«Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo».
INTRODUCCIÓN
El texto nos habla de una nube que los cubre. También Job reconocía ese estar Dios en la nube al decir: “Cruza junto a mí y no lo veo, pasa rozándome y no lo siento” (Jb 9,11). El Evangelio de hoy nos propone precisamente lo contrario: una atención despierta capaz de detectar el roce de la vida y del Señor que la habita; una terca convicción de que toda realidad esconde en su entraña el poder de resplandecer, de “volverse otra”. Y una escucha expectante que nos permita oír, en medio de la algarabía de tantas voces, la Voz que se nos dirige a cada uno y que nos susurra las palabras que poseen el poder de transfigurarnos: “Tú eres mi hijo amado”. (Dolores Alexandre).
LECTURAS DEL DÍA
1ª lectura: Gn.15,5-12. 17-18; 2ª lectura: Fil. 3,17-4,1.
EVANGELIO
Lc. 9,28-36.
Unos ocho días después de estas palabras, tomó a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía lo que decía. Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube. Y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo». Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
REFLEXIÓN
El evangelio de Lucas resalta el tema de la oración. Y la pone en los momentos importantes de la vida de Jesús: en el bautismo (3,21); en la vocación de los discípulos (6,12; en la profesión de Pedro (9,20; en el Padre Nuestro (11,1) y en su muerte: (23,46). En Lucas la Transfiguración es consecuencia de la oración. Entonces, ¿Para qué la montaña?
1. – SUBIMOS A LA MONTAÑA PARA RESPIRAR EL AIRE PURO DE DIOS. El hombre moderno, que vive en las grandes urbes, necesita la montaña para liberarse de los ruidos, el asfalto, la polución. Necesita respirar el aire puro de la montaña. Y en esta sociedad materialista donde cada día se va perdiendo el sentido religioso, donde cada día Dios va quedando más lejos, dominan los egoísmos, las enemistades, las venganzas, las agresiones, la violencia. La vida se va haciendo cada día más inhumana. Y este hombre que lo sepa o no lo sepa, lo acepte o no lo acepte, está hecho a “imagen y semejanza de Dios” siente dentro de sí un vacío, una frustración, una angustia vital. Necesita respirar el “aire puro de la montaña de Dios”. Necesita respirar la verdad, la belleza, el amor, la paz. Subir a la montaña va siendo una necesidad existencial. También para el alma.
2.- SUBIMOS A LA MONTAÑA PARA CAMBIAR. Notemos que los discípulos que subieron con Jesús eran Pedro, Juan y Santiago. Pedro quería impedir que Jesús fuera a la Cruz. Santiago y Juan, al entrar en Samaría, querían que Jesús enviase fuego para arrasar a esa ciudad que no lo había querido recibir (Lc.9,54). Estos apóstoles necesitan cambiar de actitud. Por eso Jesús los llevó a la montaña. Por otra parte, en la misma montaña, San Pedro quería hacer tres tiendas: una para Jesús, otra para Moisés y otra para Elías. Es verdad que estos personajes representaban la Ley (Moisés) y los profetas (Elías). Pero cometía el error de comparar a Jesús con un personaje famoso del A.T. No se puede tolerar tres tiendas “iguales”. Jesús es más que Moisés y más que Elías. Jesús es el Hijo de Dios. En este sentido, todos tenemos que cambiar. Jesús no debe ser “uno más”. Debe ser el Absoluto, el Definitivo. Y desde Jesús debemos relativizar todo lo demás. El cambio que dieron los discípulos en la Montaña aparece al final cuando dice el texto paralelo de Marcos: “Y ya no vieron a nadie sino únicamente a Jesús” (Mc. 9,8). Este debe ser el resultado de todo auténtico encuentro con el Señor: No ver ya a otra persona sino a Jesús. Y ver el mundo a través de Jesús. Nosotros no podemos bajar de la montaña y seguir siendo “enemigos de la Cruz de Cristo” (2ª Lectura).
3.- SUBIMOS A LA MONTAÑA PARA INICIAR UN NUEVO CAMINO. La gran equivocación de los apóstoles, representados por Pedro, era el “querer permanecer allí”. ¡Qué bien se está aquí! Si Jesús los ha llevado al monte de la transfiguración, no ha sido para que se quedaran en ese monte, sino para que, desde ese Monte, divisaran otro monte: el del Calvario. Jesús quiere que vivan una experiencia “gratificante” para que no se escandalizaran de la Cruz. Es muy interesante tener acumuladas en el alma distintas experiencias positivas de la fe. Experiencias de “luz” para los momentos de “oscuridad”; experiencias de “seguridad”, para los momentos de “duda”; experiencias de “presencia” para los días de “ausencia”. Experiencias de “Tabor” para las largas horas de Getsemaní; experiencias de Resurrección para poder aceptar la Muerte. Hasta ahora hemos hablado mucho del Dios de la Ciencia. Desde ahora debemos hablar más del “Dios de la Experiencia”
PREGUNTAS
1.- ¿Considero la oración como una necesidad? ¿Siento la necesidad de orar como necesito de comer, beber, dormir, respirar? Es el verdadero sentido de la oración.
2.- ¿Estoy convencido de que la verdadera oración cambia mi vida? ¿Puedo contar con alguna experiencia de este tipo? ¿La puedo comunicar a los demás?
3.- ¿Estoy convencido de que una auténtica oración me lleva a la vida? ¿Tengo alguna experiencia de que, cuando no rezo, me parece que me falta algo, que las cosas van peor?
Este evangelio, en verso, suena así:
Con Pedro, Santiago y Juan,
Jesús sube a la montaña.
Allí se encuentra con Dios
en la paz de la plegaria.
Mientras reza, Jesús goza
de una “experiencia sagrada”.
Brillan blancos sus vestidos
y resplandece su cara.
La escena es un “anticipo”
de la “gloria de la Pascua”.
Para Pedro y compañeros
un motivo de esperanza.
No pueden entretenerse
construyendo tres cabañas.
Una voz, desde la nube,
les dirige la palabra.
“Escuchad a mi Hijo amado”,
un sol de verdad y gracia.
Con la Ley y los Profetas
pasó ya la “Antigua Alianza”.
Dando la vida, Jesús
nos brinda un nuevo programa:
“Por la cruz se va a la luz”,
por la noche a la mañana.
Señor, que todos nosotros
Sigamos tu misma marcha.
Un día descansaremos
En el hogar de tu casa.
(Compuso estos versos José Javier Pérez Benedí)