Recepción del Concilio

60 ANIVERSARIO DE LA APERTURA DEL CONCILIO VATICANO II (3)

Nos queda todavía una coda final de esta llamada de Francisco a volver a la ‘actualidad’ del Vaticano II.  Coda para el miércoles que viene. Así terminaba la semana pasada, después de recordar este juicio del Papa emérito Benedicto XVI sobre el Concilio Vaticano II “En realidad, un nuevo concilio resultó ser no sólo significativo, sino necesario… De este modo, la fuerza positiva del Concilio también está emergiendo lentamente” y a la escucha positiva del otro.

                Las opiniones sobre el Vaticano II van de un extremo al otro. “El concilio fue la chispa para la ruptura de la Iglesia” (Cardenal Müller). “El Vaticano II es un acto absoluto de la Providencia” (Juan María Laboa. Historiador de la Iglesia). Opiniones que siguen existiendo todavía hoy. La opinión negativa es, muchas veces, fruto de la ideología personal de quien la defiende. La ideología es el modo de pensar de quien juzga todo desde sus criterios inamovibles, afirmados de antemano ante cualquier tema o toma de postura ante la realidad. Juzga todo desde su modo de pensar sin estar abierto al diálogo.

Las divisiones, en la Iglesia, aparecen cuando los criterios humanos se hacen más fuertes o tienen más peso en el corazón que los criterios de la fe. Ocurre cuando se pone la propia manera de pensar por encima de la fe. Eso es la ideología religiosa.

Sin usar la palabra ‘ideología’, Francisco, en la homilía sobre el 60 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, que estamos presentando, refleja distintas posturas ideológicas ante el Concilio.

“¿Me amas? Apacienta —concluye el Señor— mis ovejas. No piensa sólo en algunas, sino en todas, porque las ama a todas, las llama a todas afectuosamente “mías”. El buen Pastor ve y quiere a su grey unida, bajo la guía de los pastores que le ha dado. Quiere —tercera mirada— la mirada de conjunto. Todos, todos juntos. El Concilio nos recuerda que la Iglesia, a imagen de la Trinidad, es comunión”. Este es, según Francisco, el modo eclesial de acoger el Concilio.

Sin embargo, avisa el Papa: “Cuántas veces, después del Concilio, los cristianos se empeñaron por elegir una parte en la Iglesia, sin darse cuenta que estaban desgarrando el corazón de su Madre”.

                Una parte de la Iglesia: ideología. Lo que coincide con mi manera ya fijada de pensar.

No obstante, hay y siempre habrá personas de maneras distintas de pensar. Es necesaria la pluralidad, no el uniformismo, pero con una unión con Cristo y afecto a la Iglesia tan fuerte que evite que esas diferencias lleguen a ser división. Aquí entraría ya la ideología, no la fe.

Con su claridad habitual el Papa enfrenta posturas ideológicas en la Iglesia frente a la actitud eclesial correcta: “Cuántas veces se prefirió ser “hinchas del propio grupo” más que servidores de todos, progresistas y conservadores antes que hermanos y hermanas, “de derecha” o “de izquierda” más que de Jesús; erigirse como “custodios de la verdad” o “solistas de la novedad”, en vez de reconocerse hijos humildes y agradecidos de la santa Madre Iglesia. Todos, todos somos hijos de Dios, todos hermanos en la Iglesia. Todos Iglesia, todos”.

                La ideología nos hace “hinchas del propio grupo”. La Fe: “servidores de todos”.

                Que existan “progresistas y conservadores” no es que sea negativo y peligroso por sí mismo. Puede ser fruto de honestidad al relacionar la fe y la realidad que nos rodea y tomar una decisión que puede no coincidir con la de otros. Lo no cristiano es dejar de ser hermanos por esa cuestión. No relacionarse, no dialogar, incluso casi ni saludar.

                Lo mismo se puede decir “de derecha” o “de izquierda”. Ya nos dijo Pablo VI hace muchos años que “Una misma fe cristiana puede conducir a compromisos diferentes” (Octogessima Aadvenins, 50. 14 mayo 1971) Lo decisivo es que esas opciones no nos alejen de los demás y, sobre todo, del sincero deseo de ser de Jesús y de seguirlo.

                Y con claridad y gracejo nos invita a pensar si somos “custodios de la verdad” o “solistas de la novedad”. Ambas posturas igualmente intransigentes. Exclusivistas. Rechazo del otro. ¿Personas seguras? ¡No, por favor!

                Frente a eso,hijos humildes y agradecidos de la santa Madre Iglesia “. Humildes: aceptar lo que somos. Cada uno no somos ‘la’ Iglesia, sino un sencillo miembro, sea cual sea nuestra vocación y misión. Y de esa gozosa pertenencia, surge la acción de gracias por pertenecer al Pueblo Santo de Dios. En definitiva:“Todos, todos somos hijos de Dios, todos hermanos en la Iglesia. Todos Iglesia, todos”.

“Te damos gracias, Señor, por el don del Concilio. Tú que nos amas, líbranos de la presunción de la autosuficiencia y del espíritu de la crítica mundana. Líbranos de la autoexclusión de la unidad. Tú, que nos apacientas con ternura, condúcenos fuera de los recintos de la autorreferencialidad. Tú, que nos quieres una grey unida, líbranos del engaño diabólico de las polarizaciones, de los “ismos”. Y nosotros, tu Iglesia, con Pedro y como Pedro te decimos: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amamos” (cf. Jn 21,17)”.

¿Ya está todo dicho? Falta, si no la hemos dado ya, tu respuesta y la mía. Positivas, claro.