«Siento compasión de la gente”
1.- Introducción
Señor, hoy quiero que me des, como a Salomón, “un corazón que escuche”. No quiero escuchar sólo con mis oídos externos. Quiero que los gritos de todos los que sufren rompan mi corazón y se metan dentro. Hazme, como Tú, sensible a los problemas de la gente. Si yo no miro, si paso de largo ante las personas que sufren, no por eso esas personas dejarán de mirarme. Dame un corazón compasivo.
2.- Lectura reposada del evangelio: Mateo 15, 29-37
Pasando de allí Jesús vino junto al mar de Galilea; subió al monte y se sentó allí. Y se le acercó mucha gente trayendo consigo cojos, lisiados, ciegos, mudos y otros muchos; los pusieron a sus pies, y él los curó. De suerte que la gente quedó maravillada al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban curados, los cojos caminaban y los ciegos veían; y glorificaron al Dios de Israel. Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de la gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino». Le dicen los discípulos: «¿Cómo hacernos en un desierto con pan suficiente para saciar a una multitud tan grande?» Díceles Jesús: «¿Cuántos panes tenéis?» Ellos dijeron: «Siete, y unos pocos pececillos». Él mandó a la gente acomodarse en el suelo. Tomó luego los siete panes y los peces y, dando gracias, los partió e iba dándolos a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y de los trozos sobrantes recogieron siete espuertas llenas.
3.- Qué dice el texto.
Meditación-Reflexión
Normalmente, cuando el evangelio dice que Jesús sube al monte, lo que nos quiere decir es que Jesús se retira a orar, a estar con su Padre Dios, a descubrir su voluntad. Y cuando Jesús “se sienta en el monte”, se pone como Maestro a enseñar. Así en el sermón de la Bienaventuranzas (Mt. 5,1). En este evangelio de hoy Jesús se sienta, pero no dice ningún sermón, no pronuncia ningún discurso. Después de sentarse acude mucha gente con enfermos de todo tipo, y se pone a curar. ¿No nos querrá decir el Señor que el mejor sermón es ponerse a hacer el bien? ¿No nos insinúa que las palabras deben ir necesariamente acompañadas de las buenas obras? En este evangelio aparece una de las frases más bellas de Jesús: “Siento compasión de la gente”. Jesús miraba a la gente “con los ojos del corazón”. No podía ver sufrir y quedarse sin hacer nada. A la gente que veía sufrir la metía dentro de su piel, más aún, dentro de su propio corazón. Y quisiera terminar con otro pensamiento: “de los trozos sobrantes recogieron siete espuertas llenas”. Los que hemos vivido en países de Misión sabemos todo lo que allá se puede hacer “con lo que a nosotros nos sobra”. Con los alimentos que nos sobran, con los vestidos que nos sobran, con los zapatos que nos sobran, con el dinero que nos sobra, y con todo lo que derrochamos, podrían comer millones de niños en los países del Tercer Mundo.
Palabra del Papa
“Frente a la multitud que lo sigue y -por así decir- ‘no lo deja en paz’, Jesús no actúa con irritación, no dice ‘esta gente me molesta’. Jesús siente compasión, porque sabe que no lo buscan por curiosidad, sino por necesidad. Estemos atentos, compasión es lo que siente Jesús. No es simplemente sentir piedad, es más, significa misericordia, es decir, identificarse con el sufrimiento del otro, al punto de cargarlo en sí mismo. Así es Jesús, sufre junto a nosotros, sufre con nosotros, sufre por nosotros. Y el signo de esta compasión son las numerosas curaciones que hace. Jesús nos enseña a anteponer las necesidades de los pobres a las nuestras. Nuestras exigencias, aún legítimas, no serán nunca tan urgentes como las de los pobres, que no tienen lo necesario para vivir. Nosotros hablamos a menudo de los pobres, pero cuando hablamos de los pobres ¿sentimos a ese hombre, esa mujer, ese niño que no tiene lo necesario para vivir? No tienen para comer, no tienen para vestirse, no tienen la posibilidad de medicinas, también los niños que no pueden ir al colegio. Es por esto que nuestras exigencias, aún legítimas, no serán nunca tan urgentes como la de los pobres que no tienen lo necesario para vivir. (Papa Francisco, 3 de agosto de 2014)
4.- Qué me dice hoy a mí este evangelio ya meditado. (Guardo silencio)
5.- Propósito. Me privo de algo que a mí me sobra y lo doy a Manos Unidas.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, yo quiero ser maestro; pero no de palabras, de conferencias, de discursos. No quiero dar estas lecciones a nadie. Como Tú, quiero ser maestro de vida, quiero enseñar con mis manos, con mis pies, con mis ojos, y, sobre todo, con mi corazón. Quiero estar atento a las necesidades de mis hermanos los más pobres, los más pequeños. Y quiero darles algo que a mí me sobra y a ellos les falta. Gracias, Señor.
ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA.
Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud, en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén