Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Odio

14 de julio de 2021

No llegaremos a ‘acostumbrarnos’ (gracias sean dadas a Dios y al ser humano) a los brutales asesinatos de unas niñas por su padre; de un negro por ser negro y, por tanto, sospechoso; de una mujer delante de sus hijos; de una joven descuartizada y escondida por su pareja; de un homosexual por serlo o por sospecharlo; un mendigo por diversión del grupo. No sigamos. La lista sería larga, interminable.

Nos manifestamos. Condenamos. Gritamos… Algo que sí hay que hacer. Callarse sería justificar lo insoportable, pasar por alto el lado oscuro del ser humano y de la sociedad. No darle ninguna importancia. Esta reacción espontánea es esperanza de que no nos acostumbraremos. Nos convertiríamos en co-culpables de tales atrocidades.

El motivo de nuestra protesta no puede reducirse a la característica de la persona asesinada: negro, niño, mujer, homosexual, mendigo, emigrante… Eso sí, la característica le da un significado especial a ese asesinato. Es un ataque mortal a una persona por su característica concreta. Personas rechazadas por ser lo que son y cuya condición hay que respetar y valorar humanamente. Pero lo que no falta en ningún crimen es que se trata de una persona humana. Esta es su dignidad central por encima de cualquier condición personal. Y la que nunca se respeta. Se mata a una persona, aunque sea por su condición concreta. No es solamente el desprecio inhumano a la condición del asesinado, sino a su ser: persona. Y que merece un respeto y acogida total, sea cual sea su característica particular.

Hay un paso más que dar que en nuestras protestas no aparece con la importancia que tiene. Es la causa de estas muertes: el odio. A este debemos ayudarle a que vaya desapareciendo de nuestra sociedad y también de los que nos manifestamos justificadamente ante tales hechos. Porque también podemos odiar.

““El odio es una pasión que se manifiesta allí donde hay un ser humano… No nacemos para odiar sino para amar. Pero el odio existe, por tanto, nos tenemos que preguntar cuál es su génesis y por qué aparece en las personas y en los colectivos, manifestándose en las redes y en las calles contra determinados grupos de población… Nadie feliz, satisfecho de sí, puede odiar»[1].

Los psicólogos dan una primera razón: la no valoración de sí mismos: “Es inimaginable que alguien que se acepte a sí mismo sin problema alguno, que asuma sus propias deficiencias, que se poseen, y que al mismo tiempo odie”[2].

En el otro extremo nos encontramos con la persona que se cree superior, aunque en el fondo no se lo cree, y desprecia hasta el límite al que ve como inferior. Ve en el otro algo que no le gusta y no llega a ver lo interior que hay en sí mismo: su falta de humanidad y aceptación del otro.

Porque “lo que es evidente es que no se trata de una pasión inmediata ni espontánea, sino reactiva: no odiamos gratuitamente, sino que hay razones, aunque sean falsas o inventadas, que nos llevan a desear el mal de un determinado colectivo o persona. El odio gratuito es muy difícil de explicar; que un individuo se levante por la mañana y odie a otro, es muy extraño. Generalmente hay algún tipo de reacción a una herida o a una humillación” [3],

El odio no es “una pasión inmediata ni espontánea», pero “que se manifiesta allí donde hay un ser humano”. Por tanto, se puede educar a la persona humana para que no odie, para que aprenda a no odiar y dominar sus bajos instintos. Familia, escuela, parroquia, actividades, prensa, radio, tv…

Jesús es el gran maestro espiritual de la no violencia, del perdón, del amor. Su afirmación: “todos vosotros sois hermanos” (Mt 23,9) resume su mensaje para superar el odio. Empaparse de Jesús es un camino de solución.

Un reflejo de este camino de Jesús es la reacción del padre de Samuel Luiz asesinado en la madrugada del 3 de julio viernes en La Coruña, presuntamente por ser homosexual. Era hijo único. El padre, al igual que su hijo, profesa la religión evangélica. Escribió en el lugar donde mataron a su hijo: “Nos quitaron la única luz que iluminaba nuestra vida. Sabemos que vamos a tener un camino muy largo por recorrer, estaremos apoyados en nuestra familia, amigos y compañeros que nos ayudarán a salir de este camino oscuro. Agradecemos a todos vuestras oraciones y muestras de cariño. Agradecer a nuestra maravillosa ciudad A Coruña. Gracias de corazón. Que Dios pueda recompensar todo el cariño que nos estáis brindando. Un abrazo muy fuerte a todos y deseamos que nunca más llegue a ocurrir otro día tan negro como el que estamos viviendo”.

Y pidió en declaraciones al programa Espejo Público de tv que “nadie utilice la muerte de mi hijo políticamente”. No quiere que “este terrible homicidio sea utilizado como bandera de nadie”. Solo pide que “se haga justicia, que se detengan a los culpables y que Samuel solo sea recordado como una persona muy buena, alegre, que odiaba la violencia, trabajador y amigo de sus amigos. Nada más”. Por último, pidió que se ore por la situación y que tragedias como esta no se vuelvan a producir y declaró: “Si todos los que vayan a la manifestación llevan un paquete de comida y lo entregan a Cruz Roja, sé que mi hijo sería feliz. Él era sanitario en Cruz Roja y siempre ayudó a la gente”.[4]


[1] Francesc Torralba en el programa A primera hora, de Radio Estel, el martes 8 de julio. Publicado en Religión Digital 11 julio 21.

[2] CARLOS CASTILLA DEL PINO, EL ODIO, Tusquets Editores. Barcelona 2002, pág. 31.

[3] Francesc Torralba. Ibidem.

[4] Protestante Digital. En Religión Digital 6 julio 21

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