Cada 11 de julio, se celebra la fiesta de San Ignacio Clemente Delgado y Cebrián, Patrono de los misioneros de la archidiócesis de Zaragoza desde 1988. Con esta ocasión en la Catedral Basílica de Nuestra Señora del Pilar se ha celebrado una eucaristía, amenizada con la tradicional “Misa Aragonesa” (Grupo de floklore aragonés Otero del Cid), en la que se ha pedido por los misioneros y misioneras que han fallecido durante este año. Actualmente, en nuestra diócesis tenemos 136 misioneros en activo de nuestra archidiócesis que están trabajando pastoralmente en América, África, Asia, y en Europa. De ellos, 18 son misioneros laicos, 64 religiosas (cinco de ellas en clausura), 38 religiosos, y 16 sacerdotes.
En el «Espejo de la Iglesia en Aragón» de COPE Fernando Mayoral, misionero diocesano en Japón. A continuación, transcribimos la entrevista.
Rocío Álvarez: Fernando, ¿cómo alguien que nace en San Mateo de Gállego acaba en Japón? ¿Cómo fue ese proceso de ver tu vocación a la misión?
Fernando Mayoral: Sí, bueno, yo a los 11 años ya sentí mi corazón la vocación sacerdotal. Entonces fui al seminario de Zaragoza, seminario menor, seminario mayor de Casablanca, ahora es distinto, el edificio ¿verdad? Y cuando ya me ordené de sacerdote, entonces yo sentí que Dios me llamaba para ser sacerdote, entonces en aquellos tiempos se necesitaba más fuera en las misiones, soy sacerdote de la Iglesia. Entonces hay una organización para los sacerdotes diocesanos que quieren a las misiones que se llama IEME en letras breves Instituto Español de Misiones Extranjeras cuya dirección está en Madrid. Entonces me puse en contacto a través del señor obispo, y entonces ya me puse a disposición que me mandaran a donde fuera, pero nunca pensé Japón, yo creí que Japón pues era para la gente intelectual, no sé. Y entonces me dicen a dónde quieres ir a misiones, yo soy sacerdote de la Iglesia, me manden a dónde sea y enseguida me dicen pues a Japón. Entonces en aquel entonces en 1967, éramos unos 25, unos fueron a África, otros a América y tres fuimos a Japón. Entonces en Japón no es que vaya uno por sí solo, no, no, fuimos tres compañeros, uno de Palencia, dos de Pamplona y yo de Zaragoza. Y allí había otro grupo de este Instituto Español de Misiones Extranjeras y fuimos acogidos por ellos y así, pues comencé en Japón en 1966.
R.Á.: Además, 55 años son muchos, supongo que tantas décadas te habrán dado la oportunidad de aprender a acercarte, pues a una cultura tan diferente a la española. ¿Qué aspectos Fernando destacarías del pueblo japonés? Teniendo en cuenta la forma en que has podido acercarte a ellos y hablarles de Jesucristo.
F.M.: Cuando llegué yo a Japón, dije, hay que nacer de nuevo. Y para nacer de nuevo, pues otra vez meterme en el vientre de mi madre, es imposible. ¿Qué se parece? Entonces en Tokio, había la única escuela para aprender a japonés era en Tokio y allí fuimos bastantes misioneros. Yo encontré la oportunidad de una familia japonesa y viví dos años con esa familia japonesa una forma de comenzar otra vez de niño, a nacer de nuevo para conocer el mundo japonés, la cultura japonesa. Y todos los días iba y venía la escuela que me llevaba entre ida y vuelta tres horas. Entonces con esa familia japonesa, pues he ido aprendiendo no tanto el japonés como la cultura, porque yo comenzaba a estudiar japonés y no podía expresarme muchas veces. Y en esa familia no eran católicos y el esposo tenían dos hijos de 18 y 20 años, me dijo un día: Fernando, estudias mucho japonés y un día lo hablarás, pero mira, japonés que hablan aquí en Japón hay muchos, somos nosotros. Sí, lo que necesitábamos eran personas de corazón bueno, corazón bueno, este señor era sintoísta y al mismo tiempo budista. Entonces pues eso fue para mí también un principio muy bueno y estudiando el japonés, pero ir conociendo la cultura, los costumbres, el ser japonés hasta que terminé la escuela dos años que es un principio, porque después hasta que no llevas cuatro, cinco años no te puedes soltar en japonés y después he ido a los distintos lugares que el obispo me ha ido encomendando en comunión con los compañeros, porque eso sí, sólo uno sólo no puede ir, ese es nuestro criterio y acompañados de equipo de grupo, aunque te toque estar en un sitio sólo por lo menos una vez a la semana, nos juntábamos tres y cuatro y cinco compañeros, que eso es el fruto de esta institución misionera que es el Instituto Español de Misiones Extranjeras, por el cual los sacerdotes diocesanos pueden ir a misiones a través de este instituto.
R.Á.: Fernando y me decías que también estuviste en el terreno educativo, ¿no? Durante estos años en Japón.
F.M.: Bueno, en Japón hay dos elementos fundamentales, que es la educación y la empresa, o sea la escuela y la empresa, todo sirve para eso, todo el mundo gira alrededor de estos dos fundamentos, la escuela y la empresa y la escuela no se cierra nunca, incluso en vacaciones, está siempre abierta, participas de actividades. Entonces desde antiguo, todos los haría antiguamente en Japón, los católicos son muy poquitos, muy poquitos, yo he tenido dos poblaciones de una de población de 120 mil habitantes, había 80, 90 católicos y en otra población de 80 mil y solamente había siete u ocho católicos, pero junto a la Iglesia, siempre desde antiguo se edificaba una escuela parvulario, digamos, de dos a seis años. Y curioso, ¿eh? Entonces el misionero en Japón tiene que buscar trabajo, puede estar todo el día en su casa y nadie le molesta, nadie va y le compañía, pero tiene que ir a buscar trabajo, Señor, dame trabajo. Entonces estos medios de la educación y de la cosa social, educación a través de los niños, las maestras, fíjese, estos parvularios, por ejemplo, estaba responsable de tres parvularios. Ningún niño es católico, un parvulario de 150, otro parvulario de 100 niños, otro de 50, ningún niño es católico, las maestras, ninguna es católica, y todos los días las maestras se enseñan a rezar a los niños y venían a la Iglesia. Y uno se pone en contacto con estos niños, con las maestras, y eso aquí en España tal vez sea inconcebible. Y se va cogiendo cariño y se van como cuando vine a vivir aquí, porque hay un tiempo en que a mi condición física y mental ya no, cómo lloraban, cómo se despedían padre, no se marche a España, quédese aquí más tiempo. Entonces a través del sistema educativo puedes contar, ponerte en contacto con los niños y con las familias para dar testimonio del mensaje de Jesucristo, de la esperanza y de alegría.
Y luego otro fundamento de la cosa social, a través de la cosa social de visitar enfermos en los hospitales, yo estuve durante 10 años, estuve como empleado del ayuntamiento para guiar a ciegos, me llevaban del ayuntamiento y los llevaba a los ciegos al médico, al karaoke, etcétera, y ese fue un testimonio también, a través de estas actividades, uno va dando mensaje de la nueva noticia, de sentir a Jesucristo, vivir con esa esperanza como decía al principio usted.
R.Á.: Pues muchísimas gracias Fernando por contarnos y relatarnos tu testimonio como misionero. Recordamos también que se puede colaborar de muchas formas con la misión, con la oración, con el tiempo dedicado, incluso también como voluntario, con la delegación de misiones, que tenemos aquí la diócesis y también importante con las donaciones económicas que ayudan a nuestros misioneros a sacar adelante tantos proyectos, desde luego para cualquier aclaración y más información quien esté interesado puede llamar al arzobispado y preguntar por la delegación de misiones y pues allí podéis aclarar todo lo que lo que necesiten. Pues gracias, gracias de nuevo Fernando, un saludo.
F.M.: Gracias, adiós, adiós.