El mal siempre está al acecho

Raúl Romero López
23 de agosto de 2021

Salmo 141

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1 Señor, te estoy llamando, ven de prisa,

escucha mi voz cuando te llamo.

2 Suba mi oración como incienso en tu presencia,

el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde.

3 Coloca, Señor, una guardia en mi boca,

un centinela a la puerta de mis labios;

4 no dejes inclinarse mi corazón a la maldad,

a cometer crímenes y delitos;

ni que con los hombres malvados

participe en banquetes.

5 Que el justo me golpee, que el bueno me reprenda,

pero que el ungüento del impío no perfume mi cabeza;

yo seguiré rezando en sus desgracias.

6 Sus jefes cayeron despeñados,

aunque escucharon mis palabras amables;

7 como una piedra de molino, rota por tierra,

están esparcidos sus huesos

a la boca de la tumba.

8 Señor, mis ojos están vueltos a ti,

en ti me refugio, no me dejes indefenso;

9 guárdame del lazo que me han tendido,

de la trampa de los malhechores.

10 Caigan los impíos en sus propias redes,

mientras yo escapo libre.

INTRODUCCIÓN

Los autores hablan de los versículos 5-7 como de un agujero negro. Como muestra, escogemos a un autor autorizado: “Nosotros nos vemos absolutamente incapaces de redactar un comentario serio a este salmo. En efecto, los versículos 5-7 que constituyen el corazón del salmo, son absolutamente ininteligibles. Cada uno puede dar libre curso a su fantasía e interpretar estos versos como desee” (Maillot).

El contexto histórico podría ser el siguiente: Un judío de la diáspora se ve asaltado por las oleadas de paganismo que le rodean y que amenazan con llevarse por delante hasta su fe en Dios. A esta invitación del mal, tenaz y seductora, contrapone él una ferviente oración hecha como una ofrenda en conexión con los sacrificios del templo. La tesis de fondo puede ser ésta: al poder seductor del mal se le hace frente con una oración salida de una fe viva, es decir, de aquella que te lleva a obrar de acuerdo con la Alianza. La voluntad de resistir a las seducciones del mal, incluye también la buena disposición para aceptar las advertencias de los justos, aunque resulten penosas (v. 5).

REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN DEL MENSAJE ESENCIAL DEL SALMO

Se puede orar lejos del Templo de Jerusalén, desde el templo cósmico del universo (v. 2).

El texto parece aludir a los sacrificios de culto que se celebraban en el templo. “El sacerdote tomará un puñado de flor de harina con el aceite y todo el incienso, y lo quemará como memorial sobre el altar. Es un sacrificio de aroma que agrada al Señor” (Lev 2,2).

Lo novedoso está en que la oración del salmista, lejos del templo, se equipara al sacrificio que el sacerdote ofrece en Jerusalén. Esta oración con los brazos levantados es del agrado de Yavé. La distancia física no impide una verdadera comunión espiritual con Dios. Se trata menos de suplir por la oración un rito sacrificial, cuya práctica se habría hecho imposible, que de comulgar de lejos, como espiritualmente, en la liturgia del templo de Jerusalén” (E. Beaucamp).

A la caída del sol, cuando se va la luz natural y se encienden las lámparas en el templo (cf. Ex 30,8), es un tiempo propicio para recogerse y ofrecer al Señor el perfume de una vida orientada hacia él.

“Es la hora donde la naturaleza, recogida un momento, entre la noche que cae y el día que huye, se eleva al Creador del día y de la noche, y parece ofrecer a Dios, en su brillante lenguaje, el magnífico homenaje de la creación.” (A. de Lamartine).

Necesitamos poner un candado a la boca (v. 3).

El centinela a la puerta de los labios es una imagen preciosa y original. El guardián puesto allí por Dios como si fuera a la entrada de un alcázar, no dejará salir a las malas palabras.

Son muchos los que han ido a la ruina a causa de su lengua. El salmista quiere evitar una desgracia: “El que vigila su boca, guarda su vida; el que suelta sus labios, busca su ruina” (Prov 13,3).

También el corazón necesita un guardián a su puerta (v 4).

Si la lengua es la puerta por donde sale el mal, el corazón es el taller donde se fragua, y la casa donde reside. “Del corazón de los hombres salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, perversidades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, soberbia e insensatez. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre” (Mc 7,20-22).

El corazón del hombre, donde se genera el mal, es como un río en crecida y que amenaza con desbordarse. Es como una terrible fuerza de gravedad hacia el mal. El salmista pide a Dios que controle esas fuerzas hostiles. “El corazón del rey es una acequia en manos de Dios: la dirige a donde quiere” (Prov 21,1). El orante teme, sobre todo, la compañía de los malhechores, que le invitan a saborear delicados manjares, pero que al final resultan amargos. “Aun entre risas se apena el corazón y al final la alegría acaba en duelo” (Prov 14,13).

En cristiano, no se puede decir: “al enemigo, ni agua” (v. 5).

Se hace referencia a las ceremonias de los banquetes, en los que a los huéspedes se les ungía la cabeza con óleo perfumado. El salmista no quiere ser huésped ni comensal de los malvados pues sería señal de unión y complicidad con ellos. El salmista guardará las distancias y no aceptará de los malvados aun las ofertas más seductoras. Pero aceptará todo de los justos, incluso los golpes, ya que éstos le servirán para corregirse del mal y encauzar sus pasos por el camino del bien.

El Evangelio nos habla de la corrección fraterna, es decir, de aquella que viene de las personas que se quieren, de los hermanos. Aunque, al principio, nos duela, nos haga sufrir, sin embargo, pronto notaremos que era por nuestro bien. Al caer en la cuenta de nuestros errores y superarlos, nos hace madurar y crecer en la fe.

Lo que no debemos hacer nunca es una corrección fraterna sin fraternidad, sin verdadero amor. Allí puede darse un verdadero despellejamiento de la persona. Tampoco se puede decir: “Al enemigo, ni agua”.

Cuando uno lee textos como éstos del A.T. uno cae en la cuenta de que la perfección está en Jesús (v 6-7).

En estos versículos todo es violento: jefes que se despeñan; piedra de molino que se rompe en mil pedazos; huesos que se esparcen… Se trata de expresar, con imágenes vivas, el castigo que les está preparado a los malvados, es decir, a aquellos que con lisonjas y engaños quieren arrebatar la fe a los fieles servidores del Señor.

Tal vez el mismo Jesús tuviera presente esta imagen cuando hablaba del castigo que les espera a los que escandalizan a los niños: “Al que sea ocasión de pecado para uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le ataran una piedra de molino al cuello y lo arrojaran al fondo del mal” (Mt 18,6).

Siguiendo a algunos autores preferimos traducir sus huesos en vez de nuestros huesos. El contexto pide que los huesos que se esparcen sean los de losenemigos. Después de Jesús, los cristianos no podemos seguir viviendo con las actitudes del A.T. sobre los enemigos.

Señor, mis ojos están vueltos a ti (v.8).

Los ojos del salmista han visto todas las ofertas que le han hecho sus enemigos. Él les ha dado la espalda y se ha vuelto para mirar sólo al Señor. La opción por Dios es clara y totalmente libre. Antes de decir sí a Dios, ha sabido decir no a las criaturas. En adelante sólo Dios ocupará enteramente su corazón.

Nuestra opción por Jesús debe ir acompañada de un desmantelamiento de todos nuestros ídolos. ¿Y cómo sabemos que tenemos ídolos? Hay que hacerse esta pregunta: ¿qué pasaría en mi vida si me los quitaran? Si la respuesta es ésta: ¡Me quedaría temblando!… Es que son verdaderos ídolos. Pero si dices: no pasaría nada. Es señal de que los ídolos están sublimados.

Toda invitación al pecado es una trampa. El hombre, hecho a imagen de Dios, sólo en Él puede encontrar la felicidad (v. 9).

Todas las alternativas que el mundo nos puede ofrecer al margen de Dios son trampas. Como fue una trampa la primera tentación de la serpiente a Eva: “El árbol era bueno para comer, hermoso de ver y deseable para adquirir sabiduría” (Gen 3,6). Toda tentación nos pinta un mundo fantástico, maravilloso. Pero pronto se cae en la cuenta de que le es imposible al hombre ser feliz sin contar con Dios.

“Se dieron cuenta de que estaban desnudos” (Gen 3,7). Desnudez, vacío, decepción, frustración… Ésas son siempre las secuelas del pecado. El salmista hace a Dios una bonita oración: Señor, guárdame de los lazos… Líbrame de las trampas…

Escapar libre, después de tantas redes del mal, ése es el triunfo de la fe (v.10).

Por la ley del talión se pide para los enemigos que su propia maldad se vuelva contra ellos. “Mientras yo escapo libre” Éste es el gran triunfo del salmista: escapar libre de todos los lazos y todas las trampas. Algo que el hombre no puede alcanzar sin la ayuda del Señor.

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

“Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu padre que está en lo secreto” (Mt. 6,6).

“Ante todo os recomiendo que se hagan súplicas y plegarias y acciones de gracias por todos los hombres” (1Tim. 2,1).

El mejor sacrificio de la tarde lo ofreció Jesús, antes de morir: Y, adelantándose un poco, cayó rostro en tierra y suplicaba: “Padre, si es posible, pase de mí este cáliz, pero no se haga como yo quiero sino como quieras Tú” (Mt. 26,39).

“Aquel sacrificio de la tarde, la Pasión del Señor, la cruz del Señor, la oblación de la hostia saludable es un holocausto agradable a Dios. Aquel sacrificio vespertino se convirtió en don matutino en la Resurrección. Nada hay más deleitable que el olor del Señor; exhalen este olor todos los que creen” (San Agustín).

“¿Cómo recitar el salmo 141 sin pensar en el sacrificio de la cruz y en la eucaristía que proclama la muerte del Señor hasta que él vuelva? Rezando este salmo podemos contemplar a Cristo como el Gran Sacerdote, levantando las manos en la cruz…, ofreciendo su suprema y definitiva plegaria; ofreciéndose en holocausto como Cordero que quita los pecados del mundo. En la eucaristía, la Iglesia une su plegaria a la de Cristo” (M. Thurian, de Taizé).

ACTUALIZACIÓN

Este salmo nos pone de manifiesto la fuerza que tiene el mal para “seducir”. Aparece ya en las primeras páginas del Génesis: “Se abrirán vuestros ojos y seréis como Dios” (Gn. 3,5). “El árbol era bueno para comer, hermoso de ver y deseable para adquirir sabiduría” (Gen 3,6).

El pecado del hombre está en no aceptar el rol de criatura y querer ser el Creador. Y esto de tener todo el saber y todo el poder, seduce. El hombre de hoy no acepta tener rivales. Él se constituye dueño y señor del universo. Él es la norma, él es la ley. Así desaparecen todos los dogmas.

Tal vez el “coronavirus” haya dejado al hombre “desnudo”, como a Adán en el paraíso. Ni la sabiduría, ni la técnica, ni el progreso han podido impedir que un microbio invisible, haya podido hacer tanto daño a la humanidad.  Tal vez el hombre de nuestros días ha aprendido una lección de “humildad”. Sin pretenderlo, se ha topado con algo esencial a toda criatura: “su vulnerabilidad”.

PREGUNTAS

1.- El salmo me invita a poner un centinela a la puerta de mis labios. ¿Acostumbro a criticar o herir a mis hermanos con mis palabras?

2.- El salmo me invita a dejarme corregir por mis hermanos. ¿Se da en mi comunidad una verdadera corrección fraterna? ¿Sé corregir con amor?

3.- El salmista se ha visto libre de lazos y de trampas. ¿Me siento libre por dentro? ¿Ayudo a otros a liberarse de sus esclavitudes?

ORACIÓN

“Suba mi oración como incienso en tu presencia”

Señor, hoy quiero ofrecerte una oración pura, transparente, limpia de egoísmo y de todo apego humano. El humo de mi plegaria quiero que suba hacia ti completamente blanco, a gran distancia de la materia que lo produce.

Que suba hacia ti, Señor, el aroma del incienso. Que mi oración esté hecha de adoración, de alabanza, de acción de gracias. Hoy quiero perderme en la oración y pensar solamente en ti. Quiero disfrutar pensando en lo grande y maravilloso que eres. Quiero vivir para tu gloria, para tu mayor gloria, para darte gusto en todo.

“El alzar de mis manos como ofrenda de la tarde”

Quiero, Señor, recogerme al caer la tarde, cuando se pone el sol; cuando las flores exhalan su perfume; cuando las aves acuden a sus nidos y los animales terrestres se esconden en sus guaridas; cuando el hombre abandona sus faenas y se retira a su hogar. Yo quiero recoger, entre mis manos, la copa de la vida y levantarla hacia ti en un brindis de amor.

“Mis ojos están vueltos a ti”

Mis ojos, mis pobres ojos, están ya cansados de mirar y contemplar los ídolos del mundo. Todo lo que ellos me pueden ofrecer suena a vacío. Por eso hoy vuelvo mis ojos a ti. Sólo tú puedes calmar el hambre y la sed de felicidad que llevo dentro. Tú eres mi pan, mi agua, mi camino, mi paz, mi alegría, mi libertad. Líbrame de los lazos y trampas de los enemigos. Dame un corazón libre para amar.

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