El testimonio de Margarita Fiat, vírgen consagrada

El 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer. En estas líneas vamos a conocer el testimonio de una de las muchísimas mujeres que colaboran y ayudan en nuestra diócesis en la parroquia, repartiendo la hoja diocesana o el material de las distintas campañas y jornadas, dando catequesis, organizando reuniones y actos, limpiando las iglesias, cantando, participando en las celebraciones…

Margarita Fiat es consagrada en el Orden de Vírgenes, natural de Zaragoza y residente en Pozuelo de Aragón. Colabora en todo lo que puede en la Iglesia. No se considera “especial”, sino una cristiana más con la diferencia de que ha consagrado “su vida entera al seguimiento del Señor y al servicio de su Iglesia”. Ella es como Asunción, Conchita, Divina, Pilar, Rosa, Susana, María, Inma, Raquel, Mª Jesús, Elena, Lola… y todas y cada una de las mujeres de nuestra diócesis que tanto hacen por la Iglesia y que son tan fundamentales en su funcionamiento.

Nos cuenta que su primer contacto con el Señor tuvo lugar el día de su Primera Comunión: «Ese día sentí su llamada por primera vez, aunque hasta los 15 años no pude responder a ella conscientemente”. Fue a los 18 cuando comenzó “ese camino de aprendizaje en el seguimiento de Jesús”.

El sufrir una enfermedad de las llamadas “raras” le ha llevado a “cambiar la forma de vivir y responder a la llamada del Señor”.  En mayo de 2000 fue consagrada en el Orden de Vírgenes por el Obispo auxiliar de Barcelona, Mons. Carles Soler i Perdigó junto con otra compañera. Las dos fueron de las primeras vírgenes consagradas de la Diócesis de Barcelona.

LA CELEBRACIÓN DE LA PALABRA
 “En la Iglesia colaboro en todo lo que puedo y/o se me pide y aunque mis conocimientos musicales son muy pequeños ayudo en los tres coros de las tres parroquias que atiende mi párroco. Y con el paso de los años -ya llevo 13 en Pozuelo de Aragón- quienes me conocen aquí y en los pueblos de alrededor saben que pueden contar con mi ayuda siempre que me necesiten”.

Además de echar una mano a sus vecinos y colaborar en las parroquias, Margarita es la encargada de hacer la celebración de la Palabra y dar la Comunión cuando el párroco no puede celebrar la Eucaristía “por fuerza mayor o porque se le acumulan varias obligaciones a la vez”.  Se lamenta de que “desgraciadamente cada vez son menos” las personas que asisten a misa “y ahora con el temor al contagio de la pandemia todavía menos ya que ha descendido drásticamente el número de los fieles que vienen a Misa”.

LA PANDEMIA
La pandemia nos ha marcado a todos de una manera u otra. Margarita Fiat dice vivirla sin temor, aunque sí con preocupación. También “con dolor por tanto sufrimiento, por tantas muertes, por tantas soledades…, por tantas vidas rotas.   Pero el ser humano tiene una capacidad limitada para el abatimiento por eso sólo podemos sobrellevar la cruz poniendo los ojos en el Señor y unir nuestro dolor, el de toda la humanidad, al Suyo, a su Cruz, porque sólo Él es nuestra ESPERANZA”, añade. Durante el confinamiento rezó, descansó, también “lloró con los que lloraban” y aprovechó para aprender un poco a usar el ordenador, “a compartir WhatsApp y a ser muy feliz porque mi verdadera vocación es ser monja de clausura, vocación que la enfermedad me obligó a cambiar después de muchos años en el claustro”.

EL PAPEL DE LA MUJER EN LA IGLESIA
Ella no se cuestiona el papel de la mujer en la Iglesia. “Pongo mi mirada en el Evangelio y es maravilloso ver que Dios eligió a una mujer: María para ser su Madre. Jesús eligió a una mujer para ser el primer Apóstol de su Resurrección: María Magdalena…, tendríamos que mirarnos en el ejemplo de aquellas primeras mujeres cristianas, mártires, santas, entregadas en cuerpo y alma a la Iglesia…  y poner los dones recibidos al servicio de todos”, concluye.

EL ORDEN DE LAS VÍRGENES
Margarita Fiat asegura que el Orden de las Vírgenes , a pesar de su antigüedad, es muy poco conocido hoy en día .  «Es una institución eclesial desde los primeros siglos de la Iglesia»- señala. «Es, de hecho, la forma más antigua de vida consagrada y está ligado íntimamente al ministerio del Obispo y a la Iglesia particular.  A partir del siglo IV con la aparición de otras formas de vida consagrada en comunidad o en soledad fue perdiendo relevancia hasta desaparecer en el siglo V».

El Orden de Vírgenes fue restablecido en el Concilio Vaticano II, tiene su propio ritual y está contemplado en el Código de Derecho Canónico. Las vírgenes consagradas viven en medio del mundo, no pertenecen a ninguna familia religiosa ni dejan su familia ni su trabajo. Tampoco hacen voto de pobreza, aunque tratan de vivir despegadas de los bienes materiales ni hacen voto de obediencia, aunque están especialmente vinculadas al Obispo, que puede señalarle un campo concreto de apostolado, casi siempre al servicio de su propia Parroquia.  Sí se les pide vivir el consejo evangélico de la castidad que, si bien no es voto, la tradición siempre lo ha considerado muy próximo a él.

La Instrucción Eclesiae Sponsae Imago (Imagen de la Iglesia Esposa de Cristo) del Orden de Vírgenes, La forma de vida.  Seguimiento evangélico y carismas personales dice lo siguiente:   “Las consagradas encuentran en el Evangelio la fuente inagotable de gozo que da sentido a la vida, la orientación de su camino y su regla fundamental.   Siguiendo a Cristo, abrazan su estilo de vida casta, pobre y obediente, y se dedican a la oración, la penitencia, las obras de misericordia y al apostolado, cada una según su situación y carisma.
«Ya que en el Ordo Virginum, la vocación de la virginidad se armoniza con los carismas que dan forma concreta al testimonio y al servicio eclesial de cada consagrada, dentro del mismo van madurando, como expresión de una total y plena dedicación al Señor, diferentes sensibilidades, intuiciones espirituales, proyectos y estilos de vida.”