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Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Dios camina con su pueblo

25 de septiembre de 2024

“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. […] Porque fui forastero y me hospedasteis. […] Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis. […] Apartaos de mí, malditos […] Porque fui forastero y no me hospedasteis […] En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo. Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna” (Mt 25,34ss.)

            Palabra de Dios que todos sabemos. Si solo la sabemos, poco nos dirá y menos nos ayudará a transformarnos. Estamos llamados a ‘conocerla’ con el corazón, con entrañas de misericordia y fraternidad. Llamados a ‘saborearla’, aunque nos queme por dentro como a los Profetas.

            Esta Palabra de Dios siempre ha sido y seguirá siendo actual. Desde el Antiguo Testamento hasta el final de los tiempos. Desde el Éxodo, ampliado por el Génesis, hasta el Apocalipsis. Las situaciones de carencias que describe la Biblia siguen vivas entre nosotros, en todo el mundo, y continuarán hasta que este mundo pase.

«Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y residió allí como inmigrante siendo pocos aún, pero se hizo una nación grande, fuerte y numerosa.

Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron dura servidumbre.” (Dt 26.5-6)

            El pueblo de Israel comenzó a existir como emigrante, ‘errante’.

El SEÑOR protege al extranjero y sostiene al huérfano y a la viuda, pero frustra los planes de los malvados”. (Salmo 146,9)

            El Señor siempre acompañó a este pueblo errante, ‘emigrante’.

            El próximo domingo, 29 de septiembre, celebramos en la Iglesia LA JORNADA MUNDIAL DEL MIGRANTE Y DEL REFUGIADO. Y precisamente con este mensaje: DIOS CAMINA CON SU PUEBLO. Mensaje propuesto y comentado por el Papa Francisco.

            A los emigrantes “no los idealicemos, pero tampoco los despreciemos o problematicemos. No son peores ni mejores que nosotros, son ‘nosotros’. A todos nos dirige hoy el Señor su palabra para que le hagamos sitio y le dejemos entrar en nuestras vidas. Él nos conduce a la patria celestial, donde no habrá ya separación en función de las nacionalidades sino solo en función de la pregunta: ¿has amado sin medida? ’A mí me lo hiciste’” (Subcomisión Episcopal para las Migraciones y Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal Española).

            Hoy creo que no hay ningún pueblo ni ciudad españolas donde no habiten emigrantes. No se trata de un problema, sino de una nueva realidad (o no tan nueva, aunque sí más masiva que antes). Se convierten en una ayuda necesaria. Que ellos acepten y respeten nuestra forma de vivir y nuestra cultura y nosotros respetemos las suyas. Si lo hacemos así, todos nos enriqueceremos: ellos y nosotros. Porque son, somos ‘nosotros’. ¡Qué hermoso! ¿Lo creemos y valoramos?

            “Constatemos la enorme alegría de saber que Dios camina con Su pueblo, en descubrir que tiene un plan de fraternidad y en conocer cómo lo hace desde la ternura, la misericordia y la confianza que deposita en cada una de sus criaturas. Con la fuerza del Espíritu que une lo diverso, pidamos que trabajemos por convertirnos en comunidades que acompañan, acogen e integran”. (Subcomisión Episcopal…)

            “Unámonos en oración por todos aquellos que han tenido que abandonar su tierra en busca de condiciones de vida dignas. Sintámonos en camino junto con ellos, hagamos juntos ‘sínodo’ y encomendémoslos a todos, así como a la próxima asamblea sinodal a la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, signo de segura esperanza y de consuelo en el camino del pueblo fiel de Dios” (Francisco. Mensaje para esta Jornada del Migrante y Refugiado)

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