Al principio de la cuarentena todo me costaba un mundo. Había que reconfigurar horarios, gran peso del cole cayó sobre nuestra espaldas y urgía compaginar el teletrabajo, con la cocina, la casa, los niños y la introducción de hábitos saludables alejados de la selva de la anarquía y de las pantallas. Mi marido y yo nos sentamos y diseñamos un horario. Un horario que por supuesto hemos acabado incumpliendo. Los días cada vez empezaban y acababan más tarde.
De nuevo, hemos creado otro horario más realista y hemos forzado el cambio de nuestros hábitos del sueño. La visión negra de todas las nuevas ‘obligaciones’ se fue clareando y el enfoque es mucho más positivo. Es bueno organizar un momento único para levantarse de lunes a domingo, merece la pena esforzarse en que los niños, con flexibilidad, sigan avanzando en los contenidos del cole y los momentos de teletrabajo son una ocasión nueva de revisar procesos y de despejar la mente de lo puramente doméstico.
Además, he comprobado que esta ocasión forzada de confinamiento nos ha devuelto una calma placentera y positiva y nos ha obligado a sacar provecho de la situación. A saber:
– Una cocina más pausada y amorosa (generando más felicidad a nuestra familia en torno a la mesa)
– Mas tiempo para el deporte (ganando en voluntad y salud)
– Mas tiempo con nuestros hijos (karaokes, parchís, acuarelas, ¡incluso crochet!)
– Retomar hobbies pasados.
– Mas poderío sobre las emociones ( sonreír cuando no sabes qué va a pasar, cuando estás harta de estar encerrada como lo están tus hijos…)
– Sacar de ti fuerzas que no sabías que existían (hacer malabares con los gérmenes exteriores, mantener la calma en casa y a la vez estar alertas y conscientes, aplaudir a las 8 y criticar al gobierno, estar en casa anormalmente todo el día y preparar tu mente y la de los tuyos ayudando a sobreponernos a la situación)
– Y, por supuesto, mirar al Cielo y confiar nuestras vidas al que tiene todos los pelos de nuestra cabeza contados.