Un curso para la ilusión

Carlos Escribano Subías
12 de mayo de 2022

El sábado 7 de mayo comenzamos el curso organizado por la delegación diocesana para el Plan Pastoral VITA, sobre marketing religioso impartido por Carlos Luna, laico dominico de Madrid. 

Como os decía el pasado mes de marzo en este mismo espacio (cfr. 27-3-2022), el curso pretende dotarnos de la metodología adecuada y de los instrumentos necesarios, que nos permitan hacer propuestas renovadas de evangelización en nuestras parroquias y comunidades. Estamos aprendiendo a conocer mejor la realidad que nos rodea y acercarnos a ella, “cruzar a la otra orilla”, para poder buscar nuevos espacios donde proponer el evangelio. En el curso de las sesiones iremos profundizando en crear contenidos renovados en nuestras propuestas de evangelización que despierten interés real en los destinatarios y les ayuden a abrirse a la trascendencia, siguiendo una metodología adecuada que nos permita descubrir nuevas variables a la hora de definir nuestras propuestas. Y, a su vez, mejorar nuestras comunicaciones para que sean más eficaces y evangelizadoras. Todo ello a la luz del Espíritu que es quien guía nuestros pasos en los retos pastorales que tenemos delante.

Más de ochenta laicos y sacerdotes, participamos en la primera sesión. El ambiente que se percibía en la misma era de optimismo e ilusión. El encuentro comenzó con una dinámica/reflexión que nos invitaba a hacer una sencilla prueba en equipo para conseguir un logro, en un tiempo determinado, que en primera instancia parecía casi imposible. Esa invitación inicial que en principio parecía intrascendente, creo, particularmente, que se convirtió en un magnífico ejemplo de por donde deben transcurrir nuestros esfuerzos. Lo digo por lo siguiente: mientras intentábamos superar la prueba de forma deslavazada y descoordinada era imposible hacerlo en el tiempo previsto. Conforme empezamos a organizarnos de forma espontánea, escuchando a gente que en el grupo aportaba ideas coherentes y capacidad de organización, fuimos logrando acercarnos al tiempo propuesto, hasta que después de unos cuantos intentos lo conseguimos. El devenir de la dinámica no estuvo exento de dificultades: algunas provocadas por el cansancio que producía el repetir la prueba sin conseguir los frutos deseados, la incredulidad hacia propuestas un tanto arriesgadas que parecían irrealizables, el vencer el hecho de que casi no conocíamos a otros participantes y nos daba cierto “reparo” el entusiasmarnos para conseguir el reto que se nos proponía. Si os soy sincero, creo que fue una gran enseñanza que ilumina también el reto pastoral que tenemos delante. Lo digo porque muchas veces no trabajamos en comunión aportando con entusiasmo los talentos recibidos, no tenemos paciencia al escucharnos con capacidad de acoger, desconfiamos de las ideas creativas de los otros, queremos abandonar ante las primeras contrariedades, nos instalamos y parece que nuestra zona de confort es inamovible…     

Como os comentaba, una sencilla reflexión para arrancar, que entiendo que nos va a ayudar a recibir, con los poros abiertos, las muchas aportaciones que Carlos Luna nos va a ir haciendo en las próximas sesiones. Estoy convencido de que, con la fuerza del Espíritu Santo, seguro que encontramos muchos caminos ilusionantes para seguir transmitiendo el Evangelio en nuestra querida tierra.

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