No os dejaré huérfanos

Pedro Escartín
13 de mayo de 2023

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del VI Domingo de Pascua – A –

Seguimos escuchando la conversación de despedida de Jesús con los discípulos en la Última Cena. El evangelio de hoy (Jn 14, 15-21) conserva unas palabras particularmente consoladoras: «No os dejaré huérfanos. Volveré. Yo le pediré al Padre que os dé otro “Paráclito”». Pero la palabra “paráclito” sólo aparece en los escritos del evangelista Juan. ¿Qué quiso decir con ella?

– ¿Por qué usaste una palabra tan poco frecuente en los autores del Nuevo Testamento? -he dicho a Jesús nada más vernos- No es un reproche, pero tampoco está en nuestro vocabulario…

– Pues tendréis que ampliar el vocabulario -ha respondido sonriendo y ha añadido-: Vamos; ya están servidos los cafés, recógelos y te lo explico.

Me he acercado a la barra, he aprovechado para pagar y he llevado las dos tazas hasta la mesa.

– ¡Gracias! -me ha dicho-. Mira: en vuestra vida personal y en la vida de la Iglesia, el Espíritu Santo es tan necesario como yo y el Padre, aunque con frecuencia le dais menos importancia. Cuando rezáis, casi siempre viene a vuestros labios el “Padre nuestro”, con el que yo os enseñé a orar, u os ponéis a hablar conmigo, sin invocar antes la ayuda del Espíritu. No está bien que dejéis al Espíritu en la sombra. Aunque los tres somos un solo y único Dios, también somos tres personas distintas y cada una os infundimos nuestro peculiar aliento. Si olvidarais las prisas, cuando empezáis a orar, y os detuvierais a mirar en vuestro interior, os daríais cuenta de ese aliento peculiar que tanto yo como el Padre y el Espíritu os ofrecemos.

– Llevas razón en lo de las prisas. Tú nos dijiste que no rezáramos como quien sólo busca salir del paso, cumplir o, lo que es peor, aparentar, y tus palabras fueron muy gráficas: «tú, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mt 6, 5-6).

– Por eso, tenéis que empezar por invocar al Espíritu Santo para que os ayude a “cerrar la puerta” y a mirar al Padre cara a cara. Antes te ha sorprendido que llamé “paráclito” al Espíritu. Esta palabra tiene un amplio significado: el Paráclito es “ayudante”, “asistente”, “sustentador”, “protector”, “abogado”, “procurador” y, sobre todo, “animador e iluminador” en el proceso interno de la fe. Mientras que yo intercedo ante el Padre por vosotros, desde que, una vez resucitado, vivo junto a Él, el Paráclito actúa aquí, en la tierra, en la comunidad cristiana, haciendo esa diversidad de tareas que su nombre significa.

– ¿Y cómo las realiza, si no conservamos ninguna palabra suya? Los evangelios nos han guardado tus palabras, pero del Espíritu sólo nos dicen que se derramó sobre los que iban acogiendo la predicación de los primeros discípulos -le he dicho un poco perplejo cogiendo entre las manos mi taza de café y mirándole a los ojos-.

– Pues, justamente, como su nombre indica: soplando en vuestro interior. Se lo dije a Nicodemo cuando le hablé de que tenía que nacer del agua y del Espíritu: «El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu» (Jn 3, 5-8). El Espíritu es como el viento: no se ve, pero se siente; no se puede asir, pero refresca en las horas de bochorno y fortalece para hacer la tarea, aunque sea ardua…

– ¿Por eso dijiste: «No os dejaré huérfanos»? -le he interrumpido-.

– Sí y porque, además, el Espíritu os irá recordando y haciendo comprender, en cada momento de la historia, todo lo que os he dicho.

– ¡Qué olvidado tenemos al Espíritu! Tendré que enmendarme -he dicho poniéndome en pie y mirando hacia la puerta-.

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