El 24 de febrero se celebró una sesión jurídico informativa en la Casa de la Iglesia, en Zaragoza (Plaza de la Seo, 6). María Álvarez de las Asturias presentó la ponencia ‘La nulidad matrimonial, mitos y leyendas’, destinada a resolver dudas sobre todos los aspectos que rodean esta realidad. La conferencia fue seguida del sentido homenaje a los difuntos Federico Aznar y Prisca Jiménez, en agradecimiento a su labor y dedicación.
- Licenciada en Derecho y en Derecho Canónico por la Universidad Pontificia Comillas (Madrid), María Álvarez de las Asturias ha sido casi veinte años Defensora del Vínculo y Promotora de Justicia en el Tribunal Eclesiástico de Madrid (1998-2016).
- Hace diez años, fundó el Instituto de Orientación Personal y Familiar Coincidir, que hoy dirige. Además, ha publicado numerosos libros divulgativos de éxito, como Una decisión original. Guía para casarse por la Iglesia (Ed. Palabra) o La nulidad matrimonial. Mitos y realidades (Digital Reasons).
¿Qué es exactamente la nulidad matrimonial?
La nulidad matrimonial es constatar que a una unión que, aparentemente, nació como matrimonio, le falta alguno de los requisitos necesarios para que, realmente, surja un matrimonio.
¿Cuáles son estos requisitos?
Para reconocer un matrimonio como válido, la Iglesia pide que se den, a la vez, en el momento del sí, quiero, tres elementos: dos personas, varón y mujer, sin impedimentos (sin una prohibición para contraer matrimonio); un consentimiento válido y suficiente; así como la forma jurídica eficaz, que quiere decir que hay que prestar el consentimiento ante un sacerdote o diácono y dos testigos. Tienen que darse en el momento del sí, quiero los tres elementos para que surja válidamente un matrimonio.
¿Qué implicaciones humanas y personales puede llevar consigo una nulidad matrimonial?
Cuando una persona llega a solicitar una declaración de nulidad de matrimonio, ha pasado por un matrimonio. Por tanto: por un deseo de que ese amor se pueda vivir bien, por la constatación de dificultades que han llevado a un fracaso de ese proyecto de vida y, después, por plantearse qué es lo que ha pasado. Claro, todo esto ha causado heridas. Hay heridas que han provocado, probablemente, la ruptura; hay heridas que han surgido durante la convivencia y durante las dificultades; hay heridas durante la ruptura; hay heridas en el duelo de procesar esa ruptura y que esa opción de vida no ha llegado a buen término… Todo esto hay que acompañarlo y todo esto hay que tenerlo en cuenta. Porque una declaración de nulidad de matrimonio no es una solución mágica.
A veces, oímos: “¿Te has separado? ¡Pues pide la nulidad! Y si te dan la nulidad, ¡pues ya está!”. No, no está. Porque lo que el proceso sí puede hacer es servir para detectar cuáles han sido las causas que han llevado a ese fracaso matrimonial para que la persona pueda, conociéndolas, sanarlas. Sanar las heridas, curar esas causas que llevaron al fracaso matrimonial. Y al conocimiento de la verdad, para poder enfocar su vida, el resto de su vida, conforme a la verdad de su situación personal y matrimonial. Pero nos queda mucho por hacer para que no consideremos la nulidad ni como “el divorcio de la Iglesia”, porque no tiene nada que ver con el divorcio, ni como “una solución mágica”, porque no lo es. Como pide el Papa Francisco, en continuidad con el magisterio de Benedicto XVI, Juan Pablo II y Pablo VI: “Tenemos que hacer un esfuerzo por acompañar a los fieles para que estos procesos puedan ser sanadores”.
Los primeros años de matrimonio son muy importantes: acudir a formación, no dejar de cuidar el propio matrimonio, no dejar de alimentar el amor…
Si una persona, con su cónyuge, está atravesando un momento de conflicto, ¿dónde debe acudir, tanto aquí en Aragón como en otras diócesis?
Lo mejor es acudir a la mediación familiar u orientación familiar, entendida como “resolución de conflictos”. Porque los mediadores familiares son especialistas que tienen las herramientas para ayudar a los cónyuges a solucionar las dificultades que se han enquistado en su relación y que, por sus solas fuerzas, no pueden resolver. Sin embargo, si las dejan sin resolver, eso se va a ir cronificando y cada vez va a ser más difícil solucionarlo. Entonces, el consejo es: cuando haya una dificultad en la relación de pareja, buscad la solución juntos y daos un tiempo. “Esta solución a la que hemos llegado tú y yo, a ver si funciona”. Pero si, pasado un plazo de tiempo (tres o cuatro meses), no ha funcionado, que pidan ayuda a un mediador, en el sentido de la mediación como “resolución de conflictos”, no como “separación” para que les ayude. Porque, a veces, nosotros estamos tan envueltos en la dificultad o en el día a día que no tenemos ni perspectiva para verlo. Y solamente con contárselo a un tercero de forma objetiva, ya vas situando la realidad del problema y es más fácil que te ayuden a resolverlo.
Para prevenir esta situación, ¿qué pueden hacer los novios o los cónyuges?
Es muy importante tener un tiempo de preparación para el matrimonio. Por tanto, un noviazgo. Vivir bien el noviazgo es sentar unas buenísimas bases para el matrimonio. Si no se ha hecho durante el noviazgo, nunca es tarde, pero puede ser más complicado. Entonces, si no se ha tenido un buen noviazgo, los primeros años de matrimonio (y aunque se haya tenido) son muy importantes para esas bases fundamentales: acudir a formación, no dejar de cuidar el propio matrimonio, no dejar de alimentar el amor, tener siempre presente que la decisión de contraer tiene sentido, que la hemos elegido libremente, que la hemos elegido porque tenía sentido y porque estábamos a gusto juntos, no dejar que se venga abajo ese amor primero… y, cuando haya alguna dificultad, pedir ayuda. Para eso están todos los servicios de ayuda.
Pensamos que la gente no se quiere casar porque está en contra de todo, y no: muchas veces es desconocimiento de un camino mejor. El reto es poder proponer este camino mejor.
¿Cuál es la tarea de los acompañantes?
Pues estar cerca de todos los que nos necesitan, conocer lo que es de verdad el matrimonio porque, lejos de ser algo que coarta la libertad y que te impide ser feliz, es un camino de amor y, por tanto, de liberación, de entrega de uno mismo (pero, al entregarte al otro, no renuncias a ti, sino que estás reafirmando lo mejor de ti, que sale en esa relación de amor), proponerlo como una verdad apasionante, no una verdad limitante, y ya que les estamos diciendo que el camino del amor verdadero es mejor vivirlo de manera matrimonial que de otras maneras, acompañar ese camino para que, cuando encuentren alguna dificultad, que la encontrarán, podamos echarles una mano y no dejarles solos en ese camino que les hemos propuesto como bueno. Que les ayudemos a seguir adelante, pero con ese mismo apasionamiento y amor que tiene que estar a lo largo de todos los días de la vida.
Para terminar, ¿cuál es tu experiencia después de más de dos décadas de labor en este campo?
Mira, cuando hay una sesión con grupos de novios o personas interesadas, me suelen decir que les ha gustado, que les hablo claro y que no lo habían pensado. Y yo solamente transmito la verdad del mensaje de la Iglesia sobre el amor matrimonial. Entonces, me gusta mucho pensar que lo que yo he encontrado, que es este tesoro de un amor que de verdad es liberador y un camino de felicidad, puedo transmitirlo a otros que no lo habían recibido en su entorno. Y cuando lo explicas y lo expones, dicen: “Pues esto sí me interesa”. O sea que hay ocasiones en que pensamos que la gente no se quiere casar porque está en contra de todo, y no: muchas veces es desconocimiento de un camino mejor. El reto es poder proponer este camino mejor.
Luego, en cuanto al acompañamiento, la experiencia que tenemos en Coincidir es que las personas que vienen a pedir ayuda salvo contadas excepciones salen mejor de lo que han entrado. Tal vez no han podido resolver del todo sus dificultades (depende del caso concreto), pero la mayoría sí las resuelve.