Les abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras
1.-Oración introductoria.
Al principio de esta oración te pido, Señor, que me abras mi inteligencia para entender tu palabra y así descubrir el significado profundo de la Resurrección como fuente inagotable de gracia y salvación que no cesa de manar. Hoy quiero beber el agua cristalina que mana de esa fuente y llega hasta nosotros hoy. Con la Samaritana te pido: “Dame de esa agua”.
2.- Lectura reposada de la Palabra (Lc.24, 35-48).
Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan. Estaban hablando de éstas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo». Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?» Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos. Después les dijo: «Estas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: «Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí.»» Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas.
3.- Qué dice el texto.
Meditación-Reflexión
Jesús Resucitado se puso en medio de ellos. Él es el vencedor de la muerte, El Viviente, el Cristo, el Señor. Y esto tiene unas consecuencias para todos los cristianos. Él es el Señor de mi vida y a él le entrego las riendas de mi existencia. Y así lo entendieron los primeros mártires de los tres primeros siglos. En Roma se les obligaba a reconocer a los Emperadores como dioses a quienes tenían que ofrecer incienso y sacrificios. Y ellos se negaron porque sólo reconocían como Señor al que había muerto en la Cruz.
Cristo se puso en medio. Es su puesto, en su sitio. Y si Cristo no está en el centro no está en ninguna parte. Cristo no es un simple paralelo en nuestra vida sino un meridiano que atraviesa todos los paralelos de nuestra existencia. Este cambio esencial no lo podemos hacer nosotros por nuestra cuenta. Por eso necesitamos que Cristo Resucitado nos «abra la inteligencia» como se les abrió a sus primeros discípulos. De este modo ejercerá su soberano señorío sobre los cristianos de todos los tiempos.
Y surge la invitación más hermosa que puede hacer un discípulo a Jesús: Quédate con nosotros. Te necesitamos. Sin ti ¿qué sería de nosotros? Nosotros, separados de Ti, no somos nada.
Palabra del Papa
“Él, la tarde de Pascua, abre la mente de los discípulos al misterio de su muerte y resurrección y les dice: “Ustedes son testigos de todo esto”. Los Apóstoles, que vieron con los propios ojos a Cristo resucitado, no podían callar su extraordinaria experiencia. Él se había mostrado a ellos para que la verdad de su resurrección llegara a todos mediante su testimonio. Y la Iglesia tiene la tarea de prolongar en el tiempo esta misión; cada bautizado está llamado a dar testimonio, con las palabras y con la vida, que Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo y presente en medio de nosotros. Todos nosotros estamos llamados a dar testimonio de que Jesús está vivo. El contenido del testimonio cristiano no es una teoría, no es una ideología o un complejo sistema de preceptos y prohibiciones o un moralismo, sino que es un mensaje de salvación, un acontecimiento concreto, es más, una Persona: es Cristo resucitado, viviente y único Salvador de todos. Él puede ser testimoniado por quienes han hecho una experiencia personal de Él, en la oración y en la Iglesia, a través de un camino que tiene su fundamento en el Bautismo, su alimento en la Eucaristía, su sello en la Confirmación, su continúa conversión en la Penitencia”. (Homilía de S.S. Francisco, 19 de abril de 2015).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto meditado. (Guardo silencio)
5.- Propósito: En todo lo que haga en este día, observaré dónde Jesús no es todavía mi centro.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Gracias, Señor, por las luces que me has dado en esta oración. He descubierto la fuerza de la Resurrección en tu Palabra y en mi vida. Yo no soy seguidor de un Cristo muerto sino de un Cristo vivo, presente y operante dentro de mi corazón. Quiero que resucites dentro de mí lo que ha muerto o está a punto de fenecer. Dame alegría, ilusión, esperanza, ganas de vivir y de trasmitir esta vida a los demás.