Sor María Nazaret, clarisa del monasterio de las Hermanas Pobres de santa Clara de Monzón, participó el pasado viernes en el coloquio La vida contemplativa, cerca de Dios y del dolor del mundo organizado por la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada,ConferCedisITVR y la colaboración de Católicos en red, en el marco de la celebración, este domingo, de la Jornada Pro Orantibus. A propósito del lema de la jornada, La vida contemplativa, cerca de Dios y del dolor del mundo, la joven religiosa subrayó la «increíble unidad que existe entre amar a Dios y amar al mundo entero. Es imposible acercarte a Dios y no acercarte al centro del mundo, amar a Dios y no amar este mundo por el que ha dado la vida». Un sentir que apoyó en las palabras de un clarisa italiana que afirmó que el corazón de un contemplativo es una cuna en la que Dios mece el mundo.

Sor María Nazaret narró de qué manera surgió la vocación en ella, «una chica con ritmo de Madrid, muy activa, con muchos planes». La inquietud de un corazón insatisfecho que «quería escuchar al Señor» y un retiro en Monzón, donde «se me habló mucho de coherencia y de relación personal con el Señor», fueron los primeros pasos de un proceso de dos años de cambio radical y, al tiempo, natural. «Nadie explica lo normal que es esto», exclamó, recordando el 22 de febrero de 2018 en el que pasó al otro lado de la reja y «desde entonces, con la ayuda de Dios y mis hermanas, hasta siempre».

A las preguntas de la periodista de COPE y TRECE TV, Irene Pozo, la clarisa señaló que «el monasterio nunca es un refugio, es un campo abierto en el que la realidad se te plantea tal y como es, y no tienes distracción. La materia prima con la que vive un monje es la realidad a secas». Eso no impide que, ante situaciones de dolor como las que la pandemia ha ocasionado, se formule preguntas ante las que la «única respuesta que he encontrado es dentro, dentro de cada persona. Dios no puede no estar». Por eso, ante una persona que ha perdido a un ser querido «no puedes darle una respuesta milagrosa pero sí hablar de vida eterna, que no resta dolor, pero sí se abre a la esperanza y es un dolor con sentido.»

Junto a sor María Nazaret, expusieron sus experiencias y opiniones el padre Carlos Gutiérrez, Prior de Sobrado de los Monjes, la madre Mª Dolores Domínguez, Carmelita Federal, y Fray Ángel Abarca, del Monasterio de Silos.