Opinión

Vicente Jiménez Zamora

Palabras de vida

En la Pascua del Enfermo, ‘acompañar la soledad’

15 de mayo de 2020

Queridos diocesanos:

En España la Campaña del Enfermo comienza con la Jornada Mundial del Enfermo en la festividad de Nuestra Señora de Lourdes (11 de febrero)  y culmina el VI Domingo de Pascua (17 de mayo de 2020).

En medio de la emergencia sanitaria del coronavirus

Este año la Campaña se ha visto profundamente alterada por la pandemia del coronavirus, Covid-19. Pero precisamente este acontecimiento doloroso y desconcertante nos está haciendo reflexionar más sobre el mundo de los enfermos y sobre su soledad; también sobre el misterio y el sentido de la muerte. 

La Iglesia, como madre y buena samaritana, está muy presente en estos momentos de grave angustia en medio del dolor de los enfermos y del sufrimiento de sus familias. El toque de campanas de nuestras iglesias a las doce del mediodía, es una invitación a rezar el Regina coeli, saludando a la Virgen María, salud de los enfermos, para que los cuide y los cure, y para agradecer el servicio generoso y valiente de todo el personal sanitario.

Asistimos también con dolor y con esperanza a la muerte de tantos hermanos nuestros que mueren en circunstancias dramáticas en las ucis de los hospitales y en las camas de las residencias. El entierro de nuestros seres queridos se está haciendo en la más estricta intimidad en los tanatorios y cementerios, por exigencias de los protocolos dispuestos por las autoridades sanitarias. Esto agranda el dolor de las familias.

Pero en medio de la enfermedad y la muerte, la Iglesia está acompañando esa soledad, con la oración de todos los fieles, especialmente en la Eucaristía, y con el trabajo sacrificado y, en ocasiones, heroico de sacerdotes capellanes, de religiosos y religiosas y de fieles laicos. Nuestra delegación Episcopal de Pastoral de la Salud está ofreciendo servicios y subsidios para acompañar a los enfermos, al personal sanitario y a las familias.

Acompañar en la soledad

El tema central de la Campaña de este año es oportuno y providencial: Acompañar en la soledad. Viene reforzado con el texto bíblico: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11, 28). En esta carta pastoral os propongo algunas reflexiones sobre el tema de la soledad.

  1. Hay una soledad sana y necesaria. Dios habla en el silencio de nuestro corazón, pero hay que saberlo escuchar (cfr. 1 Re 19, 11-13). Se trata, por tanto, de una soledad deseable y necesaria que hay que cultivar.
  1. Pero hay otra clase de soledad no deseada. Son las personas que viven aisladas, sin protección e invisibles para la sociedad, y hasta para la Iglesia. Una de cada tres personas dicen sentirse solas en nuestro mundo occidental. Se estima que en España dos millones de personas mayores de 65 años viven solas. Más de 850.000 mayores de ochenta años viven solos y muchos presentan problemas de movilidad. Estas cifras ya son un dato preocupante. Hay, además, otras formas de soledad, la de quienes están ingresados en hospitales o la de familias con miembros con una enfermedad mental grave. La soledad es una fuente de sufrimiento. “Nuestro mundo está enfermo de soledad”, dice el papa Francisco. Además, la soledad es una forma de pobreza.
  1. Has que descubrir las causas de las diferentes formas de soledad para encontrar los mejores medios para aliviarlas. El problema de la soledad exige personas que se sientan interpeladas. Las personas que viven en soledad no sólo necesitan ser oídas, sino escuchadas y acogidas. En definitiva, sólo el amor dado y recibido puede aliviar el sentimiento de soledad.

Cercanía y consuelo de la Iglesia

Como Arzobispo de Zaragoza deseo de corazón que esta celebración de la Pascua del Enfermo de este año 2020, atravesada por la pandemia del coronavirus,  sea ocasión para un empeño más generoso en el servicio a la pastoral de la salud, que, entre otras cosas, proporciona el consuelo de la presencia y de la cercanía, y, sobre todo, el evangelio de la esperanza. Expreso mi cercanía a todos vosotros hermanos y hermanas, que vivís la experiencia del sufrimiento, y a vuestras familias; así como mi agradecimiento a todos los que, según sus distintas ocupaciones y en todos los centros de salud repartidos por nuestra Diócesis de Zaragoza, trabajan con competencia, responsabilidad y dedicación para el alivio, la salud y el bienestar de los enfermos.

La Campaña del Enfermo trata de sensibilizar a toda la comunidad eclesial sobre la importancia del servicio pastoral en el amplio mundo de la salud, servicio que es parte integrante de su misión, ya que se inscribe en el surco de la misión salvífica de Cristo. Jesús, el Médico divino, pasó haciendo el bien y curando a los enfermos (cfr. Hch 10, 38). 

Esta obra humanitaria y espiritual de la Iglesia hacia los enfermos y los que sufren a lo largo de los siglos se ha expresado en muchas formas y estructuras sanitarias también de carácter institucional. En nuestra Diócesis de Zaragoza sois muchos religiosos, religiosas, sacerdotes y laicos voluntarios los que trabajáis en el mundo de la salud y procuráis la salud integral de los enfermos. Nuestra delegación de Pastoral de la Salud tiene como tareas principales: promover la iluminación cristiana de la salud y la enfermedad; sensibilizar a la comunidad cristiana sobre el cuidado de los enfermos; cuidar la formación de todos los agentes de pastoral de la salud (capellanes, profesionales…); potenciar en las parroquias, unidades pastorales y arciprestazgos la creación de grupos de voluntarios de atención a los enfermos y sus familias.

Agradezco de corazón el trabajo de la Sra. Delegada Episcopal, Dª Mª Pilar Molina, del equipo  y de todas las personas que, cada día, realizan un servicio para con los que están enfermos y los que sufren, de modo que el apostolado de la misericordia de Dios, al que se dedican, responda cada vez mejor a las nuevas exigencias.

Desde aquí y ahora exhorto a los sacerdotes, diáconos, consagrados y todos los agentes de pastoral de la salud a poner en marcha aquellas acciones pastorales más adecuadas para “evangelizar” a los enfermos, dando vida y sembrando esperanza.

 Que la Virgen María, mujer  de la esperanza, “salud de los enfermos”, se muestre Madre consoladora de todos los que sufren la soledad, están enfermos y mueren.

Con mi afecto y bendición,

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