El corresponsal del diario ABC en el Vaticano desde hace 18 años, Juan Vicente Boo, analiza la figura del pontífice en el libro ‘El papa de la alegría’, editado por Espasa.
Dice que Francisco es el primer papa del siglo XXI. ¿Por qué?
El papa Francisco nos ha dicho que no estamos en una era de cambios, sino ante un cambio de era. Él se da cuenta porque lleva muchísimo tiempo hablando con personas normales, de a pie, y ha visto el mundo en perspectiva. Mira constantemente al futuro: se da cuenta de cómo las redes sociales están transformando la comunicación, cómo la biomedicina está cambiando el modo de la autocomprensión de las personas o cómo avanza la inteligencia artificial. Sabe que el cristianismo es la respuesta válida en cualquier momento de desarrollo histórico.
¿Cómo consigue que su voz sea una de las más escuchadas del planeta?
Francisco se ha convertido en un referente mundial para millones de personas. Sus gestos y palabras aparecen en diarios y televisiones de todos los continentes, y sus mensajes son escuchados por personas de culturas y religiones muy diferentes ¿Cómo lo hace? Con el poder oculto de la alegría, la ternura y la misericordia. Esos son sus mejores y sencillos instrumentos. Una alegría que viene de Dios: ¡cuatro horas de oración al día! Uno de los “secretos” de la eficacia de Francisco es que madruga mucho y reza más. Se levanta a las cuatro y media de la mañana. Tararea tangos mientras se afeita. Luego mira los cifrados, que son mensajes en clave que vienen de las nunciaturas de países en crisis. Antes de preparar su homilía, ve también las noticias de países donde ha habido actividad por la diferencia de huso horario. Llega a la misa de las siete de la mañana habiendo rezado un rosario o, al menos, cinco misterios. Porque cada día reza quince misterios del rosario y unas letanías. Además, medita diariamente el vía crucis. Y quien medita todos los días esos momentos finales de la vida de Jesús, está preparado para cualquier adversidad.
Le da tiempo también para rezar una hora ante el sagrario…
Aunque de puertas afuera se vea a Francisco absolutamente volcado hacia las personas con las que se encuentra, el secreto de esa generosidad es, de puertas adentro, la unión con Jesucristo, que cultiva discretamente pero como una prioridad a lo largo de cada día. El “padre Jorge”, como sigue presentándose cuando llama por teléfono a sus amigos es, ante todo, un sacerdote. Su piedad es sacerdotal, y su espiritualidad es la de un buen jesuita, volcado en ayudar a las almas a conocer a Dios y acercarse a Él.
¿Podríamos decir que esa es la receta del papa?
En efecto. Francisco va a la esencia del cristianismo, que es amor. Sus gestos, tan llamativos, tan visibles, provienen de esos ratos en que él está a solas con Dios. El manual del papa es el Evangelio y el terreno de juego de la Iglesia está en el corazón. Francisco ha vuelto a él para jugar el verdadero partido. Ese terreno es el de los enfermos, los pobres, los presos, etc. En los últimos siglos hemos dedicado más atención, colectivamente, a discutir sobre principios que a hacer el bien a las personas. Nos hemos olvidado en la práctica de ese “Amarás al prójimo como a ti mismo”. Francisco ha recuperado el alma y ha desatado la revolución de la ternura entre todo el pueblo, sin distinciones.
¿Tenemos hoy una Iglesia más abierta, más cercana a la gente?
El papa ha criticado el autorreferencialismo extremo de la Iglesia. Los cristianos somos gente normal, no juzgadores implacables ni gente que vive en palacio, fuera del mundo. Hace falta una Iglesia menos clerical. Se necesitan más santos y santas. Francisco los llama “los santos de cada día”. Él es papa para tantas mujeres y hombres que están en cualquier lugar del planeta, haciendo su trabajo con decencia, sacando adelante a su familia, a sus hijos, a sus padres ancianos, etc. Esas son las personas que tiene en el corazón y a las que enseña a sonreír más en casa, a pedir perdón, a dar las gracias o a pedir las cosas por favor.
¿Ha roto Francisco con lo anterior?
En absoluto. Hay una continuidad total entre Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco en cuanto al modo de ver las cosas. El papa de la pobreza y el papa ecológico era Benedicto. El papa de la misericordia era Juan Pablo. Lo que ocurre es que Francisco muestra las cosas de un modo tan vigoroso que las pone sobre el tapete. Podríamos decir que Francisco ha hecho ver lo que ya decía Benedicto.
¿Por qué leer ‘El papa de la alegría’?
Porque te puede alegrar la vida (risas). Como el Evangelio es buena noticia, la alegría es un pilar fundamental del cristiano. La Iglesia no crece por proselitismo, sino que la gente se acerca por atracción. Por eso es tan importante este asunto. No puedes ir a anunciar una buena noticia con cara avinagrada o de funeral.