Siempre hay que regresar a Galilea

Domingo de la Santísima Trinidad. Y sin embargo el evangelio empieza hablándonos de Galilea. No escuchamos complicados tratados teológicos sobre las procesiones intratrinitarias (relación entre las tres personas divinas). Galilea evoca sencillez, evoca vuelta a los orígenes. Quizás la fe en la Trinidad también tenga mucho de sencillo: confiar, abrirnos a esa protección y cuidado que Dios –uno y trino- nos dispensa. Los once han regresado a Galilea y esta mención no es solamente un lugar geográfico sino un lugar teológico. Allí empezó todo, allí está la patria chica de Jesús, Nazaret, allí empezó Jesús a predicar. Allí curó, allí infundió esperanza a tanta gente. Jesús resucitado regresa al Padre y pide a los suyos que continúen su misión. Regresar a Galilea puede significar también para nosotros que la misión de Jesús la debemos llevar a cabo en nuestra vida corriente, la de cada día.

Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo: la familia divina

Jesús durante su ministerio público había hablado siempre de su Padre Dios. Jesús procede de Dios, dice y hace lo que ha oído decir y visto hacer a su Padre.  Recordamos también los largos ratos de oración que Jesús pasaba ante Dios. También Jesús nos hablará del Espíritu Santo que habría de venir cuando él ya no estuviera, cuando él ya hubiera regresado al seno de Dios. Jesús no actuó nunca, ni actúa, por su propia cuenta. Por eso ahora, cuando manda a los suyos a la misión les pide que bauticen en el nombre de la Trinidad.  La causa de Jesús no se puede entender sin la referencia a Dios Padre y al Espíritu.  Ya que la voluntad inquebrantable de Dios de establecer una alianza de amor con el género humano se ha hecho tangible en Jesucristo y se mantiene en este tiempo gracias al impulso del Espíritu Santo. Además los discípulos tendrán que enseñar, a los que quieran iniciarse en la fe, todo lo que aprendieron de Jesús.

Creer en la Trinidad es confiar

En la misión no estamos solos. En nuestra Galilea particular, ahí, en nuestra vida cotidiana es donde estamos llamados a ser testigos de Jesucristo, ahí contamos con todo el apoyo de Dios Padre, de su Hijo Jesús y del Espíritu Santo.

Aquellos buenos hombres y mujeres, los primeros discípulos no intentaron explicar con la razón lo que estaban viviendo. Vacilaron, pero al final se fiaron de Dios y de la palabra de Jesús y eso les hizo entregarse con todas sus fuerzas a continuar la misión con resultados realmente extraordinarios.  Creer en la Trinidad es confiar.