Flash sobre el Evangelio del IV Domingo de Pascua (25/04/2021)

El Párroco ha propuesto hoy dos temas: la respuesta que Pedro y Juan dieron a los jefes del pueblo, cuando les interrogaron por haber curado a un paralítico (Hch 4, 18-12); y las palabras del evangelio (Jn 10, 11-18) con las que Jesús se identificó como “buen Pastor”.

– La verdad es que hoy no sé por dónde empezar -le dicho a modo de saludo-.

– Pues por el principio -me ha respondido haciendo un gesto al camarero para que entendiera que queríamos lo de siempre-.

– ¿Y qué es lo primero?

– Está claro -ha añadido mientras tomábamos asiento-. Lo primero es que yo soy el buen pastor, que no hui cuando llegó el lobo y arriesgué mi vida por las ovejas; lo de Pedro y Juan, acosados por curar a un paralítico en mi nombre, es la fotocopia de lo mío…

– Es verdad -he reconocido, sorbiendo el café-. Y hablando del buen pastor, me ha gustado lo que dices de no huir cuando llega el lobo, y de conocer a cada oveja.

– Es, justamente, lo que debe hacer un buen pastor: defender las ovejas, aunque tenga que empeñar su vida. Defenderlas del mal que destruye el cuerpo y el alma. Este mundo sigue contagiado por la mentira de creer que el dinero, el poder y el placer dan la felicidad; hay que plantar cara a esa mentira para que no contagie a la buena gente y, sobre todo, a los jóvenes. Hay que plantarle cara, aunque hacerlo sea poco atractivo y te traten de aguafiestas. El pastor asalariado contemporiza con la mentira para vivir tranquilo…

– Por eso, detuvieron a Pedro y a Juan y trataron de taparles la boca; para que no se supiera que habían curado al paralítico en tu nombre -he añadido pensativo-.

– Y se sigue acosando a mi Iglesia cuando levanta la voz para recordar que los pobres existen y que muchos viven tan felices mirando hacia otro lado sin reconocer la injusticia y la corrupción en la que se han instalado. De este acoso, mi Vicario, el papa Francisco, sabe mucho…

– Y también dijiste que el buen pastor conoce a todas sus ovejas…

– Efectivamente; pero esto forma parte de lo anterior: uno defiende aquello que ama y, en la forma de hablar de los semitas, conocer y amar es lo mismo. Yo os conozco porque os amo y os amo porque os conozco, con vuestras virtudes y defectos.

– ¡Es un consuelo saber que nos conoces y amas tan sinceramente! -he reconocido-.

– Pero no olvides que tengo otras ovejas que aún no están en el redil y es preciso que alguien las vaya a buscar. Hoy hacéis una Jornada de Oración por las Vocaciones y es preciso que «pidáis al dueño de la mies que envíe obreros a su mies», como dije en otra ocasión. Pero, además de rezar, hay que seguir dando con el mazo. Vuestro refranero es muy sabio…

– ¿Por qué lo dices?

– Porque sois tan ingenuos que pensáis que las vocaciones sacerdotales y religiosas llueven del cielo. Además de pedirlas al Padre, tenéis que preparar la tierra de vuestros niños y jóvenes para que su llamada les sea apetecible. ¿Cuándo proponéis a vuestros hijos, nietos, sobrinos y jóvenes que esa vocación merece la pena tanto o más que las demás profesiones? Más bien hacéis lo contrario. Y así no tendréis buenos pastores en el futuro.

– ¡Cuánta razón tienes! -he concluido cariacontecido y pagando la consumición-.