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En medio de la tormenta, Dios como ave protectora, nos ofrece sus alas y plumas

Raúl Romero López
7 de septiembre de 2020

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1 Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente,

2 di al Señor: “Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti”.

3 Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta.

4 Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás,

su brazo es escudo y armadura.

5 No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día,

6 ni la peste que se desliza en las tinieblas,

ni la epidemia que devasta a mediodía.

7 Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha: a ti no te alcanzará.

8 Nada más mirar con tus ojos,

verás la paga de los malvados,

9 porque hiciste del Señor tu refugio,

tomaste al Altísimo por defensa.

10 No se te acercará la desgracia,

ni la plaga llegará hasta tu tienda,

11 porque a sus ángeles ha dado órdenes

para que te guarden en tus caminos;

12 te llevarán en sus palmas,

para que tu pie no tropiece en la piedra;

13 caminarás sobre áspices y víboras,

pisotearás leones y dragones.

14 “Se puso junto a mí: lo libraré;

lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo escucharé

15 Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré;

16 lo saciaré de largos días, y le haré ver mi salvación”.

INTRODUCCIÓN

El salmo 91 tiene una peculiaridad propia: aquí no es el salmista el que ora sino el que invita a un fiel de Yavé a rezar, a poner toda su confianza en Dios. Y ésta es la idea que se repite a lo largo de todo el salmo.

El salmista que invita a la confianza, de ningún modo quiere hacer de Dios un seguro contra todo riesgo. Él sabe que tiene los mismos problemas, las mismas contrariedades, las mismas angustias que los demás hombres. El mismo salmo nos pondrá una lista de dificultades. Lo que nos asegura el salmista es que es feliz aquel que sabe confiar en Dios; que sabe descargar en él todos los afanes y preocupaciones de cada día. Por eso llamará a Dios Roca, Alcázar y Refugio. El tono dominante del poema es el siguiente: “Porque Dios protege el hombre confía; porque el hombre confía, Dios protege” (Alonso-Cortini). El mejor resumen del presente salmo nos lo hizo San Pablo cuando escribía: » ¿Qué más podemos añadir? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? (Rom 8,31).

El que tiene una experiencia de Dios, no la encierra bajo llave, sino que la contagia a otros (v.1-2).

         En estos versículos se acumulan los cuatro nombres más importantes de Dios: Elyon, Sadday, Yavé, Elohim. El que ora no es el salmista sino que invita a orar a otra persona. Él quiere instruir y guiar. No sólo narra lo que Yavé hizo en su caso, sino que lo quiere dar a conocer a otras personas para que disfruten de la experiencia que él ha tenido.

La persona a quien instruye es un fiel de Yavé. Está acostumbrado a vivir a la sombra de Dios. Es muy importante poner en común nuestra fe, nuestras experiencias de Dios. No para alardear de nada sino para agradecer, como hizo María, lo que Dios hace en nosotros. Los creyentes debemos ser contagiadores de la fe.

Cuando el salmista habla de amparo y sombra de Dios compara la situación del fiel con la del peregrino en medio del desierto. Si llega a encontrar acogida junto a un poderoso jeque nómada, se beneficiará de su protección y llegará a pasar en paz incluso la noche, normalmente tan fatal y peligrosa para un hombre aislado en el desierto.

Lo mismo ocurre a todo hombre que, durante el camino de su vida, busca asilo en Dios. Pasa sin cuidado todas sus noches, es decir, los momentos más peligrosos, sus pasos más difíciles. Al encontrar en Dios la paz y la seguridad puede
decir con una confianza y abandono total: «Tú eres mi refugio y mi roca».

“Cobijar y revolotear” Dos verbos que nos hablan de un Dios “tierno y juguetón” (v.4).

Como una madre, a semejanza de un pájaro que ofrece a sus pequeños un refugio dulce y caliente contra todas las amenazas, así también obra Dios con su siervo fiel a quien se dedica con una solicitud maternal y calurosa.

Este texto del salmo nos pone en contacto con otro bellobtexto del Deuteronomio: «Como el águila que incita a su nidada y revolotea sobre sus polluelos, así desplegó él sus alas y los tomó, llevándolos sobre sus plumas» (Dtn 32,11).

Además del cariño y la solicitud, el texto nos habla de “revolotear” es decir, de jugar con sus polluelos. Y Dios aparece como un padrazo que juega con nosotros, sus pequeños. Incitar a la nidada da la impresión de enseñar a los pequeños a volar. Bella imagen de Dios que nos invita a volar, a elevarnos sobre nuestras pequeñas cosas, a vivir en libertad.

El Salmista todavía nos habla de “escudo y armadura”. Dios como madre, no sólo nos ama y juega cariñosamente con nosotros, sino que nos cuida y defiende del maligno.

“Te protegerá, es decir, te colocará delante de su pecho para protegerte con sus alas. Reconoce ahora, como débil polluelo, tu flaqueza y huye a esconderte debajo de las alas de la madre para que no te arrebate del milano” (San Agustín).

Ni peste, ni plaga, ni guerra podrán arrebatar la paz profunda del creyente que se abandona en Dios (vv. 5-6).

Peligros que amenazan día y noche. Poderes que se reparten el tiempo de las tinieblas y el ardor cegador del mediodía.

El piadoso siervo de Dios no tiene por qué temer nada en ningún momento, ni de día ni de noche. En todo instante, la vigilancia divina le salvará de todas las amenazas, simbolizadas por la peste, plaga que se propaga por la noche, y por la guerra que causa estragos durante el día.

El estar en las manos de Dios no nos ahorra el riesgo de ser hombres. Esta vida frágil y vulnerable fue asumida por el mismo Jesús (vv.11-13).

Los ángeles tienen la misión de guardar al fiel en todos sus caminos, llevarle en sus manos durante su peregrinación por la tierra. Los que caminan con los pies desnudos por esos caminos tan malos, corren el riesgo de herirse los pies a causa de las agudas rocas del camino y de recibir mordeduras mortales.

El P. Alonso Schökel afirma acerca del v. 12: “Sospecho que este verso es el origen de la expresión castellana ‘“llevar en palmitas”’.

Estos versículos del salmo son especialmente importantes por aludir a la segunda tentación de Jesús en el pináculo del templo.

Las acciones maravillosas de Dios con los hombres, exigen de éstos una respuesta de amor (v. 14).

En este versículo hay que distinguir las acciones de Dios y la respuesta del hombre. Las acciones de Dios son maravillosas: librarlo y protegerlo de todo mal.

“Amplísima promesa y consuelo: no sólo estarás seguro sino que caminarás con Dios y vencerás todos los males” (Lutero).

¿Cómo puede responder o corresponder el hombre con Dios? Conociendo su nombre. Pero hay que dar al verboconocer el significado de amor vivencial. Es la raíz del verbo enamorarse. “Un hombre se enamora de una mujer” (Dt 21,11). El hombre responde a Dios enamorándose de él. No se tratade darle un amor, frío, teórico, legalista. Se trata de un amor apasionado.

Un amor que ni “cansa ni se cansa” (Juan de la Cruz). Un amor que goza y se deleita en la persona amada. Diríamos que se trata de un amor que hace las delicias de Dios.

“Lo saciaré de largos días, y le haré ver mi salvación” (v.16).

Lo propio de Dios no es sólo llenar sino saciar, es decir llenar hasta rebosar. Ver, además de contemplar, es experimentar la salvación que realiza Dios.

El salmista ha contemplado a Dios, es decir, le ha mirado reposadamente, le ha remirado, se ha dejado fascinar por su presencia. Y ha gustado, ha saboreado la salvación. Se trata de una experiencia fuerte de Dios.

¿Qué alcance podían tener entonces las palabras: ”la saciaré de largos días»? Probablemente, los largos años, la larga vida era una señal de la bendición de Dios. El salmista no tenía otro horizonte. Pero, como ocurre en otros salmos, a través de esa fuerte experiencia de Dios ha podido intuir que su vida en Dios no puede desaparecer. Dios es el Dios de los vivos. Y una persona que está anclada en el amor de Dios le
deja a Dios su última palabra. Y la última palabra de Dios es el amor.

Sabemos que los salmos están a medio llenar, a medio hacer. Todos se llenan de sentido con la persona de Jesús. De ahí que muchos salmos tuvieran una visión profética.

Así entendió este salmo San Agustín: «¿Cuál es la largura de los días? La vida eterna”.

Le llenaré. No nos satisface lo que tiene fin por muy largo que sea. ¿Deseas tesoros sin límites?  Codicia la vida eterna sin fin. ¿No quieres que desaparezca jamás tu posesión? Busca la eterna bienaventuranza.

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

El demonio le propone: “Si eres hijo de Dios, tírate abajo; porque está escrito: “Dará órdenes a sus ángeles para que te lleven en brazos, de modo que tu pie no tropiece en piedra alguna” (Mt 4,5). Jesús no quiso usar de privilegios. Si se tiraba, los ángeles lo hubieran podido llevar en palmitas. Pero se ajustó en todo al deseo y voluntad del Padre. Quiso ser hombre con todas sus consecuencias. Por eso puede llamarse nuestro hermano.

Jesús rechaza enérgicamente esta tentación de ostentación o sensacionalismo. Jesús, a pesar de tener condición divina, quiso pasar “como uno más, como un hombre cualquiera” (Fil 2,7). El tentador quiere convertir en presunción la confianza en Dios y el poder divino en un espectáculo. Pero Jesús no cayó en la trampa.

Unamuno: “Esperas fe, contra razón, contra mudanza, / esperas un no sé qué,/ ni tú lo sabes: ¡qué fe en la fe! / ¡Qué esperanza!

Kraus: “Dentro de la esfera de la protección, la persona ha de ir más allá del sentirse seguro en su situación y debe llegar hasta la confianza personalísima que le haga exclamar: ¡Mi Dios!”

San Bernardo: «¿Hay otro, entre todos los salmos, mejor adaptado para animar a los timoratos, para amonestar a los negligentes y para instruir a quien se halla lejos de la perfección de la fe?»

San Agustín: «Y le haré ver mi salvación». Nosotros tenemos los ojos del corazón, pero aún vemos por la fe, no al descubierto. ¿Cuándo le veremos así? Cuando le veamos cara a cara… y contemplemos el sublime espectáculo: Nuestro Señor Jesucristo. Aquel que fue visto humilde será visto excelso y nos regocijará el viaje».

ACTUALIZACIÓN

En este salmo Dios actúa a través de seis verbos en primera persona: “Lo libraré, lo protegeré, le responderé, estaré con él, lo glorificaré, lo saciaré de largos días, le haré ver la salvación”.

Durante el tiempo de la “pandemia” algunas de estas acciones Dios las ha realizado a través de personas concretas”: el colectivo sanitario, los voluntarios, los cuerpos de seguridad del Estado. Éstos han sido los verdaderos “ángeles” que han protegido, han curado, han cuidado con cariño a los enfermos y, en muchos casos, los han salvado. Pero hay algo que no han podido hacer con muchos: “saciarlos de largos días” Son los miles de fallecidos.

Desde un punto de vista cristiano, los que creemos en Jesús que ha muerto y resucitado por nosotros, esos hermanos nuestros difuntos no se han perdido, están en buenas manos: Las manos anchas y calientes de nuestro Padre Dios. Oigamos unas alentadoras palabras de Jesús antes de morir:”

No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas… porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros (Jn. 14.1-3).

PREGUNTAS

1.- ¿Es Dios para mí el que me cubre con sus plumas, el que me protege con sus alas, el que me cubre con su sombra? ¿Confío plenamente en Dios?

2.- Dios ama la comunidad. La comunidad de la tierra es reflejo de la comunidad trinitaria. Como comunidad cristiana, ¿estamos convencidos de que «Dios nos lleva en palmitas»? ¿Estamos convencidos de la necesidad que tiene la Iglesia de crear comunidades vivas de amor?

3.- En este salmo el salmista invita a otro a rezar, a alabar a Dios. ¿Invito yo también a otras personas a la oración, al diálogo con Dios?

ORACIÓN

«Te llevarán en sus palmas»

Hoy, Señor, quiero darte gracias por tus ángeles. Los has creado para ayudarnos, para protegernos. El camino es duro y, con frecuencia, nos encontramos con piedras de tropiezo.

A veces, somos nosotros mismos los que nos ponemos zancadillas. Envíanos a tus ángeles para que nos lleven en palmitas y no caigamos en la tentación. Y, sobre todo, haz que cada uno de nosotros nos convirtamos en un ángel para los demás.

«Lo protegeré porque conoce mi nombre»

Conocer, en la Biblia, es un verbo muy rico de contenido. Es hacer experiencia del amor, es como enamorarse. Yo quiero conocerte, amarte, hablar de tus cosas como si de ti estuviera enamorado.

Quita de mi predicación, de mis catequesis, las palabras vacías, la rutina, el mero cumplimiento de un deber. Que yo nunca hable de ti por obligación. Pon fuego y entusiasmo en mis palabras. Que sean palabras que quemen, que convenzan a los que las oyen.

“Te cubrirá con sus plumas; bajo sus alas te refugiarás»    

Señor, quiero meditar despacio, gustar, saborear estas dulces palabras del salmo. En este mundo en que tanto abunda el frío del odio, la enemistad, los rencores, las desavenencias entre los hombres yo quiero vivir arropado con el calor de tus plumas.

Yo quiero poner cerca de ti, en tu mismo corazón, mi nido de
amor. Desde este nido yo irradiaré afecto, ternura y cariño a tantas personas que se mueren de frío porque no son amadas por nadie. También, Señor, quiero tener refugio bajo tus alas. Vivimos en un mundo de sobresaltos, de inquietud, de inseguridad. Un mundo amenazado. Yo necesito refugiarme en ti para perder mis miedos.  

ORACIÓN MIENTRAS DURA LA PANDEMIA.

Dios todopoderoso y eterno, refugio
en toda clase de peligro, a quien nos
dirigimos en nuestra angustia; te
pedimos con fe que mires
compasivamente nuestra aflicción,
concede descanso eterno a los que
han muerto por la pandemia del
«coronavirus», consuela a los que
lloran, sana a los enfermos, da paz a
los moribundos, fuerza a los
trabajadores sanitarios, sabiduría a
nuestros gobernantes y valentía para
llegar a todos con amor, glorificando
juntos tu santo nombre. Por JNS.
Amén.

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