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  1. Dios de la venganza, Señor, | Dios de la venganza, resplandece.

2.Levántate, juzga la tierra, | paga su merecido a los soberbios.

3. ¿Hasta cuándo, Señor, los culpables, | hasta cuando triunfarán los culpables? 4Discursean profiriendo insolencias, | se jactan los malhechores.

5.Trituran, Señor, a tu pueblo, | oprimen a tu heredad;

6 asesinan a viudas y forasteros, | degüellan a los huérfanos,

7 y comentan: «Dios no lo ve, | el Dios de Jacob no se entera».

8 Enteraos, los más necios del pueblo, | ignorantes, ¿cuándo discurriréis?

9 El que plantó el oído ¿no va a oír? | El que formó el ojo ¿no va a ver?

10 El que educa a los pueblos ¿no va a castigar? | El que instruye al hombre ¿no va a saber?

11 Sabe el Señor que los pensamientos del hombre | son insustanciales.

12 Dichoso el hombre a quien tú educas, | al que enseñas tu ley,

13 dándole descanso tras los años duros, | mientras al malvado le cavan la fosa.

14 Porque el Señor no rechaza a su pueblo, | ni abandona su heredad:

15 el juicio retornará a la justicia, | y la seguirán todos los rectos de corazón.

16 ¿Quién se pone a mi favor | contra los perversos, | quién se coloca a mi lado | frente a los malhechores?

17 Si el Señor no me hubiera auxiliado, | ya estaría yo habitando en el silencio.

18 Cuando pensaba que iba a tropezar, | tu misericordia, Señor, me sostenía;

19 cuando se multiplican mis preocupaciones, | tus consuelos son mi delicia.

20 ¿Podrá aliarse contigo un tribunal inicuo | que dicta injusticias en nombre de la ley?

21 Aunque atenten contra la vida del justo | y condenen a muerte al inocente,

22 el Señor será mi alcázar, | Dios será mi roca de refugio.

23 Él les pagará su iniquidad, | los destruirá por sus maldades, | los destruirá el Señor, nuestro Dios.

INTRODUCCIÓN

El salmo 94 está dominado por la esperanza en Dios vengador, es decir, defensor de la justicia en favor de las víctimas del poder y la prevaricación Se trata de establecer el orden previamente violado. El Señor no puede aliar-
se con los tribunales corruptos, es decir, no puede permanecer indiferente cuando se utiliza la ley divina para atropellar a la justicia. No se puede amparar uno en el nombre de Dios para hacer daño a los hombres.

El salmo tiene también un cariz apologético respecto al aparente silencio de Dios, considerado por los impíos como prueba de indiferencia o impotencia en la historia.

El consejo para el creyente de todos los tiempos es el que nos dirá Pablo: «No os toméis la justicia por vuestra mano, queridos míos, sino dejad que Dios castigue, pues dice la Escritura: a mí me corresponde hacer justicia; yo daré su merecido a cada uno. Esto es lo que dice el Señor» (Rom 12,19).

¿Venganza o deseo de justicia? (vv. 1-6).

Dios de la venganza … Nos cuesta aceptar la idea de un Dios vengativo. No se trata de una venganza humana, despiadada y desmedida. Se trata de establecer el orden, el derecho y la justicia; se trata de poner límite al mal que campea a sus an-
chas.

El salmista apremia a Dios a que se levante como fuerte guerrero y destruya la insolencia de los soberbios; le pide que defienda los derechos más vulnerables del pueblo: los huérfanos, las viudas y los forasteros. Estos son los predilectos de Dios y no hay quien los defienda.

Al salmista le parece que Dios no cuida, no se preocupa y deja obrar impunemente a esos inicuos. ¿Es posible, oh Dios mío, que tú estés de acuerdo con esos desgraciados?

A veces nos sorprende y nos escandaliza el actuar de Dios (v. 7).

Los enemigos aprovechan para lanzar un grito de ateísmo práctico: Dios no ve, no se entera, no entiende; es incapaz de una reacción personal. Es como una estatua fría.

Esta actitud de Dios siembra también la duda entre los creyentes. El Dios de Jacob, es decir, el Dios de la Alianza, el Dios cercano y amigo es ahora el gran ausente que no se preocupa del sufrimiento de Israel, su primogénito.

“Mi Dios, hemos dudado de ti… por haber soportado esta infamia hemos sospechado de tu impotencia para impedirla… El mundo parece ser obra del diablo más que tuya” (Bruckberger).

Respuesta de Dios a nuestros juicios precipitados: “Enteraos, ignorantes” (vv. 8-11).

Es una lección sapiencial: Dios, como artesano, conoce plenamente su obra. Nadie da lo que no tiene. Si Dios ha dado al hombre la capacidad de oír y de ver es porque la tiene. “Oído que escucha, ojo que mira: ambas cosas las hizo el Señor” (Pro 20,12).

Por otra parte Dios educa y reprende. La reprensión es parte integrante de la educación. Dios educa al hombre a través de la conciencia “que es lámpara del Señor” (Prov 20,27).

Si sus oyentes quieren comprender y aceptan un castigo correccional, no incurrirán en el juicio. Si Dios tarda en intervenir no es porque esté sordo o ciego sino porque quiere dar al pecador un tiempo para la conversión. Los caminos andados de espaldas a Dios son días perdidos, trabajos inútiles.

Es cuestión de saber esperar y confiar (v. 12-14).

Después de haber recordado a los opresores las amenazas divinas que les circundan, el salmista llama dichoso al hombre que tiene a Dios por maestro. Él le educa a través de su ley, fuente de sabiduría y de vida. Dios, mediante esta educación dispone a su fiel a gozar de una tranquila felicidad, una vez que haya salido de su desgracia. En cambio al impío, antes feliz, le cavan la fosa.

San Agustín, a propósito de esta frase, nos dirá que los hombres tienen prisa en arrojar al hombre dentro de la fosa. “Se cava la fosa al pecador. Tú quieres ya sepultarle. No pretendas enterrarle tan de prisa, aún se le está cavando la fosa”.

Dios somete a pruebas a sus fieles, pero nunca los abandona. Siempre que entra en juego la infidelidad de los hombres y la fidelidad de Dios, siempre gana su fidelidad. “Los dones de Dios son irrevocables” (Rom11,29).

Dice Dios: ¿Os vais a enterar alguna vez de quien soy yo? Ni vosotros mismos os podéis querer tanto como os quiero yo” (vv. 17-19).

Ahora el salmista nos abre el corazón y nos revela el gran secreto de su vida: la deliciosa experiencia que tiene de Yavé como salvador misericordioso.

Sin Yavé, ya estaría habitando en el silencio y en las sombras de la muerte. El salmista, de la tragedia evitada y recordada salta a un recuerdo íntimo y gozoso. Hay que percibir bien los contrastes: mis preocupaciones, tus consuelos. Es como si dijera: yo estoy lleno de preocupaciones, provocadas desde fuera y crecidas dentro, como si yo las cultivara; en ese reducto íntimo penetran consuelos que proceden de Dios y disipan toda la angustia. ¿Te parecen poco los consuelos de Dios? (Job 20,11).

El P. Alonso Schokel, al comentar este versículo 19, nos dice que la raíz hebrea del verbo significa: jugar acariciando, deleitar con ternura.  y nos trae a la memoria a Jer 31,20: «Efraín es para mí un niño querido, un niño predilecto, pues cada vez que lo amenazo vuelvo a pensar en él; mis entrañas se conmueven, y me lleno de ternura hacia él».

Dios no puede pactar con tribunales inicuos (v.20).

Ahora el salmista se encara abiertamente contra los jueces corruptos. ¿Cómo es posible que un tribunal de crímenes pueda aliarse con el Dios justiciero? ¿Acaso puede compaginarse lo blanco con lo negro? Estos tribunales inicuos tienen una tarea: elaborar desgracias indebidas, manipulando la ley. Con la ley en la mano pretenden aplastar a los pobres. Dios no puede callar. Tiene que actuar. «¡Ay de los que decretan decretos inicuos, de los registradores que registran perjuicios!» (ls 10,10).

Sería horrible que no hubiera alguien que diera fin a la malicia humana” (v.21-22. 

La malicia humana no tiene límites. Los malvados son capaces de juzgar y condenar a muerte como malvado a un inocente. Y todo como fruto de una complicidad bien calculada. Pero, por encima de los juicios inicuos de los hombres, se alza el justo juicio de Dios liberando y poniendo en seguro al inocente.

Dios no puede ser colaboracionista de los malvados (v.23).

Dios ha dado tiempo a los malvados para que se arrepientan de sus crímenes. Ellos no han querido convertirse. Al final, debe triunfar el juicio de Dios dando a cada uno su merecido. Certezas de siempre pero dichas con la novedad y la dureza de un apasionado por Dios y de un cumplidor estricto de la ley.

         El salmo nos invita a no colaborar nunca con las tiranías. Por supuesto con las tiranías sociales y políticas más llamativas. Eso no es cosa de cristianos. Pero tampoco habrá que ser cómplices de ese modo de pensar y actuar que suponen un peso y una opresión contra el hermano: ausencia de diálogo, olvidos injustificados, postergaciones deliberadas. No colaborar con esta clase de injusticia es tarea de quien sabe rezar con este

salmo.

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

En la época de Jesús, los doctores de la Ley eran los responsables de la interpretación y aplicación de la ley. En la vida del pueblo. Jesús acusa enérgicamente a estos jueces inicuos. ”Hipócritas, pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad” (Mt. 23,24).

Jesús sale en defensa de una mujer sorprendida en adulterio a quien quieren apedrear “con la ley en la mano”. “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra” (Jn. 8,7). Jesús no tolera que condenen  a una mujer por pecados que ellos mismos han cometido.

Deissler: «Las ideas fundamentales del salmo 94 no son extrañas al corazón y a los labios de Jesús. la violación de la justicia divina en su pueblo lo ha expresado profundamente y ha manifestado el dolor que le producía (Mt 23). y por eso la predicación de la justicia, en el evangelio está dotada de una extraordinaria gravedad». 

Podechard: «La experiencia del pasado da al autor del salmo 94 una confianza absoluta en una intervención futura de Yavé. Aquel pie vacilante que ha estado a punto de caer en la desgracia, Yavé lo ha sostenido».

ACTUALIZACIÓN

Cuando las leyes son injustas se resiente toda la moral del pueblo. Lo legal no es siempre lo moral y, con la ley en la mano, se pueden cometer muchas injusticias. 

En España está prohibido y penado arrancar una planta o matar a una paloma.  Pero una madre puede matar impunemente al niño que lleva en sus entrañas. ¿No es esto injusto?

PREGUNTAS

1.-En el mundo se cometen cada día fragrantes injusticias. ¿Qué hago ante esta situación? ¿Me inhibo? ¿Me lamento? ¿O me implico personalmente en la defensa de los inocentes?

2.- En el grupo cristiano al que pertenezco, ¿se dan injusticias? ¿Se da trato igual a todas las personas? ¿Marginamos a algún miembro de la comunidad?

3.- ¿Sé implicarme en los grupos que trabajan por conseguir un mundo más justo, más fraterno?

ORACIÓN

«Comentan: Dios no lo ve, el Dios de Jacob no se entera»

Hoy, Señor, quiero rezar por los que no rezan; quiero conocerte por los que no te conocen; sobre todo, quiero amarte por los que no te aman. En nuestro mundo actual son ya muchas las personas que no creen en ti. Organizan su vida sin contar contigo. Otros dicen que eres un Dios frío e indiferente: que no ves, que no te enteras de todo lo que acontece en nuestro mundo. Estás sentado allá arriba en tu trono y no te importa nada de lo que sucede aquí abajo.

Yo quisiera decides con mis palabras y, sobre todo, con mi vida, que eso no es verdad. Que tú estás en lo más íntimo de nuestro ser animando y dirigiendo nuestros pasos hacia el bien, hacia nuestra propia realidad personal, hacia nuestra plena felicidad.

«Dichoso el hombre a quien tú educas»

         Yo, Señor, quiero aprender de ti. Tú no eres un maestro de física o astrología. Tú eres un maestro de vida. Contigo se aprende a vivir. Contigo se aprende a saborear lo bello, lo grande y hermoso de la vida. Yo quiero ser tu alumno adelantado. Yo quiero aprender en cada uno de los acontecimientos de la vida. Yo quiero pasar por la vida con un libro en la mano: el libro de la experiencia. Quiero aprender de ti y de mis hermanos los hombres. Quiero aprender de ellos la lección de la sencillez, la humil-
dad, la honradez, la actitud de servicio, la capacidad de entrega y
sacrificio.

Y quiero aprender una lección de fe de tantas viejecitas que, sin
haber estudiado la Biblia, la han vivido a lo largo de su vida. Ellas, como el anciano Simeón, saben morir en paz. Dame la sabiduría de saber aprender de ti y de los demás.

ORACIÓN MIENTRAS DURA LA PANDEMIA.

Dios todopoderoso y eterno, refugio
en toda clase de peligro, a quien nos
dirigimos en nuestra angustia; te
pedimos con fe que mires
compasivamente nuestra aflicción,
concede descanso eterno a los que
han muerto por la pandemia del
«coronavirus», consuela a los que
lloran, sana a los enfermos, da paz a
los moribundos, fuerza a los
trabajadores sanitarios, sabiduría a
nuestros gobernantes y valentía para
llegar a todos con amor, glorificando
juntos tu santo nombre. Por JNS.
Amén.