La Pastoral de la Salud celebrará en nuestra diócesis esta próxima semana el Jubileo de los sanitarios. El pasado mes de abril se celebró ya en Roma. El Jubileo de la Pastoral de la Salud es un momento profundamente significativo que reconoce y celebra la labor de los estos profesionales. En su esencia, la pastoral de la salud es la misión de la Iglesia de acompañar a los enfermos y a quienes cuidan de ellos, y el Jubileo es una ocasión especial para reflexionar sobre esta labor a la luz de la fe. Es una magnífica oportunidad para reconocer la dignidad y el valor sagrado de cada persona, especialmente en momentos de vulnerabilidad.
Los profesionales de la salud, como médicos, enfermeras, auxiliares, etc. están en la primera línea de esta pastoral. Su tarea va mucho más allá de la simple aplicación de un tratamiento. En la práctica, son instrumentos de consuelo y compasión. No solo alivian el dolor físico, sino que también ofrecen un apoyo emocional y espiritual que a menudo se subestima. En un hospital, en una residencia o en la casa de un paciente, su presencia es a menudo la primera y más tangible manifestación de cuidado y humanidad que recibe una persona enferma. Así lo reflejaba el mensaje del papa en el Jubileo de Roma: “en su amor confiado, Jesús quiere comprometernos para que también nosotros podamos ser “ángeles” los unos para los otros, mensajeros de su presencia, hasta el punto que muchas veces, sea para quien sufre, sea para quien asiste, el lecho de un enfermo se puede transformar en un “lugar sagrado” de salvación y redención”.
En medio de la enfermedad y el sufrimiento, es fácil que la desesperanza se apodere de nosotros. Es en estos momentos cuando la labor de los profesionales sanitarios se vuelve crucial. A través de su empatía, su dedicación y su cuidado, se convierten en portadores de esperanza. Esta esperanza no es una promesa vacía, sino una luz que se manifiesta a través del contacto humano que se expresa en una mano que sostiene, una sonrisa amable o una palabra de aliento que pueden restaurar la sensación de conexión y dignidad de un paciente. Desde la profesionalidad que genera la certeza de que el profesional está haciendo todo lo posible, con el mejor conocimiento y la mayor habilidad, dando confianza y tranquilidad. Con el respeto, para tratar al paciente desde su enfermedad, pero contemplando todo lo que lo define plenamente como persona y le confiere una dignidad única. Esta labor es, en sí misma, un acto de fe. Requiere que los profesionales vean más allá de la enfermedad para reconocer al ser humano que sufre. Al hacerlo, honran la dignidad de la vida y se convierten en reflejos de la compasión divina, demostrando que incluso en la adversidad, la vida tiene un valor incalculable.
Con los actos organizados esta semana que culminarán el viernes día 3 con la celebración de la Eucaristía Jubilar en la Basílica del Pilar, queremos reflexionar sobre esta profunda misión y agradecer, como comunidad diocesana, el papel que todos los profesionales sanitarios realizan, convirtiéndose en su trabajo diario en auténticos artesanos de la esperanza para los enfermos y sus familias.