El obispo de Barbastro-Monzón, responsable de la Pastoral Penitenciaria de Aragón, presidió sendas eucaristías en la parroquia de la Paz de Zaragoza y la cárcel de Zuera. En el día de la Virgen de la Merced, patrona de los cautivos y de quienes han sido privados de libertad, Mons. Ángel Pérez Pueyo llevó un mensaje de esperanza y misericordia, profundizando en la necesidad de Dios y la ternura de María ante las heridas del mundo y las rejas de la cárcel.
En el Centro Penitenciario de Zuera, Mons. Pérez Pueyo se dirigió a internos, funcionarios, y voluntarios de la Pastoral Penitenciaria para recordar que la Virgen de la Merced se hace presente para ser «bálsamo y caricia de Dios» para quienes se sienten ignorados o excluidos. El obispo subrayó que el amor de Dios «no conoce muros» y que su misericordia «no se detiene ante las rejas ni ante el pasado de nadie».
Su homilía se articuló en torno a reflexiones del Papa Francisco, recogidas en un decálogo que resonó como «bálsamo y también desafío» para los reclusos: La fragilidad compartida, La esperanza como tesoro, El amor de Dios alcanza todo rincón, La misericordia que espera, Una Iglesia que camina con vosotros, No quedar presos del pasado, Una cercanía que abraza, Dios perdona todo y siempre, La puerta de la esperanza y De exclusión a inclusión.
La Virgen de la Merced, concluyó, hoy deja este mensaje esperanzador a través de las palabras del Papa Francisco: «No sois olvidados. La esperanza sigue viva. Dios os ama, os perdona y os espera siempre».
En la Parroquia La Paz de Zaragoza, don Ángel habló de la identidad cristiana y el papel de María como bálsamo de Dios. “¿Y tú, de quién eres?”, preguntó el obispo, como punto de partida para reflexionar sobre la necesidad de contar con Dios ante un mundo herido.
El obispo describió un mundo marcado por «cicatrices» como la enfermedad , la injusticia de las guerras , la falta de un trabajo digno , la fragilidad de las relaciones familiares , y una sociedad cada vez más «individualista, consumista, excluyente». Estas realidades hacen que las personas se sientan «sin Dios, deshabitadas: perdidas, desorientadas, solas, vacías interiormente».
Frente a esta situación, la Virgen María de Nazaret es el «atajo más rápido y seguro» para descubrir a Dios. El obispo explicó que en María se encuentra no solo gracia, sino también el «bálsamo que alivia o cura nuestras heridas» y la señal que conduce a Jesús para liberarnos de cualquier esclavitud, «especialmente la del pecado».
Mons. Pérez Pueyo concluyó alentando a los feligreses a que su vida, configurada con Cristo Redentor , sea la expresión de la ternura de Dios y su «tarjeta de identidad, nuestra mejor carta de recomendación». Animó a los asistentes a contestar con orgullo a la pregunta inicial: “Yo, de María de Nazaret”.