Si atípico han sido estos cuatro meses de pandemia, para todos nosotros, no menos atípico va a resultar el que este verano 2020 no se pueda realizar, por este motivo, el campamento del movimiento juvenil de Rasal, que desde el año 1974, ininterrumpidamente, ha formado parte de la programación de las vacaciones de verano de tantas familias. Es curioso que por antigüedad (el más veterano de Aragón) hasta tres generaciones se enorgullecen y recuerdan su paso por el emblemático pueblo de Rasal.
¿Qué tendrá este lugar que ha cobijado durante el transcurso de tantos años el jolgorio de los niños, las inquietudes de los adolescentes y los ideales de numerosos jóvenes? ¿Qué tendrá este lugar que ha conquistado la confianza de tantos padres para depositar durante 15 días, en los diferentes turnos, los tesoros de sus hijos? ¿Qué tendrá este lugar que ha cautivado el corazón de tantos jóvenes ansiosos de transmitir el relevo de la Buena Noticia de Jesucristo a generaciones y generaciones?
Este es el secreto tan bien guardado de este lugar, la experiencia y presencia viva de Jesús que se nos manifiesta en el Evangelio, y que es capaz de llenar y dar plenitud tantas vidas que durante tantos años se han entregado a los más jóvenes, por medio del servicio, dando un color tan especial como espectacular a esta acción evangelizadora, el campamento de Rasal.
Esto ha sido posible y sigue siendo posible, a través del tiempo, por el sueño hecho realidad de un sacerdote, Mosén Lázaro, que creyó en los jóvenes, que supo mostrar de ellos lo mejor, que los acompañó y los quiso hasta la total donación de su vida.
¡FELIZ VERANO! Os deseamos los miembros del movimiento de Rasal.