Domingo 13º, tiempo ordinario: 30 de junio de 2024

Raúl Romero López
24 de junio de 2024

“Talitha qumi”

INTRODUCCIÓN

Dios no hizo ni la enfermedad ni la muerte. Estos son males del hombre Si Dios es sumo bien no ha podido hacer el mal. Jesucristo nos devuelve la vida. La creación aparece como un don para la vida. Hasta que el último enemigo (la muerte) sea vencido, la creación está expectante, esperando la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Los milagros del evangelio no son “agua pasada”. Hoy también nosotros podemos ser liberados por Jesús. Hoy también nosotros podemos encararnos a la muerte y decirle: ¿Dónde está tu victoria? Dios es amor. Y la muerte debe ceder al amor su última palabra.

TEXTOS BÍBLICOS

1ª lectura: Sab. 1,13-15. 2,23-24.                 2ª lectura: 2Cor. 8,7.9.13-15

EVANGELIO

San Marcos 5, 21-43:

En aquel tiempo Jesús atravesó de nuevo a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago.  Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva.»  Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba. Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos y se había gastado en eso toda, su fortuna; pero en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido, curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que, había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio le la gente, preguntando: «¿Quién me ha tocado el manto?» Los discípulos le contestaron: «Ves como te apretuja la gente y preguntas: «¿quién me ha tocado?»» Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo.  Él le dijo: «Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.» Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?» Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe.» No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida.» Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos, y con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: «Talitha qumi (que significa: contigo hablo, niña, levántate).» La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar –tenía doce años–. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

REFLEXIÓN

         No olvidemos que el episodio anterior ha terminado en el mar. “símbolo del mal”. Jesús viene a destruir el mal del mundo. Y las lecturas de este domingo nos van a hablar de Jesús curando a la Hemorroísa, es decir, restaurando la vida, más aún, resucitando a una niña, es decir, arrancándola de las garras de la muerte.

1.– JESUS, EL AMIGO DE LA VIDA. En la primera lectura, el libro de la Sabiduría nos habla de Dios, Creador de la vida, amigo de la vida y enemigo de la muerte. Jesús ha venido a este mundo “para que tengamos vida y la tengamos en abundancia” (Juan, 10,10). Jesús quiere que el Proyecto de Dios siga adelante. Nosotros, los mortales, es decir, los que inexorablemente estamos condenados a la muerte, sólo podemos conjugar el verbo tener, que indica relatividad. Por eso decimos: yo tengo salud, sí, pero relativamente, ya que mañana puedo enfermar. Tengo “vida” pero relativamente, ya que mañana puedo morir. El único que conjuga el verbo ser, que indica plenitud, es Jesús. Por eso Jesús dice: YO SOY LA RESURRECCION Y LA VIDA. De esa abundancia de vida, de esa plenitud, Cristo nos quiere dar.

2.– JESÚS RESTAURADOR DE LA VIDA. Jesús se encuentra con una mujer que lleva ya doce años “perdiendo sangre”, es decir, “perdiendo vida” (Lev. 17,11). Esa mujer era símbolo de una frustración vital. Jesús no está de acuerdo en que se malogre la vida.  La mujer tiene fe en Jesús y sabe que sólo Él la pueda sanar. Pero ella sabe que es impura y no puede acercarse a nadie para no contagiarle (Lev. 15,19).  Por eso camina temblorosa y a Jesús sólo quiere tocarle la orla del vestido. Es curioso que, mientras la gente está físicamente apretujando a Jesús sin pasarles nada, esta mujer, con sólo rozarle el manto con fe, ha sido curada. Muchas veces estrechamos a Jesús, le comemos, y no pasa nada en nuestra vida. Habrá que dar el paso a la fe. Llama la atención que Jesús, después de los milagros, incluso después de la Resurrección de la niña, mande silencio. Y aquí hace alarde de publicidad: ¿Quién me ha tocado? A Jesús le interesa que la gente se entere que quiere liberar a esta mujer (y a todas del mundo) del tabú de la sangre. Tener flujos de sangre no es ninguna culpa ni se contagia nadie por eso. El pecado está en el corazón de las personas.

3.– JESUS VENCEDOR DE LA MUERTE. Jesús, pudo haber llegado a curar a la niña antes de morir. Pero dejó que muriera para desdramatizar la muerte. La muerte ya no es lo irreparable, lo irremediable, lo definitivo. Hay Alguien que tiene poder sobre la muerte y es Jesús. Notemos que Jesús se acerca y toma a la niña de la mano. También estaba prohibido por la ley tocar un cadáver pues el que lo hacía quedaba impuro y contaminaba a los demás. Jesús libera también de ese otro tabú. Notemos que el verbo que usa “levantar” es el mismo que se usa para hablar de la Resurrección de Jesús. Jesús no nos levanta de una muerte para volver de nuevo a morir. Jesús nos levanta de la muerte para alzarnos a la misma VIDA DE DIOS, para vivir siempre con Él.  No nos extrañe que aquí “pida silencio” después del milagro. No quiere que la gente se quede en ese milagro, sino en el gran Milagro de la Resurrección.  Aquí se acabará el llamado “secreto mesiánico”.

PREGUNTAS

1.- ¿Estoy convencido de que Dios quiere que disfrutemos de la vida, que la vivamos con plenitud?

2.- ¿Me encanta ese Cristo, liberador de “tabúes”, de “miedos”, “de tristezas”? ¿Me apunto a la tarea de evitar sufrimientos?

3.- ¿Tengo fe en mi propia Resurrección? ¿Le considero a Jesús capaz de hacerme feliz sólo a medias? ¿Capaz de ser Él feliz sin nosotros?

Este evangelio, en verso, suena así:

Señor, con gozo admiramos

dos ejemplos de fe viva:

el de una “mujer enferma”

y el del “padre de una niña”.

La “mujer” gastó sus bienes

en cuantiosas medicinas.

Al no poder tener hijos

se sintió triste y herida.

La “niña” al cumplir doce años,

pareció que se moría.

Ya no podría casarse

ni formar una familia.

La “mujer”, Señor, con fe,

marchaba en tu comitiva.

Su mano tocó tu manto

y recobró la alegría.

El padre también creyó

en tus palabras divinas:

“No temas. Ten fe. Tu “niña”

no está muerta. Está dormida”

Siempre nos queda al creyente,

Señor, una alternativa:

Cuando todo está perdido,

nos tiendes tu mano amiga

Hoy, Señor, te haces Palabra

Y Pan en la Eucaristía.

Comulgaremos contigo:

Camino, Verdad y Vida.

(Compuso estos versos José Javier Pérez Benedí)

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