«Momento de la vergüenza»

“Os confieso que estoy muy afligido por la tragedia que una vez más se produjo en los días pasados en el Mediterráneo. Ciento treinta inmigrantes han muerto en el mar. Son personas, son vidas humanas, que durante dos días enteros han implorado en vano ayuda, una ayuda que no ha llegado. Hermanos y hermanas, interroguémonos todos sobre esta enésima tragedia. Es el momento de la vergüenza. Recemos por estos hermanos y hermanas, y por muchos que siguen muriendo en estos dramáticos viajes. Recemos también por aquellos que pueden ayudar, pero prefieren mirar para otro lado”.[1]

Pandemia, fiestas insolidarias y ofensivas a tanto dolor, paro, familias sin ingresos, colas del hambre, negocios que cierran… Problemas reales y muy duros. Atenderlos, buscar soluciones… no nos permiten olvidar otras negras realidades como los emigrantes. Ante ellos -son personas- podemos reaccionar de dos maneras. 1ª: “En tiempos de pandemia, con una crisis que ha sumido a tantas familias en la pobreza, es fácil que alguien alimente la ira y la use como arma política. Y los migrantes se convierten en blanco de estos sentimientos»[2]. 2ª: Algunos “se preguntan ¿qué tenemos que ver con eso?, o piensan que ‘se lo están buscando’. Nos acostumbramos a registrar una contabilidad que ya no hiere nuestra indiferencia». [3]

Mi reflexión de hoy, como ya se puede observar, está construida con frases de personas comprometidas hasta el fondo con esta situación. Es más realista y honesto por mi parte.

«La causa principal de la pobreza en las naciones de origen de los migrantes radica en las opciones políticas, económicas y geoestratégicas de los países ricos que favorecen la explotación de los recursos locales, en complicidad con dirigentes corruptos que se mantienen en el poder oprimiendo a sus pueblos».

«No podemos seguir mirando para otro lado, ni asistir al triste e innoble escenario de gobiernos que descargan las responsabilidades los unos sobre los otros en detrimento de las vidas humanas, cuyo valor parece hoy inexistente».  

«El mar Mediterráneo es el lugar de sepultura de miles de migrantes y lo seguirá siendo si la comunidad internacional no se decide a actuar. El rostro de cada una de las víctimas representa una cicatriz de violencia, miseria, pobreza, hambre e impotencia, frente a la cual es necesaria la voluntad política de promover el crecimiento de los países menos desarrollados y de apoyar la democracia a través de la participación del pueblo».

“Basta de tragedias humanas de migrantes que se consumen «en la indiferencia internacional»: es hora de actuar. Por ello, pedimos a los «responsables políticos» que «adopten mecanismos que permitan una migración segura y legal»; que «hagan lo posible por acoger con dignidad a los migrantes, víctimas de la explotación y la corrupción» …; que «ofrezcan un amplio apoyo a las ONG dedicadas a la acogida y el acompañamiento de los migrantes, para que puedan llevar a cabo su misión. Todo a fin de prevenir las causas de la migración.

«Todos debemos sentirnos responsables y no olvidar que los migrantes dejan sus países por culpa de una sociedad moderna injusta que no les permite vivir con dignidad en su tierra... La atención sobre el drama de los migrantes no debe decaer, es más: es necesario que «la indignación vaya seguida de acciones concretas». [4]

En el Mediterráneo de la muerte, está afectada España. Somos parte importante. Pero, además, estamos en el Atlántico, en Canarias, donde también llegan, si no se ahogan, muchos emigrantes. Y donde, a veces, parece que los ‘almacenamos´.

Estamos urgidos a “tener el coraje de decir la verdad. La injusticia del comercio internacional, el hambre, las guerras inducidas en países ricos en minerales, los regímenes políticos dictatoriales que saquean y reprimen a su pueblo, las persecuciones políticas y religiosas, las mafias internacionales, el uso de los flujos migratorios como forma de presión política. Estas son las razones y nuestros países no son extraños».

“Optamos por luchar contra estas personas, y no contra los conductores». España y la Unión Europea deben «salvar vidas y al mismo tiempo no escapar de la responsabilidad hacia los países de origen. La Unión Europea y el Estado español deben entender que no se pueden crear guetos insulares. Como dice el Papa Francisco, en los países de destino hay que buscar el justo equilibrio entre la protección de los derechos de los ciudadanos y la garantía de acogida y asistencia a los migrantes».

«Para un cristiano, el migrante es ante todo un hijo de Dios, un hermano con una vida marcada por el dolor y el sufrimiento, que busca la esperanza de una vida mejor. No podemos permanecer ajenos a su dolor o indiferentes cuando se trata de apreciar la extraordinaria contribución de quienes llegan a nuestras sociedades envejecidas. Tampoco podemos ignorar la complejidad de este drama».

“Nuestras parroquias se han convertido en lugares de acogida, la gente aún conserva el espíritu de solidaridad».[5] Solidaridad, buscada y ejercida en donde vivimos y trabajamos, es nuestra inapreciable e imprescindible aportación personal y eclesial.


[1] Francisco. Regina Coeli. 25 abril 2021

[2] José Mazuelos. Obispo de Canarias. Religión Digital 5 mayo 21.

[3] Cardenal Zuppi, Arzobispo de Bolonia. Religión Digital. 4 mayo 21.

[4] Hasta aquí, frases de la nota de Caritas Internacional tras el naufragio de migrantes ocurrido el 22 de abril frente a las costas de Libia y en el que perdieron la vida más de 130 personas. Vatican News.

[5] José Mazuelos. Obispo de Canarias. Idem.