias, sino por el orgullo y el abuso de poder, que es el que trae las divisiones: la sinodalidad es medicina contra esta enfermedad. Estamos llamados a la unidad, no a la uniformidad que impone el exclusivismo y destruye la comunidad

Los seminarios sobre el “DISCERNIMIENTO COMO PRÁCTICA ESPIRITUAL AL SERVICIO DE LA MISIÓN” por la Hna Daniela Canabinna, religiosa capuchina y secretaria de la CLAR, y sobre “SENSUS FIDEI” con Rafael Luciani, Profesor de Eclesiología y perito de la CELAM, fueron de mucho interés práctico:

La Hna. Daniela nos dejó claro que sin discernimiento la sinodalidad es impracticable: es un acto teologal que reconoce al Espíritu Santo en la historia, es la madurez de la fe y necesita entrenamiento comunitario y trabajo personal. La comunión en la diversidad no es simplemente un consenso, es dar con lo que Dios quiere para el bien común. Es un ejercicio de desposesión, donde vamos en búsqueda y no somos dueños de la respuesta. El discernimiento no se opone a la discusión, sino que la trasciende: exige apertura, desapropiación, humildad, libertad, oración, escucha recíproca.. La libertad interior da fuerza a la palabra y en el debate es necesario hablar con intencionalidad y luego decidir por discernimiento desde el consenso y en base a la obediencia al Espíritu Santo.

Rafael Luciani volvió al tema de la “teología bautismal redescubierta”: el Espíritu Santo se manifiesta a través de todos, es la “eclesiología pneumatológica”; el proceso sinodal ha permitido redescubrir el “Sensus Fidei”: el Espíritu Santo distribuye sus dones no solo desde los sacramentos, sino como quiere a través de los fieles: así la eclesiología incorpora la neumatología a la cristología. El Espíritu Santo es recibido en el bautismo, pero se activa cuando caminamos juntos, cuando somos y hacemos iglesia, en la interacción con los otros, en lo común.

En la Eucaristía dominical con el papa en la basílica de San Pedro nos pidió: “ayúdennos a ensanchar el espacio eclesial para que éste sea colegial y acogedor. Esto nos ayudará a afrontar con confianza las tensiones que atraviesan la vida de la Iglesia: unidad y diversidad, tradición y novedad, autoridad y participación.. dejando que el Espíritu las transforme. Comprometámonos a construir una Iglesia totalmente sinodal, totalmente ministerial, totalmente atraída por Cristo y por lo tanto, dedicada al servicio del mundo”. (Texto completo de la homilía).

El tercer milenio es probablemente el tiempo del Espíritu. El sínodo nos recuerda, como ya hizo el Vaticano II, la vital importancia del Espíritu en el seno de nuestra iglesia: el padre L. Novoa (Sacerdote Pasionista y Doctor en Teología fundamental), en su charla de apertura este curso en el centro Berit, nos habló del “Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y en la teología”, y nos decía: “el Espíritu Santo sigue siendo el gran desconocido dentro de la vida de la Iglesia, en la pastoral y también de alguna forma, en la reflexión teológica, puesto que en los programas teológicos no suele explicarse ninguna asignatura completa sobre el Espíritu Santo, sino que su estudio se incluye en el tratado De Trinitate, como hizo Santo Tomás en la Suma Theologica o bien en el tratado De ecclesia”. Efectivamente, podemos decir que el cristianismo occidental del segundo milenio ha sido eminentemente “cristocéntrico”, ya que el pensamiento teológico, la espiritualidad, la liturgia, ha estado centrada en Cristo, con un olvido evidente del Espíritu Santo; ha sido el concilio Vaticano II el que de una manera definitiva ha subsanado el olvido secular del Espíritu Santo y ha recuperado la conciencia de la importancia y el protagonismo del Espíritu Santo en toda la vida de la Iglesia. Pero hay que reconocer también, que este reconocimiento en la teología y en la doctrina oficial de la Iglesia del protagonismo del Espíritu Santo no ha llegado a penetrar muchas veces en la pastoral, la catequesis, la espiritualidad y la vida cristiana. Por eso, para muchos cristianos católicos el Espíritu Santo sigue siendo el gran desconocido.

Todos, todos estamos llamados a ser santos y a la misión: precisamente en medio del mundo, entre los hombres, nos convertimos en testigos vivos del Dios escondido. Lo cual no significa diluirse en el mundo, aunque estemos inmersos en las realidades del mundo: tendremos que aceptar la contradicción, la incomprensión y el rechazo que comporta la ruptura con lo mundano, tal como nos avisa el mismo Jesús. (Oración de Jesús Jn 17). En Evangelii Gaudium, también Francisco nos recuerda que todo el pueblo de Dios está llamado a colaborar en la instauración del Reino de Dios, y para eso lo primero que tenemos que hacer es llenarnos de la alegría de la buena noticia. La alegría es contagiosa y brota del encuentro personal con Jesucristo. Por eso un punto fundamental en el pontificado de Francisco ha sido la reforma de la Iglesia: somos comunidad congregada por el Señor para trabajar por el Reino y no podemos ser autorreferenciales, sino esencialmente misioneros, excéntricos, llamados a salir. Necesitamos por eso una conversión de estructuras en este cambio de época, que implique también una fundamental conversión personal.

En este tiempo de implementación del sínodo tenemos una oportunidad preciosa, donde nadie, nadie puede sentirse excluído: nuestro arzobispo nos anima con esta  carta pastoral que anuncia propuestas y ánimo para el camino.

Nuestra iglesia nos pide que seamos profecía y sal del mundo (Mt 5,13) pero para no desintegrarnos, ésto solo puede ser desde una fuerte experiencia de fe comunitaria, donde si no caminamos juntos no caminamos bien, si no SOMOS JUNTOS no nos alimentamos del Espíritu, y sin Él nada de lo que hagamos será para bien, porque no será nuestra misión ni la voluntad de Dios para nuestras vidas.

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