Ignacio Álvarez: “La Virgen del Pilar quería que viniera a Zaragoza, lo tenía clarísimo”

Fabio Ovalle Medina
16 de noviembre de 2025

El domingo 19 de octubre, diáconos Luis Sierra, David Calvo, Ignacio Álvarez y Giovanny González fueron ordenados sacerdotes de la archidiócesis de Zaragoza, en una ceremonia presidida por D. Carlos Escribano, arzobispo de Zaragoza. Damos gracias a Dios por ellos y por su Sí al Señor e inauguramos una nueva serie de entrevistas-testimonio a estos cuatro neo presbíteros.

En el «Espejo de la Iglesia en Aragón» de COPE entrevistamos Ignacio Álvarez, vicario parroquial de la U.P. de Daroca. A continuación, transcribimos la entrevista.

Rocío Álvarez: Inaugura esta sección Ignacio Alvarez, que como ya les anunciaba al comienzo de este programa, es mi padre. Papa, bienvenido, buenas tardes. Eres padre y también sacerdote, una situación que puede chocar porque no es lo habitual. En tu caso, Dios te llamó años después de enviudar, ¿qué nos puedes contar de esa llamada?

Ignacio Álvarez: Bueno, en la JMJ de 2011 en Madrid, tomé la decisión de ir al seminario, dos años después de la muerte de tu madre. Y esos dos años fueron dos años de vocación muy fuerte. El Señor desde luego se empleó a fondo. Yo tenía un deseo grande de estar en la parroquia, de estar en el Sagrario, de estar con la biblia, de acuerdo, entonces, que llevaba la biblia de edición rústica de la Biblia de la Conferencia en Episcopal, y solamente quería estar allí, estar leyendo el Evangelio, consultando, era feliz en ese momento. Y tenía un deseo muy grande, pues de ser sacerdote, de celebrar la Eucaristía, de perdonar pecados, de comprender la escritura, comprender la teología, los evangelios, necesitaba estudiar bien, clarificar conceptos para poder dar razón de nuestra esperanza. Me llamaba muchísimo, era lo que quería hacer, me parecía un sueño ser aceptado en el seminario, de Santander, que es donde vivía yo en ese momento, contemplar lo que Dios había dicho a los hombres, y a quienes y cuándo, recibía algunas señales definitivas en Radio María, por ejemplo, que escuchaba mucho, pues algún comentario que me sonaba en el corazón, y luego también muy importante el Sagrario de la Catedral de Santander, donde yo pasaba algún tiempo y debajo del Sagrario hay una inscripción que ponen en más sagrarios, que creo que es Juan 11, 28 que dice: ‘el Maestro está aquí y te llama’, y me fijé un día especialmente en eso, y ya no tenía duda, ya no podía más, y ya tomé esa decisión.

R.Á.: Cuando nos hablaste de tu vocación a los hijos, de primeras también nos chocó, porque era como un cambio de registro (un momento, a ver, eres nuestro padre, abuelo de tus nietos, qué es eso de que ahora te vas a hacer sacerdote, ¿no?). Parecía algo incomprensible o incompatible. Sin embargo, Dios nos ayudó a entender enseguida, que todo cabía, en su orden, en su medida, con amor y con gracia. En tu caso, ¿cómo has vivido este proceso de aunar estas dos realidades, tu familia y tu nueva vocación, ahora ya como sacerdote ordenado?

I.Á.: Pues ha sido un proceso bonito, ha sido importante, no ha sido nada angustioso, pero sí que es verdad que ha ocupado tiempo. Un director espiritual que tuve en  Santander me dijo, tus hijos siempre serán lo primero. El Señor es verdad que dice el Evangelio: «El que quiere más a su mujer, a su padre, a su madre, a sus hijos, más que a mí, no es digno de mí», pero precisamente él nos ha dado a los nuestros para que los queramos. Y si lo queremos más a él que a los nuestros, es porque queremos más la verdad. Y si alguno de los nuestros vemos que no va por el camino adecuado, pues como queremos más a Jesucristo, pues ahí se lo estaremos diciendo porque le queremos a él también. Luego leía también en el Levítico cuando estudiaba que pone una frase que me llegó también al corazón, decía: «No te desentiendas de los tuyos», lo decía así, entonces dije, oye pues es verdad también. Eras mayores, tú ya casada con Gabi, con dos niños, María con su vocación y su otra vocación como médico, los tres pequeños terminando de estudiar o trabajando. Y yendo a lo práctico yo quería estudiar mientras terminaban ellos sus estudios, hablé con el obispo, D. Vicente entonces, y me dio el ‘ok’ y yo pude empezar a estudiar. No os dije nada a vosotros hasta que ya estuvo todo en marcha. Tuve una entrevista en el seminario impresionante, allí con ese marco del seminario de Santander, esa casa de los Jerónimos, esos claustros que tiene tan impresionantes, el despacho del rector, en fin, yo estaba emocionado y contentísimo. Ninguno os sorprendisteis mucho cuando os lo dije. Tú no te lo creías, me acuerdo que decías, «¡ay papa!» Y la verdad es que me gustó, pero a nadie le pareció mal. El Señor me quitó el trabajo ya al tercer año, porque yo empecé todavía trabajando y también lo dije así, tengo que seguir trabajando, pero voy ya estudiando y se me permitió. Y el Señor me quitó el trabajo y al tercer año me uní al 100% del curso oficial con los seminaristas. Nuestros ingresos disminuyeron, nos cambiamos de casa, pero todo con una ilusión grande. Y también os la fui contagiando a los demás, todos queríais que terminara y fuera ordenado. Terminé con la pandemia en 2020, pero la Virgen del Pilar quería que viniera a Zaragoza, lo tenía clarísimo. Vosotros seguís con vuestros planes, tú con más hijos, tus hermanos pequeños ya trabajando, yo seguía pendiente de vosotros, pero ya en la etapa de pastoral desde el seminario de Zaragoza, enviado a parroquias, primero la Santa Engracia y después al Portillo, ya jubilado laboralmente con total dedicación a las parroquias, la formación, la oración, vosotros, con la ordenación, primero de diácono con mis compañeros y después de sacerdote nos hemos felicitado todos y he recibido todo vuestro apoyo y de toda la familia para comenzar con paz e ilusión mi ministerio.

R.Á.: Ya para terminar estás destinado a varios pueblos de la Unidad Pastoral de Daroca, cuéntanos qué es lo que estás viviendo con más intensidad o de forma más especial, con más cariño o con más asombro desde que comenzaste tu misión como sacerdote.

I.Á.: Pues es impresionante, estoy allí viviendo en Villarreal de Huerva, en una casa parroquial que está reformada, que está muy bien, pero todo es impresionante. Llegas, es todo nuevo y luego la celebración de la Eucaristía, tremendo, tremendo, ojalá que no me acostumbre nunca. La celebración del perdón de los pecados, la confesión, la fe del pueblo de Dios, es una cosa que me sorprende muchísimo, como esperan el recibir el sacramento, como esperan en las parroquias que llegué el sacerdote corriendo del pueblo anterior, como te reciben con comprensión, como tienen esa fe tan grande, la verdad es que es una cosa muy grande, la acogida, es lo que más me impresiona.

R.Á.: ¿Y cómo ha sido es aterrizaje en Daroca, ese ir y venir a los pueblos, cómo lo has vivido?

I.Á.: Todo nuevo, pero sin angustia, todo nuevo todavía aterrizando porque llevamos muy pocas semanas, entonces todavía comprendiendo las rutas que tenemos cada uno, los tres sacerdotes que tenemos 28 pueblos, a mí me toca 9, la ruta del Jiloca y un poco más, entonces comprendiendo bien esas rutas, los caminos, es una aventura preciosa, he vuelto a ser joven otra vez, así que es una cosa que me encanta.

R.Á.: ¿Creo que has tocado tu primera campana?

I.Á.: Sí, hombre, siempre me ha hecho ilusión tirar de la cuerda y que sonara la campana y en Anento, hay una yo le dije, por favor déjame tocar a mí y toqué y me hicieron la foto.

R.Á.: Qué bien, papá. Muchísimas gracias por compartir con generosidad y con profundidad tu testimonio de sacerdote y tu fe, un regalo del Señor. Un abrazo, papá.

I.Á.: Un beso corazón.

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