PASCUA DE RESURRECCIÓN: 12 de abril de 2020

Raúl Romero López
6 de abril de 2020
PASCUA DE RESURRECCIÓN 

INTRODUCCIÓN

En los relatos de Resurrección aparecen exclamaciones. ¡Es verdad! También se cantan himnos al Resucitado. Y el himno canta lo que las palabras son incapaces de expresar. Y se condensa la fe en un credo sencillo: “Si profesas con tus labios que Jesús es el Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo” (Rm. 10,9).  Debajo de la corteza de estos viejos textos, debemos escuchar el gozo y la admiración de una Comunidad que ha quedado asombrada por este acontecimiento y ha vibrado de emoción y de entusiasmo.

LECTURAS

Hechos, 10,34.37-43; Col. 3,1-4;

EVANGELIO

Jn. 20,1-9.

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo:

– «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

 

En la Primitiva Comunidad fue necesaria la fe en la Resurrección. Sin experiencia pascual no se podía concebir un cristiano.  Y ahora tampoco. Pero los caminos pueden ser distintos. Y en este relato se nos manifiesta que hay tres personajes: La Magdalena, Pedro y Juan y, sin embargo, cada uno va a tener acceso al encuentro con Cristo Resucitado de una manera diferente.

1.– María Magdalena se encuentra con Jesús a través de “su corazón apasionado”. 

María busca el cadáver de Jesús. Ya que no puede verle, ni oírle, ni besar sus pies, se conforma con tener su cadáver para perfumarle. Esa precaria y fugaz presencia le servirá para paliar ese gran dolor que le produce el vacío de una “sentida y contumaz ausencia”. María Magdalena derrocha amor a Jesús por todos los poros de su ser, pero le falta fe. Está desfasada. Se ha quedado con el Cristo histórico y no ha dado el paso al Cristo de la fe. La aparición de “aquel hortelano” en el jardín no le basta. Aquellos interrogantes ¿A quién buscas? ¿Por qué lloras? todavía le ahondan más su dolor. Sólo cuando la llama por su nombre y en una exclamación le dice ¡MARIA! cae en la cuenta de que es Jesús el que la llama. Cuando una persona está enamorada, sólo el nombrar a la persona amada, le emociona, le estremece y no le deja hablar. Y, como no tiene palabras, la respuesta es otra exclamación: “RABONI”. María Magdalena nos ha abierto un camino para encontrarnos con Jesús– Resucitado: “El camino del corazón”.

En estos dos meses malhadados de marzo y abril, miles de hombres y mujeres se han quedado en el camino. Ha sido muy duro porque no se nos ha concedido ni el precario gesto de acompañar los cadáveres. Pero la muerte no ha podido con el amor. Les seguimos queriendo. Y este camino del amor nos lleva a la fe.  Jesucristo ha resucitado no sólo para Él sino para todos nosotros. Él ha ido por delante “a prepararnos un lugar, para que donde Él está estemos también nosotros” ((Jn. 14,3).   No busquemos a nuestros difuntos donde ya no están. Les busquemos donde realmente están: “En el mismo corazón de nuestro Padre Dios”.

2.– Pedro necesita apariciones para llegar a la fe.

El texto nos dice que “entró en el sepulcro, vio las vendas y el sudario, pero no dice que “creyera”. De hecho, Jesús tuvo la delicadeza de aparecerse a él solo en el lago de Tiberiades.  Era normal que para superar el impacto de haber visto a Cristo muerto en una Cruz, fuera necesario que Cristo se les hiciera presente a través de las Apariciones.  Nos lo recuerda el mismo Pablo: “Se apareció a Jacobo, luego a todos los apóstoles, y al último de todos, como a uno nacido fuera de tiempo, se me apareció también a mí (1Cor. 15-7-8). Seguramente que nuestra fe hoy no sea tan robusta como para prescindir de “apariciones”. Y esas apariciones existen si, como Pablo, hemos dejado a un lado las cataratas que nos impedían ver y hemos estrenados los nuevos ojos del amor para ver a Dios a través de los hermanos. En estos días tan trágicos se han dado en nuestras clínicas, en nuestros hospitales, en el cuidado a los enfermos, “verdaderos milagros del corazón”. Qué derroche de generosidad, de delicadeza, de ternura. Esas son las verdaderas apariciones de Jesús en nuestro tiempo. “Nosotros sabemos que hemos pasado dela muerte a la vida porque amamos a los hermanos” (1 Jn. 3,14).

3.– Juan se encuentra con Jesús sin necesidad de apariciones.

Nos lo dice el texto de hoy: «Entró, vio, y creyó”. Se puede llegar a la fe sin necesidad de apariciones. Y ésta es, a mi juicio, la manera que llegó María, la Madre de Jesús, al encuentro con su Hijo Resucitado. El evangelio no nos dice que Jesús se le apareció a su madre. Tampoco vemos a la madre de Jesús acompañar a las mujeres al sepulcro a embalsamar el cadáver de su Hijo. Cristo resucita el primero en el corazón de su madre. No tiene apariciones porque no las necesita. María, “la creyente” fue la única que esperaba la Resurrección. Y en aquel apagón de la fe al morir Jesús, la única lámpara encendida fue la de María, su Madre. A través de la Palabra de Dios, profundizada por el Espíritu Santo, tenemos un acceso a la fe del Resucitado. Sin necesidad de apariciones, con la Palabra de Dios, en la fe desnuda, nos podemos encontrar con el Resucitado. Y podemos hacer nuestra la bienaventuranza de Jesús a Tomás “Dichosos los que sin ver, creyeren” (Jn.20,29).                                                     

PREGUNTAS

1.- ¿He tenido alguna experiencia de haberme encontrado con una persona con la que me sentía muy lejos y, al perdonarnos y abrazarnos, he experimentado un gozo especial?

2.- ¿Soy de las personas que necesitan ver para creer?

3.- ¿He tenido momentos en la vida en que no he dudado de que Jesús estaba dentro de mí?  ¿En la lectura de la Palabra? ¿En la Eucaristía?  ¿En el encuentro con los hermanos?

SALMO 26-M

No es el fin del mundo

«Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Todopoderoso,

di al Señor: Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti» (Sal 90)

No es el fin del mundo…

pero algo gordo está pasando

solo hay que ver

las calles vacías

los hospitales saturados

los templos cerrados.

No es el fin del mundo…

porque los árboles están brotando

los niños siguen naciendo

y tenemos unas ganas enormes de vivir.

No es el fin del mundo…

porque los teléfonos y las tablets

están abiertos las 24 horas del día

porque necesitamos

decirnos unos a otros que estamos vivos,

darnos besos y abrazos invisibles

libres de virus,

y compartir oraciones

para que Dios nos libre de la peste funesta.

No es el fin del mundo…

porque seguimos creyendo

que Dios no nos ha abandonado

– ¿cómo un Padre va a abandonar a sus hijos? –

y porque nadie sabe cuándo será el final

ni siquiera el Hijo de Dios, solo el Padre (Mt 24,36).

No es el fin del mundo…

pero todos sabemos

que no podemos seguir viviendo

pensando solo en nosotros mismos

como si los demás no existieran

como si el fin justificara los medios

como si Dios no pintara nada en nuestras vidas.

No es el fin del mundo…

pero sí final de una etapa de alta montaña

que ha dejado:

muchas víctimas en la cuneta

y al mundo perdido en su laberinto.

Ahora toca, sin demora,

recuperar al equipo

porque la carrera es muy dura;

redescubrir valores olvidados

que den vida y esperanza universales;

ponerse el mono de trabajo

para entre todos hacer un Mundo Nuevo

más humano, más justo y más fraterno,

pensando globalmente y actuando localmente.

No es el fin del mundo…

Julián del Olmo

26-marzo-2020

Este evangelio, en verso, suena así:

Al clarear el domingo

se extendió la gran noticia:

Dios resucitó a Jesús.

«Su tumba estaba vacía».

El Padre Dios actuó
devolviéndolo a la vida.

El poder de la verdad

triunfó sobre la mentira.

El Padre dio la razón

a Jesús, a su «utopía»

de crear un mundo nuevo

de paz, amor y alegría.

En Jesús Resucitado

Dios nos dejó una «semilla»:

invitación a buscar

todas «las cosas de arriba» o

ya no podemos quedarnos

lamiéndonos las heridas.

Los creyentes entonamos

una nueva melodía.

Queremos ser almacén

de libertad, armonía,

esperanza, paz, amor,

servicio, luz y acogida.

Con gran gozo celebramos,

Señor, tu Pascua Florida.

Resucitados, comemos

tu Pan en la Eucaristía.

(J. Javier Pérez Benedí)

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