La Hospitalidad de Nuestra Señora de Lourdes, en Zaragoza, ha regresado de Francia, donde ha peregrinado desde el día 1 al 4 de julio. En esta ocasión, ha vuelto a contar con la presencia y el apoyo de la Pastoral Penitenciaria archidiocesana. Varias personas que residen en las cárceles de Aragón han querido compartir su testimonio, tras vivir una experiencia tan especial.

JAVIER MUÑOZ y LUIS SIERRA.- “En la cárcel, vivimos por módulos diferentes. No te conoces de módulo a módulo, ni te ves. Vives en un mundo diferente. Esto, para mí, egoístamente, era salir de allí cinco días. Sinceramente, es un gran triunfo. Por otro lado, al ver esto, me he dado cuenta de que aquí hay algo más. Por la gente, por todos, por aquellos que ayudan. He visto que hay más cosas, de verdad, que son muy positivas”, argumenta uno de los protagonistas.

Isabel Escartín, delegada de Pastoral Penitenciaria de la archidiócesis zaragozana, ha acompañado a los internos en esta experiencia. Explica que cuando ingresan en la cárcel padecen una invisibilización personal y social, pero que, gracias a la realización de actividades como estas, vuelven paulatinamente a “sentirse uno más”. Juan Antonio, voluntario diocesano de Teruel, apunta: “Yo, a las cárceles, las llamo los barrios invisibles de las ciudades, porque no las queremos ver. Interesa entrar en contacto, tal como somos, para que nos conozcan. Cuando la gente conoce, cambia totalmente su perspectiva”.

“Al igual que voy a querer olvidar muchas cosas de este tiempo atrás, esto no lo voy a querer olvidar nunca”

Una de las claves que destacan a la hora de comprender la relevancia de esta peregrinación es la estigmatización que sufren los presos cuando ingresan en el centro, desde el primer momento: “Estos días, he hablado con muchos voluntarios que no sé si, en un principio, sabían de donde veníamos. Creo que se han dado cuenta de que la sociedad nos estigmatiza mucho. En el momento en que se han enterado de quiénes éramos, se han involucrado incluso más con nosotros. Ya he hablado con los responsables para volver a Lourdes, en libertad”, relata uno de ellos. Y añade: “Esta experiencia, y la gente que me ha tocado a mí, me han ayudado a volver a comprender que realmente la sociedad necesita de personas que se entreguen a otros como hemos hecho estos días y que ojalá podamos hacerlo mucho más”. 

Apunta otro de los participantes: “Ha sido grandioso, lo más grande que ha podido crear Dios en este momento para mí. Lo digo de corazón. Estoy sacando una experiencia de aquí, a todos los niveles, que no voy a poder olvidar. Al igual que voy a querer olvidar muchas cosas de este tiempo atrás, esto no lo voy a querer olvidar nunca”. Uno de los internos se admiraba del trato con el resto de voluntarios y peregrinos: “He descubierto que existe mucha gente buena, que eso no lo sabía. En el mundo del que vengo, no hay gente buena. La gente está a tu lado porque quiere algo de ti. Aquí, sin embargo, ves que hay gente buena de verdad. Es lo que más me ha chocado. La gente está contigo, te apoya, te da las gracias”.

En su discurso a los participantes de un encuentro internacional de Pastoral Penitenciaria (2019), el Papa Francisco, destacaba la necesidad de integración que existe en la actualidad: “Nuestras sociedades están llamadas a superar la estigmatización de quien ha cometido un error, pues en vez de ofrecer la ayuda y los recursos adecuados para vivir una vida digna, nos hemos habituado a desechar más que a considerar los esfuerzos que la persona realiza para corresponder al amor de Dios en su vida”. Para ello, reconoce la relevancia de una fuerte Pastoral Penitenciaria, cuya raíz describe Isabel Escartín: “Lo dijo Jesucristo: estaba (…) en la cárcel y vinisteis a verme (Mt 25, 36). Cada cristiano tiene una vocación y esta que me ha tocado me parece una gracia de Dios”.