Dejad nacer lo nuevo. Carta del obispo de Barbastro-Monzón. 7 de diciembre de 2025

Ángel Pérez Pueyo
5 de diciembre de 2025

«Ahora es el tiempo favorable.» No un tiempo más: es el espacio donde Dios toca tu puerta y te invita a despertar. Como recuerda san Pablo a los cristianos de Roma, me gustaría también que este tiempo fuera entre nosotros un tiempo de alabanza compartida al Padre común donde superásemos todo recelo y división.

El profeta nos anuncia un mundo nuevo donde Dios viene a hacer posible lo imposible, a abrir sendas de paz allí donde crece la violencia, la desigualdad o el miedo.

Juan el Bautista, austero, libre, servidor insobornable de la verdad, surge como despertador espiritual para quienes viven dormidos en la costumbre o instalados en excusas eternas. Su mensaje es claro: “Conviértete”

Esta palabra, tan gastada hoy, nos recuerda que no hay conversión sin verdad: ni refugio en privilegios religiosos, ni autojustificaciones como las de los fariseos: “Abrahán es nuestro padre”. A estos les dice sin rodeos: “Dad el fruto que pide la conversión”. Fruto, no palabras.

Abre tu corazón a Dios, es decir, al desierto interior, donde la oración limpia los deseos; al hermano, que corrige y anima; a las periferias, donde Dios habita entre los pobres; a la vida revisada, donde nace la luz para caminar; a la formación, que mantiene despierto el espíritu; al cuidado del cuerpo y de la mente, porque Dios nos quiere enteros.

Déjate abrazar por Dios donde descubrirá tus miedos, cansancios y heridas, no para acusarte sino para curarte. Allí donde ves tus límites, Dios ve una oportunidad para obrar el milagro.
Dios no necesita de grandes gestos heroicos, sino que transformes lo cotidiano: que pases del del egoísmo a la generosidad; de la soberbia a la humildad; de la mentira a la sinceridad; de la violencia interior a la paz; de la apatía a la esperanza.

Basta con la hondura del que sabe que Dios merece algo más que indiferencia:

“Haz de nuestro corazón una amorosa posada donde Tú encuentres, Señor, una cuna preparada.”

Basta un sí que cambie el sentido de tu vida.

“No se trata de vivir arrastrado, sino en marcha”, recordaba el padre Severiano Blanco a los sacerdotes en el retiro mensual: caminad al ritmo de la gracia, dejad que Dios enderece lo torcido y despierte lo dormido. Por eso, este Adviento no te exige proezas, sino un sí pequeño y confiado. Un sí que permite que Dios nazca en ti. Un sí que transforma tu casa, tu comunidad y tu mundo. Un sí que hace verdadera nuestra Eucaristía y nos permite “alabar juntos a una sola voz” al Padre común y experimentar su fraternidad.

Con mi afecto y mi bendición,

Ángel Javier Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

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