Gloria, Pilar, Carlota e Ignacio. Gracias a ellos podemos contaros algunas historias de lucha en clave positiva y a la luz de la fe que están afrontando cuatro hogares en medio del caos que quiere imponernos esta crisis sanitaria. La primera parada es la familia de Gloria. Ella nos abre con generosidad las puertas de su hogar. Un hogar rebosante de vida en el que la imaginación y la paciencia son dos elementos clave.
Cuando en Madrid empezaron a mandar a los niños a casa yo no quería ni pensarlo. No quería escuchar a todo el mundo que decía “el lunes nos vamos a tener que quedar todos en casa”. La verdad es que prefería algo improvisado, algo que llegase sin pensarlo para poder afrontarlo con normalidad. Lo único que hice como previsión fue hacerme con un arsenal de manualidades, juegos de mesa, rotuladores, pinturas… para poder ir quemando cartuchos emocionantes por si la cosa iba para largo, como así está siendo.
Tres semanas en casa sin salir con seis niños de entre 8 meses y 6 años obliga a tener mucha imaginación (y paciencia). Si a esto le sumamos el trabajo de mi marido, médico, con guardias de 24 y 32 horas varios días a la semana, parece imposible de soportar. De hecho, si me lo hubieran contado hacía unos meses me hubiera echado a correr. Sin embargo, aunque hay días muy duros, la mayoría doy gracias, y se las hago dar a mis hijos, porque tenemos mucha suerte de ser tantos.
En casa siempre tienen con quien jugar (y con quien pelear), se pueden hacer planes de muchos tipos, se ponen por parejas, por equipos, o por separado…. Sin ir más lejos, el otro día la mayor cumplió 6 años, y fui a comprar tarta y alguna otra cosa que necesitábamos en casa y cuando la cajera vio seis bolsas de chuches de cumpleaños me miró con cara de “¿no se te ocurrirá celebrar un cumpleaños?”. Yo le sonreí y le dije: “No se preocupe, son para mis 6 hijos”. Ese día fue de dar muchas gracias a Dios, mi hija entendió la grandeza de tener una familia grande.
También saben cuándo es domingo y preguntan por la misa. Me encanta que desde tan pequeños identifiquen que el domingo es el día del Señor. Esta Semana Santa va a ser diferente, habíamos preparado mucho las procesiones, los hábitos listos, las marchas aprendidas…. Pero el Señor nos ha pedido algo más grande, y más original: que le acompañemos desde casa, que no nos olvidemos de Él ni de de tantas y tantas personas que estos días están sufriendo o están solas. Cada noche nos acordamos de ellas, especialmente del abuelo que está muy malito en el hospital, casi no han terminado de cenar y ya están saliendo a coger sitio para rezar.
Son días duros para todos y a las familias nos faltan horas. Me encanta ver el ingenio de la gente, los retos, las manualidades, las canciones y bailes que hacen…. Pero a mí lo que realmente el Señor me pide es tiempo para mis hijos y para mi marido cuando llega agotado del hospital y para el que, por una gracia especial de Dios, siguen quedándome sonrisas y abrazos… Pero eso es de Dios, que me lo da porque me paso el día pidiéndole dosis de paciencia en mi oración.
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