El económo diocesano, José Huerva, continúa su serie de colaboraciones que, bajo el título Para comprender, nos hablan del sostenimiento de nuestra Iglesia.
Al vivir el sostenimiento de la propia parroquia como don de Dios, los miembros del Consejo de Economía y de Pastoral, con su pastor a la cabeza, pueden iniciar una pedagogía educativa con aquellos cristianos que se acercan a la parroquia con ocasión de algún acontecimiento celebrativo, como puede ser: una boda, bautismo, primeras comuniones etc.
Pueden presentar la situación económica de la parroquia, sus necesidades y quiénes son los que la sostienen, pedir su colaboración generosa mostrando que no se trata de poner un estipendio, un precio a los servicios, sino de agradecerlos con responsabilidad y conocimiento de causa.
Los sacramentos no tienen precio, pero poder ofrecerlos cuesta dinero y, si el que los recibe no colabora generosamente, los gastos ocasionados recaen siempre sobre los mismos. Hemos de ser transparentes, hablar con claridad y pedir un donativo acorde con los gastos que conlleva el acontecimiento que van a celebrar. Pensemos en una boda, en un bautizo o una comunión. En lo que las familias gastan en ellos. Pensemos todo esto teniendo siempre en cuenta las posibilidades económicas de cada uno. Pues, en algunos casos, en vez de pedir hay que dar.
Hemos de considerar que sólo se puede valorar aquello que se conoce. En la presentación de cuentas del 2019, se dio a conocer que la parroquia mayor en habitantes de la Diócesis tuvo un gasto diario de 420 euros y una de las más pequeñas, 5,63 euros. Es un ejercicio no sólo de saneamiento económico sino, mucho más importante, de transparencia evangélica y de corresponsabilidad para poder seguir ofreciendo los servicios que se nos demandan.