Cuando la tormenta pase

                Quizás sea uno de los textos más difundidos desde marzo hasta hoy en las redes sociales de habla española.

Es el poema ESPERANZA. Atribuido a tres autores, parece ya aclarado que es del actor y humorista cubano Alexis Valdés, quien lo publicó por primera vez en su cuenta de Instagram el 20 de marzo pasado. No es de Mario Benedetti, famoso poeta uruguayo, ni de la autora “K.O. Meara”, quien supuestamente lo escribió durante la peste de 1800.

                No son, desde mi personal opinión, palabras huecas, sueños soñados, deseos sin fundamento, metas imposibles. Aunque, ciertamente, pueden serlo, también pueden no serlo. Al menos en cada uno de los que lo leamos, lo meditemos, lo oremos. Hagámoslo. Lentamente, sin prisas.

                Porque es un texto no solo para “cuando la tormenta pase”. Es para ahora ya. Para que experimentando todo aquello que estamos perdiendo o que ya hemos perdido, ‘de una vez aprendamos todo lo que no aprendimos’.

                El valor de la vida: “nos sentiremos dichosos tan solo por estar vivos” y “entenderemos lo frágil que significa estar vivos”. Y la cuidaremos. Con “empatía”, poniéndonos en el lugar de quien está vivo y necesitado.Con “empatía”, con cariño a “quien se ha ido”.

                Valoraremos “lo que es de todos”, más que lo individual y que nuestros deseos ‘no conseguidos’. Fuera la envidia, la pereza y la dejadez por la común. Adelante con la acogida, los abrazos, la amistad, la compasión, la empatía, la generosidad y el compromiso por la vida y por todos, hermanos que somos.

                Aprenderemos a escuchar a todos, a atender sus necesidades. No habrá nadie para nosotros olvidado como el viejo “que pedía un peso en el mercado, que no supimos su nombre y siempre estuvo a tu lado”, pero estábamos ‘apurados’, con prisas.

                Y no dejaremos olvidado “a tu Dios disfrazado” de hermano y de necesitado para que “nos devuelvas mejores como nos habías soñado”.

ESPERANZA

Cuando la tormenta pase

y se amansen los caminos,

y seamos sobrevivientes

de un naufragio colectivo.

Con el corazón lloroso

y el destino bendecido

nos sentiremos dichosos

tan sólo por estar vivos.

Y le daremos un abrazo

al primer desconocido

y alabaremos la suerte

de conservar un amigo.

Y entonces recordaremos

todo aquello que perdimos

de una vez aprenderemos

todo lo que no aprendimos.

Y no tendremos envidia

pues todos habrán sufrido.

Y no tendremos desidia

Seremos más compasivos.

Valdrá más lo que es de todos,

que lo jamás conseguido.

Seremos más generosos,

y mucho más comprometidos.

Entenderemos lo frágil

que significa estar vivos.

Sudaremos empatía

por quien está y quien se ha ido.

Extrañaremos al viejo

que pedía un peso en el mercado,

que no supimos su nombre

y siempre estuvo a tu lado.

Y quizás el viejo pobre

era tu Dios disfrazado.

Nunca preguntaste el nombre

porque estabas apurado.

Y todo será un milagro

y todo será un legado.

Y se respetará la vida,

la vida que hemos ganado.

Cuando la tormenta pase

te pido Dios, apenado,

que nos devuelvas mejores,

como nos habías soñado.