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Opinión

José Antonio Calvo

Monjes y monjas: no sirven para nada

25 de mayo de 2018

Monjes y monjas. No sirven para nada, sino que sirven a Alguien. Sirven a Dios y, por eso, se consagran a buscar y contemplar su rostro. Su misión tiene que ver con la liturgia y con la comunión, por ello, decimos que son signo de lo que todos esperamos alcanzar en el cielo.

Liturgia: es la obra de Dios, el trabajo principal de un monje; celebrar con toda dignidad y en toda su extensión la misa, el resto de los sacramentos y la liturgia de las horas. Sin prisas, sin esas creatividades absurdas, que brotan de la falta de mirada profunda; con solemnidad, porque los actos litúrgicos tienen al menos, tanta importancia como la creación del mundo y de la vida; con sencillez, que no es sinónimo de descuido, sino de humildad… como la Virgen, dando a luz a la Luz.

Comunión: en comunidad, en intimidad, en familia que solo tiene labios para hablar de Dios, alabándole siempre. ¿Intimidad?, ¿clausura? Sí, la propia de un corazón orante. Que estas comunidades no estén visibles en los eventos diocesanos o universales, no significa que no estén presentes. Generalmente, están más que presentes: son el corazón que ama amando.

Por nosotros. Todo lo hacen por nosotros. ¿Qué podemos hacer nosotros por ellos y ellas? Tenerlos presentes. Orar por y con ellos, conocer su modo de vida, visitar sus casas para unirnos a sus celebraciones, llevar a nuestras familias, especialmente a niños, adolescentes y jóvenes… Es siempre muy enriquecedor compartir un rato el domingo con una comunidad monástica en el templo y en el locutorio.

¿Por qué digo esto? Porque yo sí visito a las monjas y me dicen que, aunque no están solas, cada vez sienten menos la cercanía de las parroquias y los movimientos.

Algo podremos hacer, algo debemos hacer.

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