«El papel de los voluntarios es muy importante para acoger, orientar y ayudar a las personas en el reinicio del culto público»

Rocío Álvarez
22 de mayo de 2020

«El ‘ostiario’ era aquel que cuidaba la acogida en las puertas de las iglesias, daba la bienvenida y situaba en la asamblea a quienes querían participar en la Misa y ante esta situación de salud pública los volvemos a necesitar», asegura Santiago Aparicio, párroco de Santa Engracia. Los sacerdotes Pedro Sauras y Fernando Urdiola son los responsables de organizar a los voluntarios de la parroquia para asegurar que la reentrada de los fieles al templo se ejecuta con las máximas medidas de higiene y seguridad sanitaria.

«El papel de estos voluntarios es muy importante para acoger, orientar y ayudar a las personas en el reinicio del culto público en Santa Engracia», señala Pedro y añade que «la respuesta de los voluntarios a la convocatoria fue espectacular. Mandamos un whatsapp de difusión a grupos y gente de la parroquia y en los primeros días ya teníamos más de cincuenta. Ahora hemos llegado a cien. Da para cubrir cuatro misas con cuatro voluntarios en cada una sin que tengan que repetir casi nadie».

Por este motivo, Pedro reconoce que en la parroquia «estamos súper orgullosos y agradecidos con nuestros parroquianos, porque sin ellos sería imposible. También nos ha sorprendido la implicación de la gente joven de la parroquia: scouts, Hakuna, catequistas, Effetá, Cofradía… y por supuesto, matrimonios y personas a título individual».

Álvaro Rivera, Isabel Sáez y Santi Fandos.

Las tareas de los voluntarios consisten básicamente en echar gel, recordar el uso de mascarillas, colocar a la gente en sus sitios, estar pendientes de los donativos porque no hay colecta en la misa, controlar accesos y desinfectar bancos. Sin embargo, hemos recopilado el testimonio de tres de sus voluntarios para que cuenten en primera persona qué hacen y cómo están respondiendo los fieles a todas las medidas.

Natalia Martín

Mi turno son los jueves en la misa de 12.00 h. pero llegamos un poco antes para prepararnos y distribuir los puestos. Lo que hacía yo era indicar a cada persona que iba llegando al pasillo central, el sitio especifico que tenía que ocupar en los bancos, muy bien señalizados con una cartel verde que indica justo el lugar exacto donde pueden sentarse. Intentábamos ir rellenando los huecos desde el altar hasta el final, siempre respetando la distancia de seguridad.

La verdad que la gente agradece un montón la labor y aunque sea diferente, estamos en comunidad de nuevo. Al final de la Eucaristía les indicamos que vayan saliendo por orden primero los del final y por la puerta principal, aunque se pueden quedar a rezar unos minutos. Todos fueron muy respetuosos y agradecidos. Cuando la iglesia se ha quedado vacía, cogemos mopas y fregonas con desinfectante y pasamos por todos los bancos, respaldos y reclinatorios. Nos desinfectamos bien para terminar.  Después de un tiempo de misas on-line, que todos agradecimos un montón la gran labor de los sacerdotes y las monjas, volver a escuchar una Eucaristía dentro de la Iglesia y poder comulgar fue muy emocionante.

Álvaro Rivera

Los voluntarios nos dividimos en turnos de cuatro cubriendo todas las misas que se celebran a lo largo del dia en la parroquia. Llegamos media hora antes de la misa que nos toca para relevar a nuestros compañeros y para tener tiempo suficiente para dividirnos las tareas.

Nada más entrar al patio de Fátima (patio interior de la parroquia) un compañero está con gel hidroalcohólico para desinfectar las manos, una vez entras en el templo, otro te ofrecerá la posibilidad de depositar tu donativo, en efectivo o con tarjeta, ya que no se pasa el cestillo durante la misa. Por último, en la posición que yo he ocupado, estamos dos personas que acompañamos a los sitios que se pueden ocupar para garantizar que se cumple la distancia mínima.

Al final de la misa nos toca limpiar todos los bancos que se han utilizado, al fondo de la iglesia se coloca un voluntario para que aquellas personas que no han podido dejar su donativo a la entrada puedan hacerlo si asi lo desean.

La gente ha sido muy amable desde el principio, no tienen problema a la hora de hacernos caso porque entiende que es una situación que nos concierne a todos y que solo si todos nos ponemos de acuerdo podremos solucionar. Aunque si que es cierto que en algún momento hemos tenido que poner mas “firmes” porque hay gente que tiene su sitio favorito en el templo y les cuesta cambiar las costumbres.

Lo que mas nos cuesta es hacernos entender con las mascarillas, al fin y al cabo, en la iglesia no podemos gritar y con la mascarilla puestas es muy complicado que nos entiendan. Estoy muy agradecido con haber podido participar en mi parroquia donde he sido scout desde que tengo 8 años y donde he aprendido mucho tanto dentro como en todas las actividades que se realizan fuera.

Pilar Marí

Antes de comenzar la celebración, me encargo de recibir a los fieles antes de acceder al Templo, facilitándoles/aplicándoles gel hidroalcohólico para que puedan desinfectarse las manos e indicarles la necesidad (por su bien y el de todos los demás) del uso de la mascarilla. Y asegurarme de que pasen por la alfombra que desinfecta las suelas de los zapatos.

También les acojo en el acceso, facilitándoles el poder hacer una donación y, tras esto, les indico que el siguiente voluntario le acompañará a donde le corresponde sentarse. También les acompaño al lugar que corresponda sentarse (por orden, se comienza por el lugar más alejado de la salida, más próximo al Presbiterio), aunque están muy bien señalizados.

Al finalizar la Eucaristía, nos aseguramos de que la salida sea ordenada y manteniendo la distancia recomendada (así como que no hagan “corrillos” en el recinto de la iglesia). Despedimos a los fieles, dándoles la oportunidad de hacer un donativo, si es su intención. Desinfectamos con productos y material específico, la zona en la que se han sentado, reclinatorios, zonas de paso… Y vamos mirando que nadie se acerque demasiado a las Imágenes, que no deambulen por el Templo.

Creo que la gente está respondiendo, por lo general, bastante bien; se dejan guiar, si alguien se sienta donde no debe cambia al puesto que se les indique, sin rechistar, devuelven agradecimiento y cariño por cariño, por nuestro ‘trabajo’. Hay quien, tiene ‘su’ sitio (desde antes de esta ‘pesadilla’) y quiere sentarse ahí pero, al hablarles de la importancia de que todos colaboremos, cambian de lugar sin refunfuñar demasiado.

Incluso, tras estos días, me voy dando cuenta de que la gente ya se va al sitio que corresponda, sin casi necesidad de acompañarles. Con lo que estoy viendo y viviendo, en las dos iglesias en las que colaboro, estoy muy orgullosa de nuestra Iglesia.

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