Segunda multiplicación de los panes
1.- Oración introductoria.
Hoy, Jesús, vengo a la oración y me sorprenden tus palabras: “Siento compasión de esta gente”. Señor, tú que te compadecías de los hambrientos, de los pobres, de los enfermos, eres el mismo que entonces: sientes compasión por todos los que sufren. Tu corazón no puede cambiar. Vengo a que me cambies el mío. Que todo el bien que hoy pueda hacer a mis hermanos salga de mi corazón enternecido.
2.-Lectura reposada del Evangelio según san Marcos 8, 1-10
Por aquellos días, habiendo de nuevo mucha gente y no teniendo qué comer, llama Jesús a sus discípulos y les dice: «Siento compasión de esta gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Si los despido en ayunas a sus casas, desfallecerán en el camino, y algunos de ellos han venido de lejos». Sus discípulos le respondieron: «¿Cómo podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto?» Él les preguntaba: «¿Cuántos panes tenéis?» Ellos le respondieron: «Siete». Entonces él mandó a la gente acomodarse sobre la tierra y, tomando los siete panes y dando gracias, los partió e iba dándolos a sus discípulos para que los sirvieran, y ellos los sirvieron a la gente. Tenían también unos pocos pececillos. Y, pronunciando la bendición sobre ellos, mandó que también los sirvieran. Comieron y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes siete espuertas. Fueron unos 4 mil; y Jesús los despidió. Subió a continuación a la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanutá.
3.- Qué dice este texto bíblico.
Meditación-reflexión
Marcos ya nos ha hablado de la multiplicación de los panes en Mc. 6,35-44. Desde la época patrística se ha pensado que esta 2ª multiplicación era para Mc. un signo de la misericordia de Dios para los paganos y la primera (multiplicación) para el pueblo de Israel. En este evangelio Jesús ya ha superado la costumbre de la pureza ritual y así ha eliminado la separación entre judíos y paganos. Con los milagros que acaba de realizar en el territorio pagano está anunciando la admisión de éstos a la salvación. Ahora con el banquete celebrado en la Decápolis, fuera del territorio judío, nos está diciendo algo maravilloso: El plan de Dios es que todos puedan sentarse en una misma Mesa, coman el mismo pan, y celebren el gran banquete de fraternidad universal. La razón es que cuando Jesús se encuentra con las necesidades de los hombres, sean judíos o paganos, se “le conmueven las entrañas” (8,2). Jesús nos está revelando a Dios como Padre y Madre. Amores hay muchos, pero sólo las madres tienen “amor entrañable” porque sólo ellas nos han llevado en las entrañas. “¿Acaso una madre puede olvidarse del niño que lleva en sus entrañas? Pues aunque ella se olvidara yo no te olvidaré” (Is. 49,15). El hijo puede irse de la madre pero la madre no se puede separar del hijo. Dios no nos abandona porque no puede abandonarnos. La esperanza de salvarnos no la fundamentamos en nosotros sino en Dios. Lo importante es descubrir el amor que Dios nos tiene y así fiarnos plenamente de Él. No es cuestión de mirar y analizar nuestras miserias sino dejarnos envolver por su Misericordia.
Palabra del Papa.
El prodigio de los panes preanuncia la Eucaristía. Se ve en el gesto de Jesús que «recitó la bendición» antes de partir los panes y darlos a la multitud. Es el mismo gesto que Jesús hará en la Última Cena, cuando instituyó el memorial perpetuo de su Sacrificio redentor. En la Eucaristía Jesús no da un pan, sino el pan de la vida eterna, se dona a Sí mismo, ofreciéndose al Padre por amor a nosotros. Pero nosotros, debemos ir a la eucaristía con esos sentimientos de Jesús que se compadece. Y con ese deseo de Jesús, compartir. Quien va a la eucaristía sin tener compasión de los necesitados y sin compartir, no se encuentra bien con Jesús. Compasión, compartir, Eucaristía. Este es el camino que Jesús nos indica en este Evangelio. Un camino que nos lleva a afrontar con fraternidad las necesidades de este mundo, pero que nos conduce más allá de este mundo, porque sale de Dios y vuelve a Él. La Virgen María, Madre de la divina Providencia, nos acompañe en este camino.» (Ángelus de S.S. Francisco, 3 de agosto de 2014).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio)
5.-Propósito. Hoy voy a visitar a un enfermo pero “con entrañas de misericordia”.
6.- Dios nos ha hablado hoy a través de su Palabra. Ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, quiero agradecerte el interés que has demostrado por todos tus hijos. Nos has hablado de un Padre maravilloso que manda el sol y la lluvia para todos. Haz que yo sea feliz cuando en este mundo haya pan para todos; escuelas para todos; vivienda para todos y medicinas para todos. Ese día podré rezar a gusto el Padrenuestro.
ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA
Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud, en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén