SALMO 75
2 Te damos gracias, oh Dios, te damos gracias,
invocando tu nombre, contando tus maravillas.
3 “Cuando elija la ocasión, yo juzgaré rectamente.
4 Aunque tiemble la tierra con sus habitantes,
yo he afianzado sus columnas”.
5 Digo a los jactanciosos: no jactaros;
a los malvados: no alcéis la testuz,
6 no alcéis la testuz contra el cielo,
no digáis insolencias contra la Roca.
7 Ni del oriente ni del occidente,
ni del desierto ni de los montes,
8 sólo Dios gobierna, a uno humilla, a otro ensalza.
9 El Señor tiene una copa en la mano,
un vaso lleno de vino drogado:
lo da a beber hasta las heces a todos los malvados de la tierra.
10 Pero yo siempre proclamaré su grandeza
y tañeré para el Dios de Jacob:
11 derribaré el poder de los malvados, y se alzará el poder del justo.
INTRODUCCIÓN
Este salmo canta a Dios que viene como Juez Supremo. Esta venida ya próxima es motivo de alegría y de acción de gracias para los buenos y un aviso decisivo para los malos. El salmo está dominado por la certeza de que el Juez va a actuar. La venida del Juez trae consigo un cambio completo de cosas. Los que se alzan arrogantemente van a ser humillados y los humildes exaltados. Para dar más tono a su poema el salmista le confiere una forma literaria original: combina los géneros hímnico, profético y sapiencial. “Este salmo puede ser la respuesta del Señor a la tensa oración contenida en el salmo precedente” (A. Calmet).
REFLEXIÓN-EXPLICACION DEL MENSAJE ESENCIAL DEL SALMO
“Ese Dios que aparentemente aparecía silencioso, ahora rompe su silencio y habla” (v.2).
El salmista canta las maravillas de Dios. Estas maravillas son aquellas que van a acompañar al juicio de Dios sobre los impíos. Y esto dará honor y gloria a su nombre. “Invocar el nombre de Yavé es reconocer en él al Santo que no deja que exista el mal; el justo Juez va a ejercer el juicio” (M. Mannati).
En la Biblia Dios aparece unas veces como el lejano y otras como el cercano. “El Señor afirma: Lejos o cerca, yo soy Dios” (Jer 23,23).
En el salmo anterior ha aparecido como lejano. Ahora aparece como el cercano. Contra la ilusión del impío, convencido que Dios está lejos e indiferente a las acciones humanas, el poeta recalca que Yavé es un Dios cercano. Más aún, su nombre es: el cercano.
Esta cercanía no sólo se manifiesta en las acciones salvadoras para Israel, sino también en el juicio de los impíos y de los injustos que desafían su aparente silencio.
Frente a un mundo que se tambalea, hay unas columnas divinas bien afianzadas. (v. 3-4).
En el tiempo que Dios considere oportuno intervendrá para restablecer la justicia. La misericordia no puede coexistir con la permanente violación de la justicia.
El juicio se realiza en la historia y en el tiempo y tiene resonancias de tipo cósmico. Yavé, que es el autor y conservador del orden cósmico del mundo, es también el autor y conservador del orden moral.
Existe un paralelo entre el mal y la nada; entre la justicia y el ser. Si Dios ha llamado al mundo y a la humanidad al ser, Dios los convoca también a la justicia.
Y, aunque el hombre trate de arruinar este orden y esta armonía con su pecado, Dios mantiene bien firmes las columnas cósmicas que son también columnas morales.
El contraste entre terremoto de la tierra y estabilidad de las columnas es una metáfora cósmica para hablar de la inestabilidad de la historia humana y la inquebrantable estabilidad del proyecto divino.
“Por más altivo que quiera ser el hombre, su altivez será abatida por Dios, el único verdaderamente alto” (v. 5-6).
Hay unas apelaciones directas de Dios a los impíos: son necios, locos, arrogantes y perversos. Es un vano esfuerzo el pretender echar por tierra ese maravilloso orden que Dios ha puesto en la creación. La injusticia es un ataque frontal a ese orden.
El cuerno es una vigorosa metáfora oriental que sirve para indicar el poder, en este caso, orgulloso y blasfemo. Dios es el verdadero “cuerno de salvación” (Sal 18, 3). Los malvados quieren arrebatarle el poder a Dios. Hasta ahí llega su insolencia.
Hay un contraste entre el ponerse en alto de los soberbios y cielo, símbolo de la altura de Dios. El alto por excelencia es Dios. Esta actitud desafiante del hombre es ya vieja. Desde el orgullo de Adán de querer ser como Dios o el de aquellos que querían levantar una torre que llegara hasta el cielo, hasta la actitud del hombre moderno que quiere construir un mundo sin necesidad de Dios.
Es como la pretendida libertad absoluta y soberana que quiere reivindicar el hombre al margen de la voluntad de Dios.
“¡Yo soy mi libertad! Desde que me creaste yo ya no te pertenezco… No volveré bajo tus leyes; yo soy condenado a no tener otras leyes que no sean las mías… porque soy hombre, Júpiter, y cada hombre, Júpiter, debe inventar su propio camino” (Grito de Dresde a Júpiter).
El cuerno de los locos de todos los tiempos trataría neciamente de chocar contra la Roca indestructible que es Dios, en la vana tentativa de romperla.
La firmeza de la justicia divina es parecida a aquellas columnas cósmicas que no pueden ser erosionadas por el mar del caos y de la nada.
“Por encima de todos los poderes humanos se alza Dios que humilla a los poderosos y enaltece a los humildes. (v. 7-8).”
Alusión a los puntos cardinales. Para los impíos Dios está ausente tanto del horizonte cósmico como del horizonte histórico, y se creen con fuerza para continuar su carrera hasta el poder y la opresión.
¡Vana ilusión! La suerte de los hombres no va a surgir de ningún poder terrestre que venga de cualquier punto del horizonte. “La rosa de los vientos no tiene ninguna influencia sobre los destinos de los hombres” (J. Weber).
Por encima de todos los poderes humanos se alza Dios, el supremo juez, que asigna a cada uno su puesto en la escala del mundo. Sólo Dios juzga a los hombres. El juicio tiene dos aspectos: uno negativo – humilla a los soberbios e insolentes. Y otro, positivo – ensalza a los humildes.
“Dios se manifiesta haciendo justicia”. (v. 9).
“La copa de la ira”. Se trata de un vino de mezclas variadas y que bebido en cantidad, hasta la última gota con sus residuos, provoca náuseas y vómitos… hasta quedar, el que lo bebe, reducido a la nada. El juicio ha entrado en su fase ejecutiva. La copa ya ha pasado por los labios de los impíos de la tierra. Hay que beberlo totalmente porque el juicio es eficaz y total.
En Jer 25, 15-17 el juicio hiere a las naciones que oprimían a Israel. En el salmo es a nivel universal. Yavé debe retomar entre las manos a todo el mundo desde el punto ético y humano. Un mundo que parece escaparse de su autoridad. “Nosotros hemos dado a beber a los enemigos la copa de muerte que provoca la confusión, la desgracia y el oprobio” (poeta árabe).
En el salmo anterior el silencio de Dios había hecho mella en el alma del salmista. Daba la impresión de que Dios les había abandonado definitivamente.
Los enemigos se estaban aprovechando de esta situación. “Una noche reté a Dios a que, si existía, se declarase. Quedó mudo y nunca volví a hablarle… Yo estaba muy contenta de que no existiera” (S. de Beauvoir).
Dios se ha manifestado en este salmo haciendo justicia. Por eso el salmista está feliz y contento.
“La justicia divina se adelanta ya en este mundo” (v. 10-11.)
El salmista no dejará de cantar a este Dios justo, protector de Jacob, pueblo de Israel, que sabe restablecer, en el momento oportuno, la justicia al ensalzar a los oprimidos y al humillar a los opresores injustos. En cuanto este juicio implica un orden nuevo, universal, es siempre del futuro. Pero la fe y la esperanza lo adelantan al presente. El salmista en su devoción, como Ana en su cántico (1 Sam 2, 1-10) y María en el Magníficat (Lc 1, 45-55), vive ya en su momento la experiencia de la justicia futura. Y con él, como en prenda, lo viven también los justos. Y el reino de la justicia se va realizando, lentamente y en silencio.
TRASPOSICION CRISTIANA
Jn. 5,22-27: Cristo resucitado es realmente el único juez, el verdadero juez del mundo. “Ha entregado al Hijo todo el poder de juzgar… Y le dio el poder de juzgar por cuando que él es el Hijo del hombre”
Jn.3,10: “Y el juicio consiste en que vino la luz al mundo y los hombres amaron más las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas”.
San Agustín: “Este salmo opone al influjo del orgullo el remedio de la humildad; consuela a los humildes con la esperanza”.
Fromm: “La historia de la humanidad hasta el tiempo presente es la historia de la adoración de los ídolos, desde los primitivos ídolos de arcilla y de madera, hasta los modernos ídolos del estado, del jefe, de la producción y del consumo, santificados por la bendición de un Dios idolizado”.
Cardonnel: “Dios opera ante todo y en esto Él revela ser Dios, haciendo suya la causa de los oprimidos, de los últimos, de los olvidados. Dios se revela como quien suscita y crea a un pueblo que antes no era pueblo. Mientras otros dioses avalan las victorias de sus pueblos, es propio del Dios único intervenir en el corazón del abandono y del olvido. Así, la revelación se inicia con el más aplastado de los pueblos que pasa proféticamente desde la opresión hasta la libertad”.
ACTUALIZACION
Tal vez una de las causas por las que el ateísmo alcance mayor arraigo sea el que “la acción inmediata de Dios” se nota muy poco en la historia. Ante cualquier desastre individual, solemos decir: “La historia sigue su curso”.
¿Qué decir? Ciertamente, “los caminos de Dios no son como los nuestros” (Is. 55,8). Y a través de la Biblia hay un modo “desconcertante” del actuar de Dios para purificar nuestra fe.
A nuestro Padre Abrahán, Dios le había prometido que su hijo Isaac sería el hijo de la promesa. Y, sin embargo, a ese mismo hijo, le manda sacrificarlo. (Gn. 22,2). En la Anunciación, el ángel le había prometido a María cosas extraordinarias acerca de ese Niño:” Será grande, se llamará hijo del Altísimo, heredará el trono de David, su reino no tendrá fin”… Y lo que María ve, al pie de la Cruz, es a ese hijo crucificado en medio de dos ladrones. Y los hechos desmienten las palabras. ¿Qué hizo Abrahán? Se fio de Dios. ¿Qué hizo María? Lo mismo: se fio de Dios a quien “no entendió”. Y son los dos grandes personajes de la fe en el A.T y N.T.
Y ese Jesús que en la Cruz se siente “abandonado de Dios”. Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mc. 15,34) Termina abandonándose a Dios (Lc. 23,46).
Ante la situación vivida de la pandemia podemos adoptar dos caminos: el camino de la incredulidad al no ver actuar a Dios inmediatamente impidiendo estas desgracias o el camino de la fe: No comprendemos, pero nos fiamos de un Dos que es Padre, que sufre con nosotros y que no permitirá que el mal triunfe sobre el bien.
PREGUNTAS
1.- El salmista nos habla de un Dios en quien hay que saber esperar. En los momentos de duda, de oscuridad, ¿sé acudir a Dios con confianza?
2.- En el grupo o comunidad en la que vivo siempre hay cosas que me parecen injustas. ¿Sé descubrir la verdad en un encuentro sincero y comunitario con la palabra de Dios?
3.-Desde mi experiencia de fe, ¿qué les digo a tantas personas que dudan de Dios porque no actúa de un modo inmediato y fulminante en este mundo?
ORACIÓN
“No alcéis la testuz contra el cielo”
El cielo es la esfera donde Tú estás, el lugar de tu presencia. El cielo no es algo distinto de ti, eres Tú mismo. Ese cielo maravilloso tiene un pórtico que llamamos firmamento: con el sol, la luna y millones de galaxias en el espacio. ¿Quién no se ha estremecido alguna vez en el silencio de la noche, contemplando el parpadeo de las estrellas? ¿Quién no se ha conmovido al constatar que todas esas criaturas son obra de tus manos?
Y sin embargo hay personas a quienes el cielo no les dice nada. Ni se asombran, ni se admiran, ni se motivan. Incluso algunos, más osados, alzan la cabeza en actitud altiva y en plan desafiante. Son unos insensatos. Señor, haz que caigan en la cuenta de su error para que se conviertan y cambien de actitud.
“El Señor tiene una copa en la mano”
Señor, me llena de pavor el pensar que esa copa, como en el caso del salmo, está llena de ira y de cólera, preparada para darla a beber a los malvados. Recuerda que Tú bebiste en Getsemaní la copa de la amargura hasta las heces. Tú has bebido esa copa con amor para evitar que los pecadores la bebieran con dolor. Tú has tomado en tus manos la copa de la salvación y la has ofrecido a tu Padre-Dios en satisfacción de los pecados del mundo. Un día resucitaste y alzaste sobre el mundo la copa de la auténtica felicidad.
Tú nos llamas a beber de esa misma copa en el cielo. Mientras tanto danos cada día fuerza para beber la copa del amor sincero y desinteresado; la copa de la solidaridad; la copa de unas vidas ofrecidas y derramadas en favor de nuestros hermanos.
“Yo siempre proclamaré tus grandezas”
Hay días en los que me siento feliz y contento. Me dan ganas de alabarte, de darte gracias, de proclamar tu gloria. Pero otros días no tengo ganas de nada. Me cansa la vida; me aburre, me hastía. En esos momentos ni siquiera me acuerdo de ti. Dame, Señor, ganas de alabarte todos los días; de agradecerte todos los días y de proclamar por siempre tu grandeza.