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Opinión

Pedro Escartín

Cuenta lo que has visto

23 de octubre de 2021

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del Domingo XXX del Tiempo Ordinario

Siempre hay alguien capaz de hacer lo contrario de lo que sería correcto. Al comenzar la última etapa de su “subida” a Jerusalén, salió al paso de Jesús un ciego conocido en Jericó como el hijo de Timeo, pidiéndole compasión. El evangelista dice que «muchos regañaban al ciego para que se callara» (Mc 10, 46-52), pero Jesús se detuvo y le llamó. Mientras me acercaba a la cafetería, he pensado preguntar a Jesús cómo le sentó esa actitud de alguna gente.

– ¿Qué tienes pensado para este domingo?- me ha dicho intuyendo mi propósito-.

– Pues algo que me resulta incomprensible- he respondido al instante-. ¿Qué mal les hacían los gritos del ciego Bartimeo a aquellos que le regañaban para que se callara?

– ¿Aún no has aprendido que el reino de Dios sufre violencia y sólo los que lo desean con ardor lo consiguen?- me ha aclarado, mientras llevábamos los cafés a una mesa vacía-. No olvides que Satanás tiene sus secuaces, que intentan conservar el imperio de este mundo y obstaculizan la expansión del reino de Dios.

– Entonces, ¿había gente malintencionada entre los que te acompañaban desde Jericó a Jerusalén?- he exclamado cándidamente-.

– De todo hay en la viña del Señor, no lo olvides. Pero, de lo que ocurrió aquel día, no fue esto lo que más atención merece -me ha advertido tomando un sorbo de café-.

– Pues, ¿qué es lo que te llamó tanto la atención?

– La respuesta del ciego -ha continuado abriendo las manos para dar énfasis a sus palabras-. Le hice la misma pregunta que había hecho unos días antes a los Zebedeos, que formaban parte del grupo de los Doce: «¿Qué quieres que haga por ti?». Ellos me pidieron sentarse en los mejores puestos, y éste, cansado de estar sentado junto al camino pidiendo limosna, me dijo: «Que pueda ver». Lo dijo para poder seguirme, como hizo en cuanto quedó curado de la ceguera. ¿No es emocionante?

– ¡Lo es! -he reconocido sin que me hayan dolido prendas-.

– Me siguió por el camino que me llevó hasta Jerusalén, donde ya sabes lo que ocurrió unas semanas más tarde. Por aquellas fechas, seguirme ya empezaba a ser peligroso. Más o menos como ahora y como siempre lo ha sido. Y hay más -ha añadido apurando el café-. También ahora hay quienes quieren impedir que otros “ciegos”, que a veces sin saberlo desearían verme, recobren la vista. ¡Cuántos jóvenes no llegan a enterarse de que existo y de quién soy yo para ellos, porque son bombardeados por cantidad de distracciones, entretenimientos pasajeros y promesas de una felicidad que nunca llega, mientras se les empuja hacia caminos atractivos y destructivos a un tiempo…!

– ¡Qué razón tienes! Así nunca podrán secundar el lema «Cuenta lo que has visto y oído», con el que hoy se celebra el “Domund”. Nunca se plantearán que pueden ser misioneros, sacerdotes o cristianos de a pie comprometidos con tu Evangelio.

– Y nunca sabrán qué es la alegría que vivió el ciego Bartimeo. Por eso te he dicho antes que su respuesta me emocionó. Por fin, después de mi resurrección, los Doce gustaron esta alegría y tuvieron el valor de responder «no podemos callar lo que hemos visto y oído», incluso con riesgo de sus vidas, a los que pretendieron taparles la boca: Ya lo sabes -me ha dicho al despedirse-.

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