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Javier Sanz: «La vida es un regalo. No somos propietarios de ella»

Marta Latorre
11 de noviembre de 2020

El sacerdote Javier Sanz es el director del Secretariado para la Familia y Defensa de la Vida de la Diócesis de Tarazona. Hemos hablado con él sobre los planes del Secretariado para este año y también de algunas cuestiones de actualidad como la Ley de Eutanasia.

-Uno de los objetivos del secretariado para este curso es afianzar y ampliar los servicios del COF, el Centro de Orientación Familiar. ¿Cuál es la labor que realiza el COF en nuestra diócesis?
Los Centros de Orientación Familiar (COF) son un servicio diocesano cuyo objetivo es la atención integral de los problemas de la persona y la familia en todas sus dimensiones. Desde hace dos años estamos creando un equipo interdisciplinar en nuestra diócesis que pueda realizar este servicio. Para ello contamos, de momento, con un médico, una psicóloga, dos matrimonios y tres teólogos. Además, contamos con la ayuda del COF Juan Pablo II de Zaragoza, que ya tiene una gran experiencia. La labor del equipo del COF en este momento tiene cuatro pilares: la formación de sus miembros como agentes de pastoral familiar; la oferta de formación para parroquias e instituciones diocesanas; la atención a familias que acuden a parroquias solicitando ayuda o consejo y la organización de los cursillos prematrimoniales. El COF diocesano prácticamente está comenzando a caminar y sólo hemos tenido la posibilidad hasta el momento de organizar el cursillo prematrimonial de febrero de 2020 en Tarazona, dada la situación en que nos encontramos, pero la intención es intensificar el trabajo del COF en cuanto nos sea posible.

-Una de las responsabilidades de este Secretariado son los cursillos prematrimoniales ¿Por qué es necesario que las parejas que van a contraer matrimonio los realicen?
El cursillo prematrimonial es una experiencia muy positiva para aquellos que lo realizan. De hecho, el de febrero que realizamos en Tarazona recibió una puntuación de 9 sobre 10 entre las 14 parejas participantes. Todos ponían que superaba en mucho lo que esperaban y que les había sido útil. El cursillo prematrimonial se compone de tres partes: antropología, donde se habla de la evolución del matrimonio hasta constituirse como sacramento, las notas matrimoniales (unidad, fidelidad, indivisibilidad y fecundidad), la finalidad de la familia, liturgia y derecho: aquí se explican las cuestiones “legales” del matrimonio como acto jurídico que es; cómo se desarrolla el matrimonio en la Palabra de Dios, y, por último, las partes de la celebración, explicando el sentido y significado de cada una de ellas y sexualidad y paternidad responsable. Esta es la sesión más extensa, donde se explica a los participantes el sentido de la sexualidad como donación de la propia persona, no sólo en el sentid unitivo, sino en todos los aspectos de la vida de la pareja, y se les explican los métodos naturales de reconocimiento de la fertilidad para una paternidad responsable, entre otras cuestiones, abriendo después un diálogo con el matrimonio que dirige esta charla. La importancia reside en que, gracias a estos cursillos, se puede descubrir la belleza del matrimonio que expone la Iglesia en su magisterio y que, por desgracia, tantas veces es absolutamente desconocido incluso por los mismos cristianos. De hecho, los asistentes reconocen que se les abre una luz totalmente nueva a la comprensión del matrimonio y la familia por parte de la Iglesia. Por otro lado, es un momento muy bueno para los participantes para conocer a otras parejas en su misma situación previa al matrimonio, para poder compartir entre ellos inquietudes, dudas, ilusiones… Por último, es un momento crucial para entrar en relación con ellos desde la Iglesia y que sientan que no son indiferentes para nosotros, sino que son importantes (¡fundamentales!) en la vida de la parroquia, de los grupos…

– ¿Cuándo y dónde se van a realizar?¿Se tiene plan alternativo en caso de que no se puedan realizar presencialmente?
De momento las fechas establecidas son: sábado 20 de febrero en Calatayud (el lugar aún está por determinar dadas las circunstancias) para los arciprestazgos de Calatayud, Alto Jalón y bajo Jalón y el sábado 27 de febrero en Tarazona en el Seminario para los arciprestazgos de Tarazona y el Huecha. El deseo que tenemos es que sea presencial, pero estamos valorando la posibilidad de poder asistir en modo on line, utilizando las redes sociales o plataformas de comunicación como Jitsi Meet o similares.

-¿Qué va a pasar con aquellas parejas que los hicieron el año pasado pero no han podido casarse todavía?
Los contenidos del cursillo, aunque se van actualizando y modificando, son similares cada año, de tal modo que, aquellos que ya lo hicieron en febrero no es necesario que lo vuelvan a hacer, aunque, si quieren volver a participar, no hay ningún problema. ¡Al contrario! Estaremos encantados de volver a verlos.

-El 25 de marzo se celebrará la Jornada de la Vida ¿se ha pensado en hacer algo especial en este año tan complicado?
Seguramente la jornada tendrá como uno de sus puntos clave la situación de pandemia que estamos viviendo, aunque todavía no puedo decir en qué se va a concretar. Cuando falte menos tiempo y se ofrezcan los materiales comunes de la Conferencia Episcopal, valoraremos qué podemos hacer.

-La celebración del día de la Sagrada Familia, que este año es el 27 de diciembre, es muy significativa para todos aquellos matrimonios que celebran sus bodas de plata o de oro en nuestra diócesis. ¿Cómo se contempla llevarla a cabo este año?
Desde hace tres años el secretariado organiza una celebración en Tarazona y otra en Calatayud para entregar la felicitación navideña a los matrimonios que cumplen 50 ó 25 años, o que se han casado a lo largo de ese año. En Tarazona y en algunas parroquias de la diócesis ya se venía haciendo, pero desde el secretariado hemos querido hacer algo a nivel diocesano, ofreciendo materiales comunes para todos los arciprestazgos. Este año, guardando todas las normas sanitarias que se exigen –como ya se viene haciendo desde el principio de la pandemia-, de nuevo queremos que se pueda dar esta celebración en Tarazona (para los arciprestazgos de Tarazona y el Huecha) y Calatayud (para los de Calatayud y Alto y Bajo jalón). Es un momento muy entrañable para los que celebran bodas de oro o plata, y un estímulo para los que inician  su vida matrimonial. ¡Dios quiera que podamos celebrarlo!

Y sobre la ley de la eutanasia, ¿qué  pueden hacer los cristianos para ayudar a las personas que sufren por una enfermedad o está al borde de la muerte? ¿Hay alternativas? ¿Cómo ayudarles?
La persona es un fin en sí mismo y su vida siempre tiene un valor fundamental. Esta premisa es la primera que tenemos que tener en cuenta. Una persona no puede ser valorada sólo por sus capacidades, sus recuerdos, su “utilidad”. Eso sería convertir a la persona en un medio para algo, y no un fin. Cada persona es única e irrepetible, y tiene como derecho primero y fundamental el de la vida. Dicho esto, y ante la realidad de la muerte, la iglesia no nos dice que hay que mantener la vida sea al precio que sea (lo que llamamos encarnizamiento terapéutico), sino mantener los medios proporcionados y ordinarios para proteger la vida de una persona hasta su muerte natural. No somos “propietarios” de nuestra vida. Es un don, un regalo. No tenemos capacidad para “iniciar” nuestra propia vida, ni tampoco –aunque haya medios técnicos y médicos para hacerlo- para acabar con ella. Por eso la eutanasia es un acto intrínsecamente malo, es decir, siempre es un acto contrario a Dios y a los hermanos.

«No somos “propietarios” de nuestra vida. Es un don, un regalo. No tenemos capacidad para “iniciar” nuestra propia vida, ni tampoco –aunque haya medios técnicos y médicos para hacerlo- para acabar con ella. Por eso la eutanasia es un acto intrínsecamente malo, es decir, siempre es un acto contrario a Dios y a los hermanos»

Claro que hay alternativas a la eutanasia. Los cuidados paliativos son fundamentales para el bienestar de un enfermo en situación terminal. Son medios proporcionados y ordinarios para mitigar el dolor y el sufrimiento cuando ya no hay posibilidad médica de que se pueda recuperar la salud de la persona. El acompañamiento al enfermo es crucial, especialmente en la etapa final de la vida, y el afecto de la familia. A fin de cuentas, debemos recordad que “cuanto hicisteis a uno de estos, mis hermanos menores, a mi me lo hicisteis” (Mt. 25, 40) .Y no hay que olvidar que, ante la inminencia de la muerte, existe el llamado testamento vital, por el que el enfermo puede renunciar a unos tratamientos que procurarían únicamente una prolongación precaria y penosa de la existencia, sin interrumpir sin embargo las curas normales debidas al enfermo en casos similares.

-En estos tiempos de pandemia, en la que es difícil compartir momentos con la familia y en el que se han perdido tantas vidas, como responsable del Secretariado para la Familia y Defensa de la Vida ¿qué nos puedes decir para no perder la esperanza?

«La vida es un don fundamental, y compartida, sobre todo con la familia y los seres queridos, es transparencia del amor de Dios»

A lo largo de este tiempo de pandemia hemos sufrido por no poder estar con nuestros familiares y amigos en momentos importantes, y, de cara a las fiestas que nos encaminamos, también serán momentos difíciles al no poder reunirse las familias, los amigos… nos lo exige la responsabilidad. Y también hemos sufrido la pérdida de seres queridos a los que, quizá, no hemos podido acompañar. Y eso duele, porque cuanto más queremos a una persona, más nos duele perderla. También Jesús lloró junto a la tumba de su amigo Lázaro. Pero ante todo esto, debe iluminarnos una doble esperanza: en primer lugar, la celebración del nacimiento del Hijo de Dios, que viene a salvarnos. Quizá no podremos estar todos juntos bajo un mismo techo, pero sí celebramos lo mismo, por lo que lo que nos va a permitir estar unidos será Cristo el Señor. Las celebraciones litúrgicas nos unirán en una misma alabanza a pesar de la distancia física. ¡Cristo el Señor es nuestro vínculo de unidad! Y, de la misma manera que nos une en la tierra, esperamos que también podamos estar unidos a Él en el cielo. Dios siempre es nuestra esperanza y nuestro vínculo de unión. Y en estos momentos en que nos encontramos, seguro que también es nuestro consuelo y nuestra alegría.

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