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Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Necesitar lo no necesario

8 de mayo de 2019

La publicidad tiene dos caras. Por una cara, nos informa de lo que nos ayuda a vivir y a convivir mejor, por decirlo de modo sencillo. Por la otra, pretende convencernos de que necesitamos lo que no necesitamos, por decirlo también de modo simple. Cierta publicidad enseña a las personas a estar siempre insatisfechas y contribuye a la cultura del usar y tirar, donde la misma persona termina convertida en material desechable. Por ejemplo, los ‘viejos’.

Esta publicidad pone en práctica ese dilema tan conocido -¿cada vez menos recordado?- de ‘ser’ o ‘tener’. La publicidad generalista propone normalmente el tener por encima del ser. Para ello nos presenta su producto como imprescindible para vivir al modo actual. Intenta convencernos de que la grandeza está en tener lo último. Para ser más hay que tener más.

Además, como consecuencia, nos hace olvidar que hay muchos millones de personas que no pueden ‘ser’, ni existir, por ‘no tener’ lo realmente necesario e imprescindible para vivir: techo, tierra, trabajo… pan, agua, servicios, escuela, medicinas, comunicaciones… Aunque es verdad de la buena que hay personas con pocos ‘haberes’, pero de una riqueza interior envidiable y de una solidaridad desbordante. Lo que ya es más difícil es una persona ansiosa por tener y que esté abierta a un interior más humano y a una acogida solidaria a los demás.

Frente a esta tendencia de impulsar el tener como meta deseable para vivir bien, el modo realmente humano de vivir con dignidad es el SER. El ser pertenece al espíritu de la persona, a su interior, a los valores humanos, a las virtudes que se cultivan, al desarrollo de las cualidades personales, a la sensibilidad por el otro… Para esto no ayuda el tener más de lo que necesitamos. Tampoco el tener menos. Para ser, tener lo necesario ayuda. Tener lo que no necesitamos y buscar todavía más, eso sí que no nos ayuda a ser. Estamos llamados a descubrir y experimentar que se puede SER MÁS CON MENOS. Repito: estas personas existen y, seguro, que conocemos a más de una.

Valorar más el ser que el tener se va consiguiendo con un crecimiento personal desde la paciencia, desde la perseverancia, desde la convicción. Para valorarnos como personas necesitamos estar convencidos de que no es positivo centrarnos en la posesión de cosas, de que siempre son inferiores al ser humano; de que están a su servicio, no el ser humano al servicio de las cosas.

Un crecimiento personal y social que lo vamos consiguiendo ejercitándonos en el consumo ético y correcto, en lugar de comprar más y más. Sin olvidar la educación de niños y jóvenes en esta práctica. Estamos construyendo el futuro. ¿Qué dirección tomar?

Pensando globalmente, para la subsistencia del planeta y del ser humana, sabemos que el crecimiento económico no es ilimitado y, mucho menos, cuando tantos millones de seres humanos no han superado el nivel de la inequidad, de la injusticia, del hambre. A nivel global necesitamos un decrecimiento económico y de las necesidades de los que vivimos en países enriquecidos, ya que el nivel de consumo de estos países no es en absoluto universalizable si queremos respetar la creación y la dignidad y posibilidad de vivir de quienes vendrán después de nosotros.

La grandeza no está en tener lo último ni lo mejor. La grandeza está en no necesitar lo que realmente no necesitamos para vivir dignamente. Se trata de vivir más sencillamente para que los demás puedan sencillamente vivir. Y para que el ser prevalezca sobre el tener.

¡Qué bien lo dice el dibujante EL ROTO con su clásico humor negro y, a la vez, iluminador, aunque no siempre estemos de acuerdo en todas sus críticas, claro! (Es un aviso para curarme ante sus detractores totales):

  • Mami, ¿qué es el vacío existencial?
  • Pues que tenemos muchas cosas.

Pues eso, añado yo. Y lo corrobora este recuerdo del filósofo Javier Gomá: cuando entra a comprar en esos templos del consumo, “en estos momentos me acuerdo de mi padre, quien, cuando entraba en una gran superficie, solía exclamar en un tono cómicamente solemne: ‘¡Cuán grande es el número de cosas que no necesito!’.

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