Opinión

Víctor Vicente

2020, año olímpico

15 de enero de 2020

El 23 de junio de 1894, en el Congreso Internacional de París en la Sorbona, el francés Pierre de Coubertin creó el Comité Olímpico Internacional (COI) y el Movimiento Olímpico. ¿Para qué reinstauró los Juegos Olímpicos? Según sus palabras; “para ennoblecer y reforzar el deporte, garantizar su independencia y perduración, y darle la posibilidad de cumplir la misión educativa que debe desempeñar en el mundo moderno”.

Sin embargo, en ocasiones la comunicación del deporte hace que estas cuestiones queden en papel mojado. El deporte se convierte en una exhibición que no trasciende, de egos, de competitividad malsana, de rivalidad sin ética, de lucro obsceno. Para luchar contra ello, el Comité Olímpico Internacional pretende mantener una competición pura, independiente e internacional que ahonde según los principios fundamentales del Olimpismo. Lo resume muy bien en el primer artículo de la Carta Olímpica:

“El Olimpismo es una filosofía de vida, que exalta y combina en un conjunto armónico las cualidades del cuerpo, la voluntad y el espíritu. Al asociar el deporte con la cultura y la educación, el Olimpismo se propone crear un estilo de vida basado en la alegría del esfuerzo, el valor educativo del buen ejemplo, la responsabilidad social y el respeto por los principios éticos fundamentales universales”

Durante la Olimpiada (periodo de cuatro años entre dos celebraciones de los Juegos Olímpicos), y no solo durante la celebración de sus juegos, el estilo de vida del buen deportista debe ser coherente con los valores humanos y ello se manifiesta en el día a día, en los pequeños gestos con el resto de deportistas, en cada entrenamiento, en la derrota y en la victoria. En línea, destaco uno de los valores que exige la Carta Olímpica y que todo deportista debería manifestar en sus acciones cotidianas: la excelencia.

Según el ideal olímpico, este valor consiste en dar lo mejor de sí, ya sea en la competición o en la vida de cada día. No se trata únicamente de ganar, sino de participar, avanzar en la consecución de sus objetivos personales, esforzarse al máximo cotidianamente y aprovechar la sana asociación de un cuerpo, una voluntad y un espíritu fuertes.

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