Hay grupos sociales que están sufriendo las consecuencias de la pandemia con mucho más rigor: los parados, las familias que viven la marginación, los sin techo, los enfermos…. y los presos. Esa población que, para la mayor parte de la sociedad, es una población invisible. La fiesta de la Virgen de la Merced, su patrona, nos recuerda cada año su existencia y desde Pastoral Penitenciaria de Aragón queremos hacernos eco de las condiciones en las que están pasando la pandemia los funcionarios y presos de las cárceles de Zuera, Daroca y Teruel.
FRÁGILES ESLABONES
Si para todos está siendo una dura prueba hacer frente a la amenaza del Covid-19, para las personas que viven y trabajan en las cárceles lo ha sido de manera mucho más exigente y deteriorante. Los presos, últimos y frágiles eslabones, han visto cómo su vida cotidiana era trastocada por medidas que restringían su mínima autonomía y hacían más difíciles los pequeños resquicios de apoyo familiar y afectivo. Para ellos, las cadenas se han multiplicado.
Las actividades de Pastoral Penitenciaria de celebración, formación y acompañamiento religioso han tenido también importantes restricciones. Actualmente, solo en una de las tres cárceles de Aragón pueden entrar los voluntarios de Pastoral Penitenciaria para realizar actividades. En las otras dos solo entra el capellán para celebraciones y encuentros personalizados con los internos que lo solicitan.
RESPUESTA POSITIVA
Esta situación nos ayuda a comprender cómo la pandemia no es igual para todos. Hay colectivos, en este caso las personas privadas de libertad y los funcionarios de prisiones, que la están sufriendo de manera más intensa y problemática. En honor a la verdad también hay que decir que, en general, tanto los funcionarios como los reclusos han respondido positivamente a lo que la situación exigía.
Los trabajadores adaptándose profesionalmente a las nuevas circunstancias, a pesar las limitaciones de plantilla. Los presos también han sabido entender que son circunstancias especiales las que les toca vivir -doblemente encarcelados, por la cárcel y por la pandemia- y que preservar la salud de todos debe ser una prioridad.
A la Virgen de la Merced, nuestra patrona, le pedimos, en estos duros tiempos, que cuide con su amor de madre a toda la población penitenciaria, que proteja y acompañe a los más frágiles y que a todos presos, funcionarios, capellanes y voluntarios nos dé salud y paz.