SAN JOSÉ
Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia.
1.- Oración introductoria.
Oh Dios, Padre bueno, no dejes que me desanime ante los problemas y angustias de la vida. Haz que aprenda de la Sagrada Familia a peregrinar en el claro-oscuro de la fe. Que la fe sea la que me ilumine en los momentos de dificultad y la que me fortalezca en los momentos de dolor. Como fortaleció a María y a José.
2.- Lectura reposada de la Palabra del Señor. Lucas 2, 41-51
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén para las festividades de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, fueron a la fiesta, según la costumbre. Pasados aquellos días, se volvieron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran. Creyendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino; entonces lo buscaron, y al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca. Al tercer día lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo, sus padres se quedaron atónitos y su madre le dijo: «Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando, llenos de angustia». Él les respondió: «¿Por qué me andaban buscando? ¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?» Ellos no entendieron la respuesta que les dio. Entonces volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad.
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
Las palabras de María a Jesús suenan como un reproche cariñoso: ¿Por qué has hecho esto con nosotros? Nosotros que sólo pensamos en Ti y vivimos para Ti. Nosotros que no tenemos otra ocupación ni preocupación que la de atenderte, cuidarte, mimarte, estar siempre pendiente de Ti. ¿Tan mal lo estamos haciendo? Aquí descubrimos a María muy mujer y muy madre. “Tu padre y yo, angustiados, te buscábamos”. Tu padre y yo, yo lo pondría en admiración. ¡TU PADRE Y YO! A través de estas palabras de María se asoma uno al misterio de ternura que envolvió la vida de María y José. Cuando alguien se acercaba al taller de José y preguntaba por su esposa, ¿qué respondería José? María es un encanto de mujer, María es un cielo para mí. Es una mujer tan maravillosa que yo no la merezco. Es demasiado para mí. Pero cuando alguna vecina se asomaba a casa de María y preguntaba por José ¿Qué diría María? José es un esposo tan bueno, tan dulce, tan servicial, tan trabajador, y tan delicado y atento conmigo que, con sólo pronunciar su nombre, me lleno de emoción. Él es callado, silencioso. Es como si llevara dentro un jardín interior. Sólo es feliz viéndonos felices a Jesús y a mí. ¡Tu padre y yo!… Es verdad que la figura de José apenas aparece en los evangelios. Y aquí María tiene interés en meterlo. Y lo pone delante de ella. Normalmente, ante un descuido sobre un hijo la tendencia es de echarse la culpa el uno al otro. Aquí, todo lo contrario. Son como un solo corazón y una sola alma. Angustiados. Si para unos padres perder un hijo es como enfermar, para José y María, perder a este Hijo era morir. Los dos se mueren a chorros y no comen, ni beben, ni descansan hasta que lo encuentran. ¿Buscamos así nosotros a Jesús cuando lo perdemos?
Palabra autorizada del Papa
Al final de aquella peregrinación, Jesús volvió a Nazaret y vivía “sujeto a sus padres”. Esta imagen tiene también una buena enseñanza para nuestras familias. En efecto, la peregrinación no termina cuando se ha llegado a la meta del santuario, sino cuando se regresa a casa y se reanuda la vida de cada día, poniendo en práctica los frutos espirituales de la experiencia vivida. Sabemos lo que hizo Jesús aquella vez. En lugar de volver a casa con los suyos, se había quedado en el Templo de Jerusalén, causando una gran pena a María y José, que no lo encontraban. Por su “aventura”, probablemente también Jesús tuvo que pedir disculpas a sus padres. El Evangelio no lo dice, pero creo que lo podemos suponer. La pregunta de María, además, manifiesta un cierto reproche, mostrando claramente la preocupación y angustia, suya y de José. Al regresar a casa, Jesús se unió estrechamente a ellos, para demostrar todo su afecto y obediencia. Estos momentos aquí con el Señor se transforman en oportunidad de crecimiento, en ocasión para pedir perdón y recibirlo y de demostrar amor y obediencia. También forman parte de la peregrinación de la familia. No perdamos la confianza en la familia. (Homilía de S.S. Francisco, 27 de diciembre de 2015).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto. Silencio.
5.- Propósito. Pedir hoy, en una oración especial, la intercesión de san José para imitar su sencillez y humildad para cumplir la voluntad de Dios.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, Tú que viviste treinta años ocultos en Nazaret, viviendo bajo la custodia de María y de José, ayúdame a imitar a José en su obediencia pronta y alegre. Que san José, a quien celebramos hoy como patrono de la Iglesia universal, de la familia y de la buena muerte, interceda por todos nosotros para que sepamos imitarle en el respeto, el cariño, el apoyo y el servicio que él vivió con Jesús y con María en Nazaret.
ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA
Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud, en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén