Lectio Divina: 8 de septiembre de 2020

“San José, como era justo, no quería denunciarla”

1.- Oración Introductoria

Señor, a todos nos gusta celebrar el día de nuestro nacimiento. Mucho más el nacimiento de tu madre que también es madre nuestra. Tú que como Dios no tuviste la experiencia de tener una madre, tanto te gustó que al final nos la dejaste a todos por madre, de modo que nadie en la vida se sintiera huérfano. Gracias, Señor, por el regalo de tu madre.

2.- Lectura reposada del evangelio. Mateo 1, 18-23

          El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: Dios con nosotros.

3.- Qué dice la Palabra de Dios.

Meditación-reflexión.

          La explicación tradicional a este texto no convence demasiado porque deja en mal lugar a San José, un hombre justo y bueno. Es verdad que San José no quiere denunciarla porque, aunque María sólo estaba desposada, la ley mandaba apedrear también a éstas en caso de adulterio. Pero no convence su decisión de repudiarla en secreto, es decir, darle el divorcio para que se pudiera casar con otro. Otra explicación es posible. En aquel tiempo, la presencia de Dios, asustaba, y por eso, uno tendía a retirarse. Al tener la Virgen los signos claros de que Dios estaba con ella de una manera especial, San José, quiere separarse “porque no la merece”, “porque era demasiado para él”. Es lo mismo que le ocurrió a Pedro cuando pescaba en el lago. No había pescado nada en la noche (tiempo propicio para la pesca) y sin embargo, a la mañana siguiente, y en el mismo sitio, Jesús le dice que eche las redes. Al venir una pesca tan abundante, cree en el milagro, cae en la cuenta de quién es Jesús y le dice: “Apartaos de mí que soy pecador” (Lc. 5,8). San Pedro no se cree digno de seguir a un hombre “tan lleno de Dios”. En ambos casos, no se retira el cuerpo, se retira el alma con toda humildad. En ambos casos les pacifica la palabra de Dios: ¡No tengáis miedo! Esto viene de Dios y vosotros sois unos privilegiados.

Palabra del Papa

“Ella se nos presenta como un vaso siempre rebosante de la memoria de Jesús, Sede de la Sabiduría, al que podemos acudir para saber interpretar coherentemente su enseñanza. Hoy nos ofrece la posibilidad de captar el sentido de los acontecimientos que nos afectan a nosotros personalmente, a nuestras familias, a nuestros países y al mundo entero. Donde no puede llegar la razón de los filósofos ni los acuerdos de la política, llega la fuerza de la fe que lleva la gracia del Evangelio de Cristo, y que siempre es capaz de abrir nuevos caminos a la razón y a los acuerdos. Bienaventurada eres tú, María, porque has dado al mundo al Hijo de Dios; pero todavía más dichosa por haber creído en él. Llena de fe has concebido a Jesús antes en tu corazón que en tu seno, para hacerte Madre de todos los creyentes”. (cf. San Agustín, Sermón 215, 4).  (1-enero-2016)

4.- Qué me dice hoy a mí esta palabra ya meditada. (Silencio)

5.-Propósito. Haré un rato de oración dando gracias a Dios por María.


6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, en esta vida todo lo que nace es bello: el nacimiento de un río, el nacimiento del día, el nacimiento de una flor. No digamos nada del nacimiento de una persona. ¿Qué diremos del nacimiento de María, que nos dio a la Luz a Jesús? Gracias, Señor, por esta madre tan bella, tan agraciada, tan buena. Tú la disfrutaste mientras viviste en este mundo y después nos la dejaste a todos nosotros para que fuera también nuestra madre. Nunca olvidaremos este precioso regalo que nos hiciste.

Oración mientras dura la pandemia.

Dios todopoderoso y eterno, refugio en toda clase de peligro, a quien nos dirigimos en nuestra angustia; te pedimos con fe que mires compasivamente nuestra aflicción, concede descanso eterno a los que han muerto por la pandemia del «coronavirus», consuela a los que lloran, sana a los enfermos, da paz a los moribundos, fuerza a los trabajadores sanitarios, sabiduría a nuestros gobernantes y valentía para llegar a todos con amor, glorificando juntos tu santo nombre. Por JNS.  Amén.

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