Opinión

Araceli Cavero

La buena vida

14 de julio de 2025

Hace unos días estaba en un bar con una amiga tomando un vermut acompañado de unos mejillones intentando paliar un poco el calor asfisiante que hemos padecido los últimos días.

Después de contarnos nuestros respectivos achaques que ambas padecemos, me dice mi amiga; “¡Que bien viven los ricos! Si fuéramos ricas estaríamos comiendo pulpo, langosta ….”.

En ese momento en que estaba saboreando los deliciosos mejillones, no sentí ningún deseo de pulpo ni de langosta. Estaba disfrutando con los humildes mejillones que tenía delante.

Esto me hizo pensar que no necesito gran cosa para sentirme bien y feliz.

Vivo en un piso de 52 metros, que para mí es más que suficiente, con una pequeña terraza llena de macetas. Mi hijo dice que es una jungla. Pero en cuanto me levanto me siento en la silla para contemplarlas, ver como crecen, observar las flores, disfrutar del sol, del viento, ver las nubes como cambiar de formas…. Eso hace que piense en lo maravillosa que es la Creación y doy gracias a Dios por ese regalo que me hace.

Estoy jubilada y tengo una pensión que no es maravillosa, pero tampoco mísera, por lo que no llego a fin de mes con números rojos en el banco, como me sucedía cuando tenía que sacar adelante a mis dos hijos. Me queda un hijo y tengo cuatro nietos espléndidos, por los que también doy gracias a Dios.

Además, tengo muchísimas amistades a las que quiero mucho.

Con todo esto me considero muy, muy rica aunque no de dinero y posesiones, que no necesito.

No envidio a los que tienen más que yo y no necesito ser más que nadie. Para mí, mi pequeño piso es el más hermoso del mundo.

No tengo segunda casa en la playa o en la montaña, por lo que no tengo que contratar ningún seguro que me la guarde.

No tengo coche, por lo que no tengo que comprarme uno más grande que el de mi vecino.

¡Y sin embargo, soy rica y soy feliz porque tengo mucho más de lo que necesito!

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