Salmo 88

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2 Señor, Dios, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia;

3 llegue hasta ti mi súplica, inclina tu oído a mi clamor

4 Porque mi alma está colmada de desdichas,

y mi vida está al borde del abismo;

5 ya me cuentan con los que bajan a la fosa, soy como un inválido,

6 tengo mi cama entre los muertos,

como los caídos que yacen en el sepulcro

de los cuales no guardas memoria, porque fueron arrancados de tu mano

7 Me has colocado en lo hondo de la fosa, en las tinieblas del fondo.

8 Tu cólera pesa sobre mí, me echas encima todas tus olas:

9 has alejado de mí a mis conocidos,

me has hecho repugnante para ellos: encerrado, no puedo salir,

10 y los ojos se me nublan de pesar.

Todo el día te estoy invocando, tendiendo las manos hacia ti.

11 ¿Harás tú maravillas por los muertos?

¿Se alzarán las sombras para darte gracias?

12 ¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia,

o tu fidelidad en el reino de la muerte?

13 ¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla

o tu justicia en el país del olvido?

14 Pero yo te pido auxilio, por la mañana irá a tu encuentro mi súplica.

15 ¿Por qué, Señor, me rechazas y me escondes tu rostro?

16 Desde niño fui desgraciado y enfermo,

me doblo bajo el peso de tus terrores

17 pasó sobre mí tu incendio, tus espantos me han consumido:

18 me rodean como las aguas todo el día, me envuelven todos a una.

19 Alejaste de mí amigos y compañeros: mi compañía

INTRODUCCION

El salmo 88 es la oración de un hombre enfermo y angustiado, sin perspectivas del más allá, Aquí toca fondo la descripción de la situación trágica de la vida humana, Los comentaristas abundan en adjetivos negativos a la hora de definir el salmo:
sombrío, tenebroso, desolado, desgarrador.

Es el lamento más triste de todo el salterio. En el Antiguo Testamento la enfermedad es contemplada como un castigo de Dios por el pecado.

Pero, en este caso, no existe la más mínima alusión a la propia culpabilidad. El salmista parece ser un inocente y, por tanto, no entiende el proceder de Dios.

El salmo está muy emparentado con el libro de Job. Algunos lo llaman “miniatura del libro de Job”. Por eso algunos hablan de “ficción literaria”. No se trataría de un hombre sino “del hombre” de todo hombre que sufre por causas físicas, por sufrimientos morales, o por motivos de tipo religioso.

         El salmista únicamente tiene las tinieblas por compañía. Es más. Cree que es Dios el que le olvida, le atormenta y se ensaña contra él. Desde ese abismo de angustia vital el salmista lanza una pregunta desgarradora: ¿Por qué? El misterio del mal se muestra con toda su fuerza y queda sin respuesta. Sin embargo, leeríamos mal el salmo si no descubriéramos en él un aliento de fe en la salvación de Dios. No entiende a Dios, pero es su Dios (v. 2).

Deberían de pasar todavía muchos años para constatar que ese mismo grito de dolor lo dirigiría Jesucristo a Dios antes de morir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mt 27,46). Por un momento, Dios guardó silencio. Después ha-
bló bien alto, gritó bien fuerte resucitando a su Hijo de entre los muertos. Solamente la Resurrección de Cristo da respuesta al misterio del dolor.

La oración del salmista no tiene tregua: día y noche (v 2).

Toda la vida está bajo el signo de la angustia. Hay que dar una gran importancia a este «Dios mío». El orante no va a cortar el diálogo con su Dios aunque éste
no lo escuche. Es el único Dios que puede salvarle. A través de este versículo va a filtrarse en el salmo un soplo de esperanza. Ese Dios es “su Dios” y no acepta a otro.

Aquí no sólo pide que le escuche sino que se incline (V.3).

“El salmista está convencido de que un grito lacerante puede penetrar los cielos y abrirse el oído de Dios. El verbo inclinar denota cierta familiaridad. El salmista parece pedirle a Dios que, como un padre bueno, se incline hacia el hijo
necesitado. El profeta Oseas habla del amor de Dios por su pueblo: “Fui para ellos como quien alza | un niño hasta sus mejillas. | Me incliné hacia él | para darle de comer”. Una imagen bellísima de Dios como Madre que se inclina a dar de mamar a su niño pequeño. Y Jesús murió “inclinando la cabeza hacia su Padre” (Jn. 19,30).

“El salmista tiene el alma colmada de desdichas (v.4-7).

El salmista se siente trasladado al reino de los muertos: «El alma está colmada de desdichas». En este mundo, no se sacia el ojo de ver; ni el oído de oír; ni el rico de poseer; ni el libertino de placeres. Tampoco se sacia la mente de pensar ni el corazón de amar. Y, sin embargo, este hombre del salmo está harto, saciado de males, de desdichas. Ya le cuentan con los que están en el Sheol. Allí los muertos
existen, pero no viven, no son miembros del pueblo escogido; ni participan en el culto de Dios. Están dejados de la mano de Dios. Dios los tiene olvidados. Este pobre hombre no ha podido caer más bajo: al fondo de las tinieblas. El poeta ve el Sheol como un inmenso reclusorio lejos del área de la vida, lejos de todo diálogo, de toda comunicación con Dios y con los hombres. El grito del orante está en la perspectiva del que no ve ni siente.

¿Quién puede soportar el peso de Dios? (v.8).

         La presencia de un Dios opresor todavía oprime más el alma angustiada del salmista. Es Dios quien destruye la vida del salmista enviándole las olas destructoras del Océano. Todos los males de la vida le han arrollado.

El salmista se queja de su terrible soledad (v 9).

Por si fueran pocos los males, aquí se añade otro: el de la soledad. Le han dejado solo. Está abandonado de Dios y de los hombres. Es como un apestado del cual todos huyen. Puede hacer suyas las mismas palabras de Job: «Mis hermanos se alejan de mí, mis conocidos me abandonan; mis parientes y familiares han desaparecido. Mi
aliento repele a mi mujer y a mis hijos resulto repugnante» (Jer 19,13-17).

Cortadas las relaciones que le unen a Dios y a los demás se siente encarcelado dentro de sí mismo. Y sus cerrojos son tan fuertes que nadie los puede romper. Me encuentro sin salida. Y ésta es la peor situación: no ve salida a su situación. Todas las puertas se le han cerrado.

Cuando sus ojos ya sólo le sirven para llorar, el salmista todavía tiene fuerzas para elevar sus brazos hacia Dios (v. 10).

Esos ojos que han sido creados por Dios para ver tantas y tan grandes maravillas que ha obrado en la Creación y en la Historia ya no le sirven para ver, ni para contemplar. Sus ojos sólo le sirven para llorar.

Es admirable la fe del salmista. Está totalmente hundido, aplastado, solo, abandonado. Y, sin embargo, sigue orando a Dios con sus manos levantadas. Él es como un muerto, pero no ha muerto todavía. No ha bajado al sepulcro. Toda-
vía le quedan fuerzas para elevar una plegaria a Dios. Mientras tenga un hálito de vida seguirá confiando en su Dios. Dios le ha dicho que no se acuerda de él. Pues él sólo
se acuerda de Dios. Su oración es de «todo el día». El gesto de tender las manos traduce el intento de retornar a las manos divinas de las que ha sido arrancado.

Si yo me muero, Tú también sales perdiendo (v.11).

El argumento al que ahora alude el salmista ya ha salido en otros salmos. Es muy bello: los muertos ya no pueden alabarte. Si yo me muero ¿qué ganas? Pierdes un cantor ¿qué sería de Dios si nadie le alabara?

El salmista no le pide que le cure de sus dolencias. Pide que le prolongue su existencia maltrecha y enfermiza para poder seguir alabándole. La alabanza es la razón suprema del salmista. Él quiere vivir para alabar, para dar gracias, pa-
ra cantar las maravillas de Dios. Hay un olvido y una despreocupación total de él. Sólo le interesa seguir viviendo para seguir alabándole. Lo peor que le puede pasar no es
morir, sino no poder alabar a Dios. (Se parte del supuesto de que, en esa época, no se ha elaborado la teología del más allá).

Todavía espera la mañana por si Dios viene a su encuentro. v. 14.

La mañana es el momento estratégico de la plegaria. La salida del sol es como una sonrisa de Dios. Esta fugaz referencia a la mañana es un momento luminoso del salmo. Pero, enseguida, vuelve a experimentar la ausencia de Dios.

Pero hay que decir: si aún le quedan fuerzas para esperar de nuevo, si cada mañana encuentra motivos nuevos para la adhesión a Yavé, es que Dios sigue animando esa vida por maltrecha que pueda parecer. «No me buscarías si no
me hubieras encontrado» (San Agustín).

El salmista apenas ha tenido un día bueno (v.16).

El recuerdo de su infancia redobla su tristeza. Ha pasado por el mundo sin tener un día bueno. Ha caído sobre él el peso de Dios. Y le ha doblado las espaldas. No ha podido soportarlo.

El salmista queda envuelto en tinieblas”. (v·17-18).

El fuego y el agua son símbolos de la desgracia que el salmista siente. Y los siente como enviados de Dios. El salmo se cerrará sin que aparezca una respuesta positiva de Dios a sus oraciones sinceras. El salmista queda envuelto en las
tinieblas.

En este salmo queda bien expuesto el problema del mal. Pero queda sin solución. De ahí que este salmo ha inspirado a autores, incluso religiosos, a descubrir la precariedad de la vida humana. Oímos unas palabras de un místico
judío del siglo XI: «El hombre es como un feto informe semejante al gusano … Viene de las tinieblas y va a las tinieblas. Vida y muerte son hermanas apegadas la una a la otra; nunca se separan. Abrazadas forman las dos extremidades de un puente fatal.
y por ahí avanza la caravana del mundo. La entrada es la vida; la salida la muerte. La vida construye, la muerte destruye.  La vida siembra, la muerte siega. La vida planta, la muerte arranca. La vida une, la muerte separa» (Bahía Ibn Paguda).

Lo grandioso de este salmo es que, a pesar de todo lo que le pasa, de todo lo peor que le puede ocurrir, jamás rompe el cordón umbilical que le une a Dios. Y ese cordón umbilical es la “oración”.

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

Este salmo, símbolo del sufrimiento humano, sólo puede entenderse a la luz de Jesús muerto en la Cruz. Él muere en medio de terribles dolores, abandonado de los discípulos, con esa amarga sensación de que el mismo Padre le había abandonado. 

Pero Jesús, cuando ya no tenía fuerzas para nada, aún tenía fuerzas para rezar. Se murió rezando. Y el supuestamente abandonado de Dios, terminó abandonándose en las manos de Dios. 

Ángel Aparicio: “La presencia de un Dios opresor, es el tributo necesario que ha de pagar el monoteísmo yavista para evitar la actuación de otro Dios puesto al frente del mal, si este Dios hubiera existido habría sido un Dios más poderoso que Yavé.

Calderón: “Si nada antes de ser soy, ¿qué seré después de ser?

San Agustín: «Son dignos, ciertamente, de alabanza los designios de Dios, que inflige a los suyos castigos temporales para preservarlos de los eternos; que hunde para elevar; que corta para curar; que humilla para ensalzar». «Es mejor para mí, Señor, sufrir la tribulación, con tal de que tú estés conmigo, que reinar sin ti, disfrutar sin ti, gloriarme sin ti. Es mejor para mí, Señor, abrazarme a ti en la tribulación, tenerte conmigo en el horno de fuego, que estar sin ti aunque fuese el mismo cielo. ¿Qué me importa el cielo sin ti? Y contigo, ¿qué me importa la tierra?

ACTUALIDAD

Este salmo expresa con intensidad todo el sufrimiento humano cuando éste se ceba en una persona hasta decir: “Ya no puedo más”. Este sufrimiento se hace más lacerante cuando uno no tiene a un Dios a quien rezar.

Al estar emparentado con el libro de JOB, el salmo nos manifiesta que ese Dios que no atiende, ni escucha el sufrimiento humano no puede ser el verdadero Dios. Por eso Jesús, muriendo por amor, nos demostró que Dios es precisamente el anti-dolor, el anti-sufrimiento. Por eso el Padre no toleró que Jesús se quedara en el sepulcro. Levantándole de la muerte nos está diciendo que no estaba de acuerdo con la muerte de Cristo, ni con el sufrimiento. “Dios no es un Dios de muertos sino de vivos”. 

PREGUNTAS

1.- ¿He tenido épocas en mi vida en que he sentido como un gran peso el silencio de Dios? Ante esta situación, ¿he sabido adoptar una postura de fe?

2.-En mi comunidad, en mi grupo cristiano, ¿sé encajar las tribulaciones, los contratiempos, las adversidades, levantando mis manos a Dios aunque éste se haga el sordo? Cuando no entendemos el proceder de Dios, ¿seguimos fiándonos de él?

3.- El silencio de Dios ante las injusticias humanas suele ser causa de increencias en muchas personas de nuestro tiempo. ¿Vivo mi fe de una manera profunda, íntima, convincente?

ORACIÓN

«Me has colocado en lo hondo de la fosa, en las tinieblas del fondo»

Señor, hay momentos en mi vida en que no veo la luz por ninguna parte; todo me parece un túnel largo y oscuro. Me quedo desmotivado y nada tiene sentido para mí. Me siento hundido en lo hondo de un oscuro pozo. Me encierro en mí mismo y no puedo salir. Los días se me hacen pesados y las noches eternas. Todo me pesa y hasta yo soy una carga para mí mismo. Otras personas me habían hablado de estas situaciones y yo no las comprendía. Ahora sí que las comprendo. Y me alivia el pensar que el autor de este salmo también ha pasado por esta experiencia.

 “¿Por qué me rechazas y me escondes tu rostro?”

Miro hacia el cielo y lo veo oscuro y plomizo. Tengo la sensación de que tú, Señor, también te has alejado de. mí. Recorro mi vida pasada y me muero de nostalgia y añoranza. Tú estabas cerca. Te sentía, te palpaba. La oración era mi gozo y alegría. No tenía miedo a la muerte. Pero ahora has escondido tu rostro y no te veo ni te siento por ninguna parte. Eres el gran ausente. Sin ti, todo en la vida suena a vacío y me atormenta la sombra de la muerte. Durante toda mi vida te he buscado incansablemente. Ésta ha sido mi tarea y ocupación fundamental. Por eso ahora, desde el asombro y la sorpresa me pregunto: ¿Por qué me escondes tu rostro?

«Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia»

Señor, mi oración es intensa y constante. No cesa ni de día ni de noche. Tú eres mi Dios. Sabes que no tengo otros dioses en el corazón. Mi grito de angustia quiero que penetre los cielos y llegue hasta ti. Busco desesperadamente tu presencia, tu cercanía, tu conversación, tu amor de antes.

¿Qué soy yo sin ti? Tengo miedo de mí mismo. Señor, escúchame. No te hagas el sordo. Ven en mi ayuda. En el fondo siento una voz que me dice: ¿No soy yo el que te impulsa estos mismos sentimientos? ¿No provoco yo mismo la búsqueda? ¿No estoy contigo cuando tú rezas?

Oración mientras dura la pandemia.

Dios todopoderoso y eterno, refugio en toda clase de peligro, a quien nos dirigimos en nuestra angustia; te pedimos con fe que mires compasivamente nuestra aflicción, concede descanso eterno a los que han muerto por la pandemia del «coronavirus», consuela a los que lloran, sana a los enfermos, da paz a los moribundos, fuerza a los trabajadores sanitarios, sabiduría a nuestros gobernantes y valentía para llegar a todos con amor, glorificando juntos tu santo nombre. Por JNS.  Amén.