Una gran responsabilidad
¿Sería posible alguna vez ver un telediario donde solo hubiera buenas noticias? ¡Ojalá! Pero generalmente lo que escuchamos es el relato de noticias regulares y malas. No solo pasa esto a través de la pantalla de televisión, a veces, solo nos hacemos eco en nuestras conversaciones de noticias que no nos animan. Esto cambia totalmente con el Evangelio. Hoy escuchamos la primera página del Evangelio de Marcos, que empieza de una forma sencilla: “Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”. Esta palabra “evangelio” proviene del griego y la podemos traducir como “buena noticia”. Entonces el relato que ha escrito Marcos es la Buena Noticia de Jesucristo que es el Hijo de Dios. No debemos pasar por alto esto. Tenemos con nosotros la Buena noticia más maravillosa de la Historia de la humanidad, pero también tenemos una enorme responsabilidad. No podemos convertir esta buena noticia en noticia poco atractiva, poco agradable o nada significativa. Nuestra vida está llamada a ser reflejo de la buena noticia de Jesús.
El Bautista nos enseña
Sigamos con el texto de hoy. Marcos nos presenta a Juan el Bautista, como aquel enviado de parte de Dios que ha venido a preparar el camino a la Buena Noticia, a Jesús. Juan vino para ir preparando el terreno, abajar los montes, enderezar los senderos. Juan anunció a la gente que había de venir el enviado definitivo de Dios. Solo Él sería capaz de conceder un bautismo con Espíritu Santo. El texto refleja bien la personalidad austera y profética de Juan. Él no se anuncia a sí mismo, solo quiere realizar su misión y dejar paso a Jesús. También podemos extraer alguna enseñanza del Bautista. No, no se trata de que adoptemos sus hábitos alimenticios, sino más bien su humildad. Sí, porque Juan sabe que no es tan importante como Jesús y que cuando llegue el Señor él tendrá que desaparecer. Convengamos en que la humildad es una de las virtudes más difíciles de vivir. Es cierto, sí. Pero, si hemos empezado hablando de la Buena Noticia de Jesús y la alegría que esto significa… ¿qué tiene que ver la humildad en todo esto? ¿Son términos antagónicos? ¿No será acaso que para recibir como se merece al Señor tenemos que despojarnos un poco de nuestro “yo”? Al final cada uno de nosotros tenemos que hacer como Juan, abajar las dificultades para que el Señor llegue. Colaborar para que la buena noticia, -la mejor- que es Jesús de Nazaret pueda llegar con mayor claridad y fuerza a nuestra sociedad del siglo XXI, pero también a nuestro propio corazón. Tendremos que trabajar con ilusión y ganas para que el nombre de Jesús se siga pronunciando. Pero no debemos olvidar que Jesús quiere venir a nuestras vidas, de forma personal. Así que todo aquello que moleste, lo debemos ir apartando de nuestra vida, para mejor recibirle.
Gracias Señor por seguir siendo hoy, para nosotros, nuestra mejor noticia.