“Señor, encarámame hacia Ti”

SALMO 59

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Líbrame de mi enemigo, Dios mío,

protégeme de mis agresores;

3 líbrame de los malhechores,

sálvame de los hombres sanguinarios.

4 Mira que me están acechando,

y me acosan los poderosos.

Sin que yo haya pecado ni faltado, Señor,

5 sin culpa mía, avanzan para acometerme.

Despierta, ven a mi encuentro, mira:

6 tú, el Señor de los Ejércitos,

el Dios de Israel.

Levántate y castiga a las naciones,

no tengas piedad de los traidores.

7 Vuelven por la tarde, ladrando como perros,

y vagan por la ciudad:

8 mira cómo sueltan la lengua,

sus labios son puñales:

“¿Quién nos oye?”

9 Pero tú, Señor, te ríes de ellos,

haces burla de los arrogantes.

10 Estoy velando contigo, fuerza mía,

porque tú, oh Dios, eres mi alcázar;

11 que tu favor se adelante, oh Dios,

y me haga ver la derrota del enemigo.

12 Dales muerte, Dios mío,

para que mi pueblo no lo olvide;

14 Que tu cólera los acabe,

que los acabe, y no dejen rastro;

para que se sepa que Dios gobierna en Jacob

y hasta el confín de la tierra:

15 Vuelven por la tarde, ladrando como perros,

y vagan por la ciudad:

16 dan vueltas buscando comida,

y hasta que no se hartan, van gruñendo.

17 Pero yo cantaré tu fuerza,

por la mañana aclamaré tu misericordia;

porque has sido mi alcázar

y mi refugio en el peligro.

18 Y tañeré en tu honor, fuerza mía,

porque tú, oh Dios, eres mi alcázar.

dispérsalos y derríbalos con tu potencia,

Señor, escudo nuestro.

13 Cada palabra de sus labios

es un pecado de su boca;

queden prendidos en su arrogancia,

en las mentiras y maldiciones que profieren.

 

INTRODUCCIÓN

          Salmo de lamentación y súplica por parte de un hombre injustamente perseguido. Es tenebrosa y abominable la imagen de unos enemigos ansiosos de darle muerte. El salmista pide a Dios que intervenga como “Dios vivo”. El salmista es un individuo ultrajado que debe tener un rango elevado en Israel. Es un representante de los fieles de Israel. Más que de extranjeros parece que aquí se trata de los propios israelitas infieles. La situación obedece a una crisis interna de Israel. Debido a la temática y vocabulario muy próximo a Isaías y Jeremías, el salmo habrá que situarlo en torno a la época del exilio.

 

DESARROLLO

 “Señor, encarámame hacia Ti” (v. 2-3)

Hay en estos versos una acumulación de adjetivos in crescendo para designar a los adversarios: agresivos, malhechores, sanguinarios. El salmista hace una invocación apremiante a Yavé. “Llamada a Yavé formulada en términos que dan a entender que está en juego la vida del que suplica” (Podechard).

La petición que le hace a Dios es ésta: Sálvame. Y al pie de la letra significa encarámame, es decir, ponme en una altura donde no puedan llegar los enemigos; hazme inaccesible a ellos. Bonita oración: elévame hacia Ti, ponme por encima de las cosas, de mis problemas; incluso de mis enemigos. Muy cerca de ti y ¡defiéndeme! La mayor defensa de los enemigos es ser santos, estar muy cerca y muy unidos a Dios.

“Me acosan y me atacan sin culpa mía” (v. 4-5).

El salmista muestra la injusticia de su persecución que aquí es descrita como un ataque militar. ¡Sin tener ninguna culpa! El salmista no dice que no haya cometido nunca ningún pecado. No es un presuntuoso. Él afirma categóricamente que no ha cometido el delito que se le acusa. Hay en el mundo muchas víctimas inocentes que claman a Dios y están representadas en este salmo. Pueden decir en verdad: “sin culpa mía”.

 “Despierta” ¿acaso Dios está dormido?  “Mira” ¿acaso Dios está ciego? (v.5-6)

“Despierta”. Hace salir al Señor de su sueño, su silencio, su inactividad. El salmista tiene certeza de que Dios va a intervenir: “Porque el Señor va a salir de su palacio para castigar por sus pecados a los habitantes de la tierra” (Is 26, 21).

En los ritos cananeos se habla de clamores para despertar. Con ellos se instaba a una divinidad agonizante a que despertara y volviera a la vida. En el salmo ha desaparecido el trasfondo mitológico. Los clamores sólo sirven para exhortar a Yavé a que intervenga.

El salmista apela a títulos solemnes del Señor: el Dios de los ejércitos estelares o soberano cósmico es el mismo Dios de Israel o soberano histórico. El Señor no puede mostrar piedad con los criminales que no quieren arrepentirse. No se trata de pecadores que quieren volver, que quieren reiniciar una nueva vida. Para ellos Dios siempre será indulgente y misericordioso. Se trata de los que no quieren arrepentirse, de los que están a gusto en su pecado, incluso disfrutan haciendo el mal. A esto muy bien se le puede llamar “pecado contra el Espíritu Santo”.  Tener piedad con éstos significaría crueldad con las víctimas inocentes. Así el propio Jeremías llega a decir: “No me dejes perecer con tu paciencia” (Jer 15, 15). Por lo demás siempre habrá que dejar el juicio a Dios.

 “Ladran como perros” Con su libertad, el hombre tiene poder para dejar de ser hombre (v. 7)

Este estribillo se va a repetir en el v. 15. Estos perros a los que alude el salmo no son los perros domésticos, amigos del hombre. Son perros salvajes, famélicos, peligrosos. Habitan en descampado y acceden a la ciudad para apagar el hambre con los desperdicios de la comida. Su boca babea y asoman colmillos relucientes como puñales. Su aullido suena a amenaza. Esos perros significan hombres ávidos, despiadados, con un hambre insaciable de devorar. Pero a estos hombres ¿se les puede llamar hombres?

 ¿Quién nos oye? (v.8)

Aquí hay una arrogancia blasfema contra Dios. Si hacemos el mal, ¿quién nos oye? ¿Acaso hay alguien que escuche? ¿Acaso no está demasiado alto para atendernos? Es una faceta del ateísmo. En aquella época es impensable el ateísmo teórico. Pero sí se daba el ateísmo práctico, es decir, el que piensa que Dios no tiene que ver nada con nuestras cosas. Es un Dios apartado totalmente de nuestra historia. El Dios bíblico mira, observa, actúa. El Señor dijo a Moisés: «He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas contra los opresores; conozco sus sufrimientos. He bajado a librarlo de los egipcios, a sacarlo de esta tierra” (Ex. 3,7).

 “El hombre puede reírse de Dios, pero Dios no se ríe de nadie” v. 9.

El salmo dice que Dios se ríe. Se trata de un antropomorfismo propio de los salmos. Colocan a Dios actitudes de los hombres. Dios respeta totalmente la libertad humana, incluso aunque ésta le lleve a morir en una Cruz. El salmista intenta destacar el dominio de Yavé sobre el Universo y la soberanía absoluta de Dios que, a veces, no sale aún de su ocultamiento pero que repele ya toda maldad.

 “Estoy velando contigo” (v.10)

Lo normal en el salterio es que Dios vele por el salmista, por su vida. Aquí parece que es el Señor el que ha invitado al salmista a unirse a su oración en vela. Rápidamente el salmista le ha dicho que sí, que está dispuesto, incluso que le encanta acompañarle en ese momento tan sublime. Los israelitas tenían organizadas sus velas nocturnas en el templo, recordando la noche en que el Señor estuvo vigilante para sacarlos de Egipto: “Esa noche el Señor estuvo vigilante para sacarlos de Egipto. Esa es la noche del Señor, la noche en que, en su honor, los israelitas también deberían estar vigilantes, generación tras generación” (Ex 12, 42).

La noche en vela es memorial de la vela que hizo el Señor al liberarlos. Pensemos en aquella noche del huerto de los olivos donde el Señor invitó a los discípulos a vigilar y orar. Pero ellos se quedaron dormidos. El Señor nos sigue invitando a no dejarle solo, a prolongar su oración “en la noche del mundo”.

“Dales muerte, Dios mío” (v.12) ¿Puede el autor de la vida escuchar esta plegaria?

El v. 12 no expresa un impulso inhumano de desear la muerte a nadie, sino el ardiente deseo que se haga visible en todas partes la demostración de la intervención de Dios y que esta intervención tenga efectos duraderos.

Ellos (los enemigos) van gruñendo… Pero yo cantaré tu fuerza, por la mañana aclamaré tu misericordia” (v. 16-17)

El yo del salmista contrapone enfáticamente al ellos. La mañana es tiempo de reconocimiento gozoso. La mañana clausura con júbilo la experiencia dramática. Se acabaron los gruñidos y aullidos. Es hora del canto. Cantando a Dios siente y expresa su liberación. Para ello selecciona dos atributos divinos ya mencionados: la fuerza para desbaratar a los agresores y la lealtad para proteger a su devoto inocente. Dios en persona ha sido su verdadero refugio.

 

 Al final, sólo queda la alabanza. (v. 18).

         “Y tañeré…” Hace poco había dicho velaré. Ahora dice: tañeré. Este cambio minúsculo y superficial del salmista revela un cambio profundo. Ahora el salmista estalla en una alabanza. No sólo vela, sino que canta, agradece, alaba. La oración es expresión de nuestra vida y debe manifestar lo que llevamos por dentro. Si tenemos un ánimo apagado hacemos una oración de súplica, de lamento. Si nuestro ánimo está jubiloso entona un himno de gratitud y de alabanza.

 

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

          Jesús conoce las jornadas intensas de sus adversarios: de Judas que acaudilla el tropel de guardias (Mc. 14,42), del Sanedrín que busca falsos testigos (Mc. 14,55-60), de los sumos sacerdotes que agitan la turba para pedir la libertad de Barrabás (Mc.15,11) “Gritan con su lengua afilada como espada”, despreocupados de Dios. El Padre celestial es siempre el Señor. Jesús lo sabe. Se pone al abrigo de su amor paternal, bajo su poder, abandonando el deseo de castigarles y vengar su muerte injusta.

 

  1. Brillet: “La fe no arregla automáticamente la vida… si así fuera esto sería el fin de la fe”.

 

Garrone:  “Si el alma no está en guardia…  peor para ella”.

 

Gregorio de Nisa: “La destrucción del hombre invalidaría la obra de Dios”.

 

         Dice el salmista: “Por la mañana aclamaré tu misericordia”. Y comenta San Agustín: “El que está lleno de bienes no encontró otro modo de llamar a su Dios que diciendo: ¡Misericordia mía! ¡Oh palabra bajo cuyo atractivo nadie puede desesperar! ¿Qué significa misericordia mía? Si hubiese dicho: “Salud mía! Lo entenderías porque da la salud; si hubiera dicho: Refugio mío, lo comprenderías, porque te refugias en Él; si hubiera dicho: Fortaleza mía. Lo discernirías, porque te da la fortaleza. Pero, ¿qué quiere decir Misericordia mía? Todo lo que soy dimana de tu misericordia…Como nadie hay mejor que tú, nadie más potente, nadie más espléndido en misericordia, por eso de Aquel que recibe el ser, recibe también el ser bueno. ¡Oh Dios mío, misericordia mía”. (Citado por Ángel Aparicio Salmos 42-72. Pg. 166).

 

         La fe contra el miedo. Cuando se cierne la derrota se ve uno presa del miedo y huye; así lo dice el salmo. El miedo sobrecoge la vida, la paraliza, nos obliga a vivir y a callar como a muertos. Por eso solemos decir: “Muertos de miedo”. La Resurrección de Cristo nos capacita para perder el miedo a la muerte y lograr la verdadera libertad.

 

ACTUALIZACION

           “Sin culpa mía”. Muchas personas de nuestra época pueden pronunciar esta palabra. Vas bien por la carretera y te viene de frente un borracho, un drogadicto y se te lleva por delante. ¿Qué culpa tenías tú? Vas por una ciudad paseando tranquilamente y te ves arrollado deliberadamente por un camión. ¿Cuál es tu culpa? Unos niños están tranquilos en su clase y aparece un tirador y mata salvajemente a todos los alumnos. ¿Quién responde de esas vidas inocentes? Vivimos en un mundo totalmente inseguro. Por otra parte, no podemos llevar cada uno un policía al lado.

Habrá que alzar la mirada a Aquel que, en plena juventud, fue injustamente ajusticiado, el único que “no ha tenido pecado”. Sólo la Resurrección de Cristo puede arrojar luz sobre tanta oscuridad. Dios Padre no dejó a su hijo en una tumba. Es verdad que, por un tiempo guardó silencio, después habló, gritó RESUCITANDOLO. Es la mejor manera de decirnos que no estaba de acuerdo con aquella muerte ni con ninguna muerte injusta. La muerte no puede tener la última palabra.

 

PREGUNTAS

 

  1. ¿A quién suelo acudir en los momentos de dificultad?
  2. ¿Sé encontrar en mi comunidad, en mi grupo, un alcázar seguro donde yo recobre la paz del corazón?
  3. Constantemente vienen a mí personas inseguras: con problemas, con desesperación. ¿Qué respuestas les estoy dando?                                          

 

ORACIÓN

 “Despierta, ven, mira”

A veces, Señor, me da la impresión de que estás dormido y quiero que despiertes. Me da la impresión de que estás lejos y quiero que te acerques. Me da la impresión de que estás distraído y quiero que me mires y me atiendas. Yo sé que es sólo una impresión. Porque si Tú pudieras dormir despertarías sin cosas. Si Tú te alejaras, mi corazón se quedaría frío, si Tú dejaras de mirarme, me moriría de pena. Si vivo es porque Tú estás despierto. Si vivo es porque Tú estás dentro de mí. Si vivo es porque Tú no te has cansado de mirarme. ¡Gracias, Dios mío!

“Tú eres mi alcázar”

Vivo en la ciudad. Paseo por las grandes calles y avenidas. Respiro por todas partes aire de libertad. ¡Qué hermoso es poder vivir tranquilo y en paz! Pero, de pronto, unos intrusos desconocidos asaltan la ciudad y perturban el orden. Por todas partes cunde el miedo y la opresión. ¿Qué hacer? ¿A quién acudir? Señor, en esos momentos levanto mis ojos hacia Ti, que eres mi refugio y mi alcázar. Contigo me siento seguro y recupero la paz.

“Señor, que tu favor se adelante”

Señor, permite que te pida que seas Tú quien se adelante. En realidad Tú me tomas la delantera. Me adelantas en sabiduría, en poder, en santidad…Pero, sobre todo, me adelantas en amor. Tú nos amaste primero. Haz que yo asuma siempre mi rol de ir por detrás. Quiero seguirte donde Tú vayas. Y bien amarrada mi mano al arado, porque yo no quiero volver la vista atrás.

“Tañeré en tu honor”

Señor, cuando Tú no estás todo suena a silencio mortal. Cuando Tú apareces todo se llena de música. Yo quiero cantar para Ti y hacer de mi vida una alabanza de gloria. Tú te mereces todo. Acepta esta pequeña flauta de mi vida y llénala de tu música para que nunca deje de alabarte.