Dios es bipolar: es presencia y ausencia; luz y oscuridad; tremendo y fascinante

Raúl Romero López
19 de octubre de 2020

Salmo 97

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1 El Señor reina, la tierra goza,

se alegran las islas innumerables.

2 Tiniebla y nube lo rodean,

justicia y derecho sostienen su trono.

3 Delante de él avanza el fuego,

abrasando en torno a los enemigos;

4 sus relámpagos deslumbran el orbe,

y, viéndolos, la tierra se estremece.

5 Los montes se derriten como cera ante el Señor,

ante el Señor de toda la tierra;

6 los cielos pregonan su justicia,

y todos los pueblos contemplan su gloria.

7 Los que adoran estatuas se sonrojan, los que ponen su orgullo en los ídolos. Adoradlo todos sus ángeles.

8 Lo oye Sión, y se alegra; se regocijan las ciudades de Judá

por tus sentencias, Señor;

9 porque tú eres, Señor, Altísimo sobre toda la tierra,

encumbrado sobre todos los dioses.

10 Odiad el mal los que amáis al Señor: él protege la vida de sus fieles

y los libra de los malvados.

11 Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón.

12 Alegraos, justos, con el Señor, celebrad su santo nombre.

INTRODUCCION.

El salmo 97 es un himno a la realeza de Dios. La aclamación inicial ¡El Señor es rey! provoca el júbilo del salmista que, entusiasmado, invita a todos los pueblos a que se unan a su gozo por la realeza universal de Dios. El texto comienza con una teofanía en la que aparece el gran rey con sus asistentes cósmicos (nubes, tinieblas, fuego, rayos) e históricos (juicio, derecho, gloria). Ante esta teofanía se constatan dos reacciones: la de los idólatras que se postran y quedan avergonzados y la de los fieles que se llenan de luz y de alegría. San Agustín comienza la explicación de este salmo con estas bellas palabras: «Dios ofrece al corazón espectáculos tan estupendos que no pueden hallarse más deleitables si existe un paladar creyente que perciba la miel de Dios». Y dirige a Dios una oración por los creyentes: «Que él modere y adapte mi sermón a vuestros corazones para que todo cuanto se regocija aquí en mi corazón con tales espectáculos llegue a mi lengua, de mi lengua pase a vuestros oídos y de ahí pase a vuestros corazones, y a vuestros hechos».

REFLEXIÓN SOBRE EL MENSAJE ESENCIAL DEL SALMO

A pesar de todas las dificultades, el Señor sigue reinando. Y esto es motivo de alegría (v. 1).

El salmo se abre con una exclamación: «Dios reina». Y ésta se difunde por todo como un toque de trompeta. Yavé no puede dejar de ser rey. Sin embargo, su reino parece haber tenido un eclipse en la reciente historia: el de la derrota y deportación de su pueblo a Babilonia. El Dios de Israel parecía que había capitulado ante los dioses paganos. Pero es pura apariencia. Yavé sigue reinando. «La tierra santa (símbolo del pueblo judío que la puebla) y las islas innumerables (símbolo de los pueblos paganos dispersos), salten de júbilo» (Guichou).

Su reino tiene firmes fundamentos: La justicia y el Derecho (v.2).

Yavé siempre permanece como el Dios misterioso, invisible, como si una espesa nube lo ocultara siempre a las miradas de los hombres. Pero ahora manifiesta diversos aspectos de sí mismo: se manifiesta como rey justo y recto. La justicia y el derecho vienen a ser las bases de su trono real, es decir, los principales fundamentos de su reino.

Manifiesta su poder en la Naturaleza, no para asustar a los hombres sino para que éstos descubran su presencia, a veces oculta (v.3-5).

Para los hebreos, la tormenta (con sus espesas nubes, el resplandor de los relámpagos, el ruido de los truenos que hace temblar la tierra) viene a ser el marco ideal para una teofanía o manifestación de Dios.

«Los montes se derriten como cera». No se trataría de fenómenos volcánicos, como pretenden algunos. Es la impresión de los montes anegados por la fuerte tormenta. La tormenta deshace las montañas, es decir, lo más inquebrantable.

Todo sugiere el grandioso poder de Dios. Aunque no aparece su persona, sin embargo estos fenómenos permiten a los pueblos ver su poder enorme en acción.

Con todo, esta manifestación de Dios no es un simple signo de su poder para dejar boquiabiertos a los hombres, sino que la manifestación de Dios sirve también para desvelar el sentido de su presencia detrás de la realidad de las cosas y de las personas. A esto se llama ver la realidad con ojos creyentes.

“Aunque los hombres callen, los cielos hablan, gritan, pregonan, la existencia de Dios (v.6).

Los cielos se hacen pregoneros del Señor. No sólo hablan, sino que proclaman, predican a gritos la justicia. Los pueblos han reconocido su gloria. Dios reconocido, cantado y celebrado por todos los pueblos: ésa era la aspiración religiosa de Israel que englobaba a los otros deseos.

“El salmista se ríe de aquellos que ponen su corazón en ídolos de barro” (v.7).

Los ídolos se llaman dioses, pero en realidad no son nada. No son, no actúan, no salvan, no liberan, no existen. «Dicen a un madero: ‘tú eres mi padre’ y a una piedra: ‘tú me has dado la vida’. Ellos me dan la espalda no la cara, pero cuando les acosa la desgracia, gritan: ‘¡Levántate, sálvanos! ¿Dónde están los dioses que te has hecho? ¡Que vengan en tu ayuda cuando te acosa la desgracia! (Jer 2,27-28).

En cambio, los que creen en Yavé se regocijan” (v.8).

Las relaciones son opuestas. Los idólatras quedan avergonzados en la presencia del verdadero Dios. Los ídolos babilónicos, una vez vencidos por Yavé, se han llegado a convencer de su impotencia y han tenido que reconocer la soberanía del Dios de Israel. Pero Sión, la ciudad escogida, y las demás ciudades de Judá, se alegran de las sentencias del Señor. Todos los israelitas saltan de júbilo ante las intervenciones victoriosas de su Dios.

“Los cielos son altos, pero Dios es el Altísimo” (v. 9).

Cielos y tierra son dos términos de comparación. La tierra está aquí abajo y los cielos están allá, arriba. Los cielos son altos; pero Dios es altísimo, está más allá, más alto que los cielos. Los dioses son ídolos de barro. Están a ese nivel: a la altura del barro. Pero Dios está encumbrado por encima de todos.

“Dios ama al que cumple sus mandamientos. Éstos son caminos de libertad y felicidad para el hombre” (v.10).

El Señor ama. ¿A quiénes ama? «A los que aman y aguardan mis mandamientos» (Ex 20,6). Los mandamientos van encaminados hacia el bien. Los mandamientos son caminos que conducen al hombre a la realización plena de sí mismo y a la felicidad. Lo contrario de los mandamientos es el mal. Dios ama al que lo aborrece. El mal, el pecado, se opone al plan de Dios, al proyecto de Dios, a los mandamientos, al Dios de la alianza.

Dios protege la vida de sus fieles. En la Biblia es corriente la imagen de Dios como un águila que cuida de sus polluelos y los protege. «Como el águila que incita a su nidada y revolotea sobre sus polluelos, así desplegó él sus alas y los tomó, llevándolo sobre sus plumas» (Dtn 32,11).

«Y los libra de los malvados». Aquí hay algo más que palabras. El éxodo es un camino de liberación. Dios libró al pueblo de la esclavitud de Egipto para que pudiera servirle por amor.

En la Naturaleza, todo nacimiento es bello: el nacimiento del agua, de una flor, de la luz. Mucho más bello el nacimiento de la luz sobrenatural” (v. 11).

Aquí la justicia hay que entenderla a la luz del profeta Isaías. Se trata de vivir en el amor y realizar obras de misericordia:

«Si repartes tu pan al hambriento y satisfaces al desfallecido, entonces surgirá tu luz en las tinieblas y tu oscuridad se volverá mediodía» (Is 58,10).

Los rectos de corazón son aquellos que dan su adhesión a la Alianza. Para éstos también amanece la luz. «Brillará tu luz como la aurora … tu recto proceder caminará ante ti y te seguirá la gloria del Señor» (Is 58,8).

“Los hombres prometen placer pasajero. Dios promete felicidad plena y estable” (v.12).

Los que están con el Señor son hombres de gozo y dan gozo a los demás. La raíz hebrea SMH nos habla de una alegría plena, hasta rebosar. Las alegrías del mundo son tangencia les; apenas rozan la piel, y efímeras. La alegría del Señor es profunda, abarca el cuerpo y el alma y duran siempre.

Los justos también celebran su fe. Están orgullosos de su fe y la festejan. Nada más ajeno a una persona de fe que el olvido, la rutina, la tibieza, la tristeza.

Dios, al exigimos que le veneremos y lo celebremos no adopta una postura egoísta. Al contrario. La fe cristiana nos dice que cuanto más apreciamos a Dios más apreciamos al hombre y cuanto menos valoramos y respetamos a Dios menos valoramos y respetamos al hombre. Dios, al encarnarse, ha asumido a toda la humanidad y se ha solidarizado con todos los hombres y mujeres del mundo. El hombre y la mujer venerados, admirados, respetados, ésa es la manera cristiana de vernos y de ver a los demás.

TRASPOSICION CRISTIANA

¡Y el Verbo se hizo carne!. (Jn. 1,14): Esta es la diferencia de la fe cristiana con relación a la espiritualidad del A.T. Antes, Dios se manifestaba en la tormenta, en el fuego, etc. Ahora se ha manifestado en un Dios que se ha hecho “hombre”. Es a partir de ahí donde el creyente reconoce, no sólo en Jesús sino en todo hombre, la presencia de Dios vivo y verdadero.

Ruperto de Deuiz: «El guía y camino es para nosotros Jesucristo, el Hijo de Dios. columna de fuego porque es verdadero Dios; columna de nube porque es verdadero hombre. El verdadero sol, fuente de toda luz, ha venido en la nube de la carne».

San Atanasio: «Los santos, mientras vivían en este mundo, estaban siempre alegres, como si siempre estuvieran celebrando la pascua».

San Pedro de Alcántara: «La alegría espiritual es el principal remo en esta navegación nuestra».

ACTUALIZACIÓN

El hombre de hoy, amante de la libertad y de la democracia, puede ver en este salmo un atentado contra su dignidad al considerar a Dios Rey y Soberano de todo.  Pero no es así. El verdadero reino de Dios, expresado por Jesús, es muy distinto.

Decía Jesús a los discípulos:” Los jefes de este mundo los tiranizan y los grandes los oprimen. No ha de ser así entre vosotros. El que quiere ser grande, se haga el más pequeño y el que quiera ser el primero, que se haga esclavo. Igual que le Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir” (Mt 20, 25-27). El Señor reina para dar a los hombres la libertad de amar. Su señorío es un grito de libertad: nadie puede creerse el amo del mundo, ningún ser humano, ningún pueblo, ninguna institución. “El creyente de este Reino es un hombre que ama al Señor, que odia el mal, que es fiel y justo; que es recto de corazón y rebosa alegría” (Vincenzo Paglia).

PREGUNTAS

1.- Muchas veces decimos: el Señor es rey. Pero, ¿dejamos que él nos gobierne? ¿Le dejo a él las riendas de mi vida?

2.- Vivo en una comunidad o grupo cristiano: ¿Percibimos y celebramos el gozo de nuestra fe? ¿Nos comunicamos la fe que tenemos en común?

3.- La gente de la calle, ¿nota que somos cristianos? ¿Somos personas más alegres, más respetuosas, más complacientes?

ORACIÓN

«El Señor reina, la tierra goza»     

¡El Señor reina! Es una exclamación que brota de lo más íntimo de mi ser. En este nuestro mundo en el que están mezclados el bien y el mal, la luz y las tinieblas, la verdad y el error, a veces da la sensación de que el mal triunfa sobre el bien y la luz es sofocada por las tinieblas. Pero esto es sólo una apariencia. Tú has vencido la muerte y las fuerzas del mal tienen que ceder. La tierra entera se estremece y se goza con tu presencia. Esta tierra que tú conoces y que tú has pisado; esta tierra que te ha visto nacer, crecer y morir hoy se llena de júbilo con el triunfo de la Resurrección. El Padre Dios te ha exaltado en los cielos y te ha constituido rey y Señor del Universo.

 «Tiniebla y nube lo rodean»

Tú, Señor, verdaderamente eres un Dios escondido. Apareces y desapareces. Te manifiestas y te ocultas. Tú eres el Otro, el distinto, el inalcanzable. Si te pudiéramos retener, si te pidiéramos abarcar, serías un dios pequeño, hecho a nuestra medida, pero tú eres un Dios grande, inmenso, sublime, inefable, el único y verdadero Dios.

Haz que yo te acepte como tú eres: con tus epifanías ocultas; con tus presencias y tus ausencias; con tus nubes y tus claros. Haz que yo sepa acoger tu Misterio y cargar con él sin pretender entenderlo, abrirlo, estropearlo. Haz que yo mida mis distancias y sepa asumir mi condición de criatura y, desde ahí, pueda adorarte, alabarte, glorificarte.

«Alegraos, justos, con el Señor»        

Hoy el salmista nos hace una bonita oferta: nos invita a la alegría, al gozo, a la fiesta. Da la sensación de que el salmista sabe ya bastante de nuestras penas, de nuestros sufrimientos, de nuestras miserias, de nuestras lágrimas. Y quiere que nos alegremos, que disfrutemos de la vida. Pero él sabe que esto sólo lo podemos conseguir si lo hacemos con el Señor: con la verdad del Señor, con la belleza del Señor, con el amor del Señor, con el gozo del Señor.

ORACIÓN MIENTRAS DURA LA PANDEMIA.

Dios todopoderoso y eterno, refugio
en toda clase de peligro, a quien nos
dirigimos en nuestra angustia; te
pedimos con fe que mires
compasivamente nuestra aflicción,
concede descanso eterno a los que
han muerto por la pandemia del
«coronavirus», consuela a los que
lloran, sana a los enfermos, da paz a
los moribundos, fuerza a los
trabajadores sanitarios, sabiduría a
nuestros gobernantes y valentía para
llegar a todos con amor, glorificando
juntos tu santo nombre. Por JNS.

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